Enfocar mis comentarios a la luz de las novelas va a requerir más esfuerzos de comparación que análisis de episodios en sí (de impecable factura, por supuesto, como podéis imaginar) porque las desviaciones sobre los textos de G.R.R. Martin (sobre una base similar) van en aumento con cada episodio, y encaminados hacia derroteros impredecibles. Aunque finalmente confluyan, las historias, por muy similares que sean, serán diferentes. Desde un punto de vista purista, alguno puede sentirse dolido, o engañado; pero si el mismo George no lo está, me resulta un ejercicio interesante observar cómo se desarrolla una misma historia desde enfoques diferentes. Y, en todo caso, voy a disfrutar ambas.
En este tercer episodio, los acontecimientos comienzan a desarrollarse a mayor velocidad de la esperada. También se desvelan sorpresas (¡y no pequeñas!) que añaden nuevo interés a la serie. A cambio, continúo echando en falta algún episodio o personaje de importancia, que no aparece…
En Braavos, en La Casa de Blanco y Negro, el aprendizaje de Arya como acólito del Dios sin Rostro (o de los muchos rostros…), dilatado en los libros, avanza más rápido con Jaqen H’ghar. Para convertirse en «Nadie«, ha de desprenderse de todo cuanto la relaciona con su vida anterior; pero no puede hacerlo con Aguja, el regalo de Jon… su instrumento de venganza.
En Desembarco del Rey, ya sin Jaime, Cersei mantiene su estatus como reina… madre. Pero tras la boda real (ésta sin trágicas consecuencias) ve como crece la amenaza de Margaery (la reina joven de su profecía, en cuyas manos Tommen parece un pelele), y busca apoyo en la religión: cuando se desvela la depravación del Alto Septón, opta por el Gorrión Supremo (personaje a quien Jonathan Pryce pone la imagen perfecta) en quien cree encontrar el mejor aliado… (me encanta la definición que de él da Elio García: una mezcla de san Francisco de Asís y Torquemada). El enfrentamiento entre las reinas está bien planteado (demasiado suave Cersei, a mi entender), pero nada se indica respecto a los problemas económicos del reino, ni el trasfondo político y social de los gorriones militantes. Y cuando la reina pide a Qyburn que llame a Meñique de inmediato, recibimos un ¿avance en la trama? con cierta montaña…
En Invernalia, tras la muerte de Tywin Lannister, Roose Bolton siente en peligro su puesto como Guardián del Norte, y busca nuevas alianzas… con Petyr Baelish (ya sabemos hacia dónde se dirigía). Y es aquí donde se produce la mayor desviación con Canción de Hielo y Fuego, pues Sansa Stark pasa a adoptar el papel que en las novelas corresponde a su amiga Jayne Pool y, siguiendo a Meñique, consiente en prometerse con Ramsay, pese al terror que muestra su rostro (¡no sabes lo que te espera, chica!… ¿o será al revés?). Theon, entre el barro, la observa sin darse a conocer; mientras Brienne y Podd se mantienen en la lejanía (¿podría adoptar ella en el futuro el papel de Abel…? si no, ¿qué pintan ahí? Pero mejor no precipitarse). Un vuelco en toda regla de la historia original, que sin embargo acorta y evita ramificaciones de la trama, y añade una misteriosa sirvienta que dice a Sansa en secreto «el norte recuerda…«. Y el duelo interpretativo entre Bolton y Meñique, resulta grande…
Varis continúa desempeñando el papel de Ilyrio Mopatis, y acompaña a Tyrion rumbo a Volantis (puente romano de Córdoba incluido), pero no en barco, y sin cierto mercenario o su hijo de pelo azul… al menos por ahora (¿otro hilo suprimido? supongo que no, aún es pronto, y hay que desarrollar Dorne). La introducción de una sacerdotisa roja (en las novelas el gran sacerdote de Roll’hor) que reza por Danaerys y se fija en Tyrion, abre nuevas perspectivas. Aunque se mantiene el encuentro y hechos con Jorah Mormonth.
Por fin, en El Muro, los hechos también avanzan: Jon rechaza definitivamente la tentación de Stannis y la presión serena de Davos, se asienta en su nueva responsabilidad y ajusta cargos, incluso entre enemigos. Y hacien-do justicia, recuerda al mismo Ned Stark al comienzo de la serie, cuando adopta su misma postura y actos, con aprobación silenciosa de Stannis. En el caso de Janos Slynt se cierra un círculo, pues él era el responsable de la guardia en Desembarco del Rey cuando ajustician a su padre…
Entre cambios y fidelidades, la serie avanza con grandeza, y no defrauda. Y lo que falta por venir, con todos sus desvíos y reinterpretaciones de tramas, despierta interés. La semana que viene, Los Hijos de la Harpía, en Meereen (que en esta no aparece), y Dorne, con Jaime, Bron, y las Serpientes de Arena…
¿Acaso no os apetece…?