By PACOMAN
Ursula Kroeber Le Guin tenía 45 años cuando en 1974 escribe The Dispossesed: ambiguous utopia, traducido al castellano como Los desposeídos por Matilde Horne, en la única traducción que existe de esta joya. Traducción desafortunada (por no decir mala) que todo hay que decirlo. En 1983 se editó por primera vez en castellano, se ha vuelto a editar hasta en cinco ocasiones, siempre por Minotauro y siempre con la misma traducción de Matilde.
A mi pobre entender estamos ante una de las obras cumbres de la ciencia ficción madura, pasada ya la época dorada del ingenierismo pueril de Asimov, Clark y Heinlein llega la madurez de mano de Bradbury, Le Guin , Pohl y Herbert todos ellos coetáneos de los anteriores pero con sus épocas de influencia en el fandom posteriores a estos. Ciencias (y algo con menor rango científico como la economía política) y no delirios ingenieriles desplazan el centro de atención de la ciencia ficción americana, y por ende mundial.
En 1974 los EE.UU. son la primera potencia mundial pero la URSS le sigue muy de cerca los pasos y dista mucho de estar derrotada o vislumbrarse su derrota. De hecho en el Pacífico los americanos siguen encajando duros reveses y el desastre de Vietnam es ya una realidad. El tramposo Nixon se ve obligado a dimitir, ese verbo que los herederos del tardofranquismo (el régimen político en España en el 74) se niegan a conjugar a pesar de que se les sorprenda mintiendo, robando y violando la ley sistemáticamente.
En esa misma época una madura y clarividente Ursula nos regala una magnífica novela sobre dos modelos económicos antagónicos: el capitalismo-consumista del Planeta Urras y el comunismo (anarquía para los que confunden socialismo real con comunismo) del satélite Anarres. A través de los ojos del físico anarquista Sherek que como un disidente es acogido por los americanos (¡uy! ¿en que estaré pensando?) por los urras y es a través de esos ojos limpios de hechos dados por descontado como se pone en evidencia lo atroz de nuestro consumismo, del machismo galopantes de los setenta y demás críticas furibundas. En capítulos alternos nos narra la infancia del protagonista en su luna comunista que dista mucho de ser un paraíso. En esta fase más crítica de la novela el taoísmo y feminismo de la autora se percibe con más fuerza, aunque en honor a la verdad es la estulticia humana lo que abochorna al lector página tras página, como si de un periódico español de 2018 se tratara.
Y a media novela el espectador Sheveck se convierte en protagonista del más importante avance científico del ciclo Hain (en que se inscribe esta novela): el ansible.
Úrsula no se complica la vida, la llegada de los disidentes anarquista a la Luna no es más que un remedo de la expulsión de los puritanos a America, y así con casi todo. El foco lo pone en otro sitio, en la facilidad con que plantea la bisexualidad, la ausencia de religión, el igualitarismo, el equilibrio con el medio ambiente y no en el mero attrezzo de la historia.
En resumen, literatura, pero literatura de la buena. Da la casualidad que es ciencia ficción, pero no permitas que el árbol o el nombre del mundo no te deje ver el bosque.