Deconstruyendo SARINARDZ. Crónica de un club de lectura sobre un sueño.

Es difícil escribir sobre algo cercano de forma objetiva. Pero, para continuar la norma de recoger los encuentros de los Club’s de Lectura en los que participo (en este caso Q pro Quo), procuraré hacerlo de forma imparcial, sin autobombo ni flagelamiento, y desvelar alguna curiosidad intrínseca a la novela (sin spoilers):

Escribir puede representar, a veces, el intento de transmitir una inquietud, trasladar al lector algo interno que deseas exteriorizar. Otras, el simple ejercicio de contar una historia, dar forma a una idea que te inspira y quieres construir, aunque sea para ti mismo, no para compartir con otros. Por último, en ocasiones, el deseo de realizar un homenaje privado a alguien que admiras. Sarinard fue una mezcla de estos dos últimos casos: un homenaje particular a cierto autor muy querido. Por cierto, que inicialmente se tituló «Una ciudad lejana, perdida en la niebla del tiempo» (sí, era una época en la que me atraían los nombres largos…).

La historia original fue escrita hace más de treinta años. Desde entonces ha permanecido sin ver la luz (sólo para mí…). Por aquel tiempo, era un admirador absoluto del trabajo creativo de Héctor Germán Oesterheld, autor entre otras maravillas de «Ernie Pike» o «El Eternauta», y una infinidad de cómics geniales para la Editorial Columba argentina. Su compromiso social, la humanidad de sus personajes, el tratamiento de la muerte, presente en cada historia y la particular belleza de su estilo narrativo cargado de poesía, me cautivaron (también, el que hubiese sido una víctima de la represión militar argentina lo elevaba en mi pedestal). Y decidí escribir algo en su homenaje.

Era una época en la que me sentía muy influenciado (e implicado) por la Fantasía Heroica (con el fanzine Berserkr, premio europeo de SF en 1989); no sólo por Robert E. Howard, padre del género, sino por otros coetáneos y precursores, como Clark Ashton Smith o Lord Dunsany (muy presente y de gran influencia en la obra, como se verá); por ello, el homenaje que quería hacer se enmarcó en este género.

Entre los numerosos personajes de Oesterheld, había dos series «de espada» que me cautivaban entonces: «Roland el Corsario» (con dibujos de José Luis García López) y «Kabul de Bengala» (con un joven y todavía inexperto Horacio Altuna). Ya había escrito el relato inicial de mi personaje Noráx de Tartessos, y decidí que también él fuera el protagonista de este cuento (queda reflejado en la introducción). Por lo que tenía de ensoñación y misterio, y porque se trataba de un personaje más cercano al tartesio, elegí la historia «Tu despertar es mi morir» y Kabul se transformó en Nórax (aunque también el corsario influyó en las aventuras iniciales del tartesio: su concepción como compañero de Heracles en su noveno trabajo -que ya tenía en mente- está basado en el rol que ejerce su primo Gaspar, como colega y cronista de las aventuras de Roland).

La historia de Sarinardz es distinta a la que escribió Oesterheld, pero ambas comparten elementos comunes, como la obsesión, o la presencia continuada de la mujer que se le aparece (en mi caso en el sueño, como personificación de la ciudad) o el viaje del héroe (sin destino cierto aquí) hasta encontrarla; incluso alguna frase (casi literal) que me gustó; y ciertos personajes como Sylma, cuyo nombre decidí mantener como evidencia del homenaje, Dwil (Gruk en el cómic, de rasgos muy similares) y las sibilas. También difiere en su concepto base, una ciudad misteriosa, y en el planteamiento inicial, inspirado, para su regresión al pasado, en la serie de «memoria racial» de Robert E Howard (protagonizada por un moribundo James Allison que recuerda sus vidas pasadas). En este sentido, he de indicar que prefiero mil veces el nombre de «memoria ancestral» para definir el concepto, pues la raza no tiene sentido hoy, menos en un país como España, crisol de múltiples pueblos, culturas y razas.

En el club de lectura se comentaron tanto estilo como momentos concretos del relato, convertido finalmente en novela corta. A algunos sorprendió que no fuese tan howardiana como esperaban (me alegra: cuando creé el personaje de Nórax decidí que no sería un trasunto de Conan, tan en boga por entonces), o de contenido menos mitológico (eso queda para el segundo libro de Sueños y Reminiscencias, con los Mitos Vascos; y, por supuesto, la saga inicial, donde los mitos griegos y tartesios abundan y conforman la trama principal de la historia). Algunos comentaron que ciertos episodios del libro parecían romper la continuidad; y tienen razón: «El valle de la Extinción» no estaba en el relato inicial; es un cuento corto que escribí años después para el fanzine «Weird Tales de Lhork» e incluí como parte del vagabundeo en la búsqueda. Tampoco los capítulos de «La Cierva Blanca», añadido recientemente a fin de profundizar en la figura de Dwil, algo difuminada sin su presencia en La Dama de la montaña, y eso provoca la repetición de alguna metáfora descriptiva. A mí, particularmente, tras una nueva lectura, me chocó el cambio brusco de estilo entre los tres primeros capítulos (de presentación, demasiado dunsanianos, como he comprobado al contraste con «El País del Tiempo«) y el resto de la obra.

Pero, aparte de lo indicado, las opiniones fueron positivas. La novela gustó, como historia de aventuras fantásticas, un canto a la amistad y la entrega, bien escrito, con momentos inspirados y emotivos (incluso alguien afirmó haber derramado alguna que otra lágrima…). También se comentó el acierto de su publicación por La Biblioteca del Laberinto (en su sección dedicada a autores españoles), una editorial especializada en historias de contenido clásico, Pulp o incluso más antiguos, que tan bien se ajusta a la novela, con unas magníficas ilustraciones de Sidney Sime.

Quienes habían leído La Dama de la Montaña, volumen 2 de Sueños y Reminiscencias, con los Mitos Vascos como protagonistas, coincidieron en que se trata de una historia mejor y más completa que esta primera. Tiempo habrá para tratar sobre ella…

Como curiosidad, para los interesados, dejo imágenes de la historia de Kabul de Bengala «Tu despertar es mi morir», de H.G.Oesteheld y Horacio Altuna, que inspiró Sarinardz (imágenes ampliables. Recomendable leer después de la novela):

EL ETERNO REGRESO A CASA de Ursula K. Le Guin

por MANUEL BERLANGA

«Resulta difícil traducir de un idioma que no ha llegado a existir, pero tampoco hay que exagerar.  Al fin y al cabo, el pasado puede ser tan oscuro como el futuro».

No es una novela, es más; mucho más.  Algo así como un tratado arqueológico sobre una cultura y sociedad futura, que aún no existe, pero se ha extinguido. El eterno regreso a casa es una obra personal, donde Le Guin (aunque no lo cita, ni le dedica el libro) rinde homenaje al trabajo de su padre, el afamado antropólogo cultural Alfred Kroeber.  Pero lo hace a su estilo: utilizando la fantasía y la ciencia ficción de las que es maestra, mediante el lirismo y el arte de unir palabras con la belleza y serenidad que le caracteriza.

El eterno regreso a casa nos cuenta la historia de Piedra Parlante, una mujer de una sociedad futura del Valle de Napa, en una California post-cataclísmica (no se indica si debido a una guerra, o la temida falla de San Andrés) que ha evolucionado (involucionado) hacia una sociedad similar a la de aquellos indios originales que lo poblaron siglos atrás.  Pero, sobre todo, narra la historia imaginada del pueblo Kesh, una sociedad de corte primitivo, que la autora, en un verdadero ejercicio de antropología-ficción, reconstruye con detalle y maestría, sin duda heredada. Una sociedad agrupada en tribus -que son todo menos salvajes- entroncadas y en equilibrio con la Naturaleza sobre la que pivota su vida y cultos; una vida sencilla y artesanal, un ejercicio organizado de supervivencia con medios limitados (aunque poseen artefactos y armas -fusiles- heredados de una época anterior). 

Le Guin ejerce aquí de arqueóloga (no sabemos si del pasado o del futuro) que, como Heinrich Schliemann con Troya, descubre -intuye- la pequeña ciudad (campamento) de Sinshan, a partir de la cual reconstruye (mapas y cartografías incluidos) con una minuciosidad entrañable, las pautas, ritos y costumbres que conforman su sociedad, organizada en logias funcionales, al tiempo que «compila» una muestra inagotable del incomparable acervo cultural de los Kesh: relatos, canciones, poemas, obras de teatro que «traduce y anota» ella misma, recetas de cocina; incluso un diccionario, un glosario completo (¡26 páginas!) de términos y vocablos de su lengua que nada tiene que envidiar a J.R.R. Tolkien.  No contenta con ello, nos habla de zoología, geología o botánica, música y bailes, estructura social o el papel de la mujer; una inmersión total en una cultura imaginada con una exquisita capacidad creativa que nos hace creer que existió (¿existirá?) en realidad.

No es una novela, sino mucho más, como veis.  Para que os hagáis una idea: las novelas de Le Guin suelen ser cortas; en este caso, la historia de Piedra Parlante alcanza las 148 páginas, en tres partes.  El resto, hasta completar las 762 páginas que componen el libro es eso que llamamos antropología-ficción, la reconstrucción de una sociedad y todos sus componentes.  No es, por tanto, un libro para leer de corrido, sino de forma pausada, con tiempo, a ratos, para disfrutarlo con intensidad; y se disfruta, pues Le Guin hace gala de ese estilo sereno y poético que le caracteriza, esa belleza armoniosa y lírica que es marca de la casa.

Para colmo, la edición de Edhasa de 2005, es hermosa: no sólo está repleta de dibujos e ilustraciones de Margareth Chodos, geomancia de George Herst y mapas dibujados por la propia autora, sino que la tapa y cubierta del libro, o las guardas interiores contienen unas magníficas ilustraciones de Carlos de Miguel.  En suma, El eterno regreso a casa es una de esas obras que deseamos tener aquellos que no sólo amamos una buena lectura, sino también los libros.

BERSERKR, fanzine de y sobre Fantasía Heroica

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1984.  El panorama de la Literatura Fantástica en España dista mucho del actual.  Aunque los conceptos Ciencia Ficción y Terror se encuentran claramente diferenciados a nivel editorial, la Fantasía, el «Fantasy» (por englobar en un sólo término los diferentes subgéneros que lo integran) no existe como tal; las pocas publicaciones que aparecen lo han hecho bajo colecciones de SF, con honrosas excepciones que confirman esa regla.  Sólo el cómic, y más en concreto Conan, destacan de alguna forma en ese panorama desalentador.  Y por poco: Vértice, la editorial que publicaba Marvel en España, había desaparecido, y Planeta Comics, su heredera, tardaba en conseguir sus derechos.  Los aficionados acogimos agradecidos la aparición de «La Espada Salvaje…», y el nuevo enfoque que se le da (a pesar de los muchos errores cometidos), con un mayor acercamiento al cliente, la creación de un club del lector, o la presencia de opiniones y comentarios en la propia revista.

Es en ese entorno, donde propongo como idea la creación de una revista o fanzine, que profundizase en la historia del cimmerio.  Inmediatamente, contacta conmigo Eugenio Fraile, quien no sólo me anima y se suma a la idea, sino que propone avanzar en ella, ampliada al género de Fantasía Heroica.   Eugenio, a su vez, ya estaba en contacto con Javier Martín Lalanda, posiblemente quien más sabía de R.E.Howard en España por aquel entonces, autor de esa pequeña joya que fue La Canción de las Espadas; y entre los tres pergeñamos la idea definitiva de crear BERSERKR.  Porque, eso sí, fue un parto compartido, en el que Eugenio puso el corazón, Javier la cabeza, y ese toque de distinción que consiguió hacer especial el fanzine desde su primer número, y Manuel Berlanga el brazo ejecutor.  Después tomaría las riendas, y llegaron muchos más; pero es justo decir que sin ellos, sin su apoyo, ilusiones y experiencia,  BERSERKR, fanzine de y sobre Fantasía Heroica, no hubiese existido.

Como no hubiese continuado sin  las críticas de/a Mariano Ayuso en La Espada Salvaje de Conan, donde la revista se dio a conocer; o el apoyo desinteresado de los compañeros del Círculo de las Espadas, librerías especializadas, y otros colegas editores de fanzines ya existentes, entre los que no puedo dejar de citar a Miguel Ángel Martínez, «Fandom», «Space Opera»; Joan Manel Ortiz y Ricard de la Casa, «Tránsito»; Juan José Parera, «Maser», Alejo Cuervo, «Gigamesh»… y tantos otros que me dejo en el tintero de la memoria, o surgieron posteriormente.

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Poco a poco, con su apoyo y la participación principal de Javier, Eugenio y la mía propia, Berserkr se iría consolidando.  Después sus páginas se llenarían con firmas de renombre, atraídas por la fuerza con que irrumpió en el mercado fan-editorial, como el propio Glen Lord, albacea literario de R.E. Howard, que ofreció una artículo específico para el número homenaje a su 50 aniversario; Luis Alberto de Cuenca, sin el impresionante bagaje que arrastra hoy a sus espaldas, pero ya por entonces articulista conocido y miembro de CSIC;  Juan Carlos Planell, autor conocido y articulista; Mariella Bernacchi, quien dio inicio a la colaboración internacional… o Juan C. García Herranz, Juan Soñador, poeta excelso de corazón enorme, que en paz descanse.  No quiero olvidarme del apoyo y colaboración recibida por Jose Modesto Aparicio, o el colectivo Viñetas de Málaga, del que me enorgullece haber formado parte un tiempo.

Con todos ellos, y otros muchos que sería imposible citar aquí, pero que aparecerán reflejados en los próximos post dedicados a cada número, Bersekr se hizo realidad.  La gran calidad de sus contenidos y firmas, los relatos de fantasía en español, la enorme ilusión que destilaba y un diseño y maquetación únicos y artesanos (recordad: en aquella época,  no había ordenadores ni editores de textos, y todo se hizo a mano) consiguieron que abriese un hueco en el panorama español de lo fantástico, y su recuerdo aún perdure en la memoria de muchos.

Es debido a ese recuerdo que muchos me manifiestan aún hoy, que he decidido evocarlo ahora.  In memoriam.