Dibujo de Marc Simonetti. Portada de «Le Nom du Vent»
Para un amante de la lectura, un libro de Patrick Rothfuss supone uno de esos pequeños momentos de placer que a veces te alcanzan a lo largo de una vida (o grandes, porque un volumen suyo da para mucho; en este caso, 1196 páginas). El tipo es bueno, hay que reconocerlo: utiliza una prosa fluida, fácil de comprender a la vez que inteligente, con expresiones y diálogos amenos y naturales, accesibles a todo tipo de lector. No he conocido a nadie, de toda clase o condición, que tras acceder a su obra no haya disfrutado de ella. Y no porque su estilo sea simple, sino sencillo (que no es lo mismo) y bien construido. Su secreto, más allá de la naturalidad con que escribe, de su arte o capacidad para hacerlo, que la tiene, parece residir en el trabajo: Rothfuss es un verdadero artesano de las letras. No en vano pasó años escribiendo la obra (14), y varios más (4) revisando este segundo volumen. Pero no voy a extenderme más sobre el tema, para no repetir lo ya dicho en ocasiones anteriores, a disposición del interesado en entradas previas (aquí para El Nombre del Viento, y aquí para El Temor de un Hombre Sabio).
Para un amante de la Fantasía como género, además, es una suerte. Porque -y me repito de nuevo, aunque lo hago a consciencia- ya he comentado que Rothfuss podría haber triunfado como escritor en cualquier género literario que decidiera elegir; pero escogió el fantástico, para nuestro deleite y satisfacción, y eso salimos ganando. Porque al tiempo que disfrutar de una buena lectura, amena, lo hacemos con uno de los personajes más carismáticos, entrañable y mejor construidos de los últimos tiempos: sobre una base de misterio, sobre un avance de hechos pasados que serán desvelados en el futuro («He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con Dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos. Me llamo Kvothe. Quizá hayas oído hablar de mí»), sobre una definición previa de funciones y adjetivos que conforman la imagen de un mito (músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, trotamundos, héroe y asesino) se nos cuenta una historia tranquila que promete hechos venideros, que tras 2000 páginas escritas no terminan de llegar; pero esperas, y te dejan con el deseo insatisfecho de conocer más. Toda una obra de arte en la construcción de expectativas…
Ese mito no es otro que Kvothe (pronúnciese «Cuouz»). Kvothe el Sin Sangre. Kvothe el Arcano. Kvothe, el Asesino de Reyes…
my_name_is_kvothe, por Celtilia en Devianart
Pocas veces un personaje ha prometido más desde sus inicios, tanto sin conocer su historia. Pocas veces una historia tan intensa y compleja como la suya se nos narra de forma serena y sólo en tres días (dos de momento, uno por volumen, desde su niñez a la adolescencia, y alcanzar la madurez, al menos sexual). Rara vez una historia con tantos matices, tantas opciones posibles y riqueza de variables deja tanto por contar. Y es que, a pesar de cuanto se cuenta en esa presentación anunciada; de cuanto se narra en los hechos descritos, crónica de una iniciación y superación personal, nada o poco se avanza en otros aspectos y misterios que subyacen y rodean al personaje: su origen real, su destino, o esa némesis maligna de los Chandrian asesinos de gente, que se ocultan en cuentos infantiles de terror que nadie cree y todos temen. En este aspecto, cada interrogante que se plantea es una puerta abierta a otras que se mantienen cerradas, y nada fluye. No es extraño que proliferen en la web y redes sociales teorías variopintas (bien construidas) acerca del posible origen de su madre, noble huida de la nobleza con los Edena Ruh, o el misterio ancestral de su su apellido y casa, que podría enlazar con los innombrables… Y pocas veces, los hechos narrados en una novela, el contenido e interés de una historia de casi 1200 páginas, llega a ser menos importante que el simple placer de su lectura, el hecho de disfrutarla.
Kvothe, entre Haliax y Elodin, por Sandara, en Devianart
Por ello, y a pesar del tiempo que queda para su publicación, son muchos los que esperan impacientes la llegada del tercer volumen, Las Puertas de Piedra, ese tercer día, donde todo debe ser desvelado…
Permitidme, sin embargo, una última reflexión:
No toda la vida de Kvothe puede ser desvelada en un día que falta. Todo lo más, podría alcanzar hasta el momento presente, ese en el que Kvothe se retira, desaparece y convierte en Kote, el posadero (¿y qué edad tiene entonces…? «La suficiente para sentirme viejo», responde eludiendo la pregunta del carpintero. «Pero no la suficiente para hacer ruidos de viejo…», afirma éste.). De los hechos anunciados, quedan aún sin narrar su expulsión de la Universidad, ese contacto con Dioses, o el por qué se le conoce como Asesino de Reyes (¿tal vez desencadenando la guerra que subyace de fondo en el tiempo presente?)… De las pistas dejadas en los dos días previos, su relación con Denna; esa extraña adoración que le profesa su pupilo Bast, un fata; su avance como arcano y nominador y el misterio de los Lackless, cómo le afecta en persona, su parentesco intuido… Sin contar con nuevos viajes a lo largo de Las Cuatro Esquinas de la Civilización… Y los Chandrian.
Demasiados temas abiertos para contar en un día, un solo volumen, por muchas páginas que contenga, a riesgo de romper esa narración serena y pausada que utiliza Rothfuss para hacernos llegar su historia… Demasiada vida por delante… Kvothe es un personaje demasiado bueno para terminar ahí.
Me gusta pensar que tenemos Kvothe para tiempo… (años, a tenor de lo visto, y el ritmo pausado de su autor).