Son varios los regalos que podemos encontrar en este episodio 7 de la T5… no todos ellos agradables. Un episodio de enlace… (Pero, ¡ojo, ya sabes: contiene spoilers!)
Comienza en el Muro, con la partida de Jon Nieve y Thormund hacia Casa Austera, en busca de los salvajes. Con ellos también va Ed Tollet, lo que deja solo a Sam (“Pierdes a todos tus amigos…” dice Ser Alliser Thorne), pues el Maestro Aemon no durará mucho. Pero en su debilidad, nos deja el primer regalo: un recuerdo a Egg, su hermano y compañero de Ser Duncan el Alto, quienes, quizás, algún día gocen también de protagonismo en “Los cuentos…”. Solo con Elí, mujer entre demasiados hombres… pero con un Fantasma. Definitivamente, no veremos la trama de su viaje a Braavos y Antigua, que parece perder fuerza en la historia, pero sí el regalo que recibe Sam, aunque no sea en barco…
Si en Invernalia, Sansa llegó a pensar en controlar a su nuevo marido, ahora piensa que nada puede ser peor “Siempre puede ser peor…” le aclara Theon/Hediondo, en quien cree encontrar un posible aliado para contactar con sus amigos del Norte (y, sin saberlo, Brienne). Sólo que Hediondo ya no es Theon, sino el perrito faldero del amo Bolton, y la llama no prende… Un acercamiento a esa Dark Sansa que todos esperábamos aparece cuando le ataca con el nuevo hijo que su padre espera; pero Ramsay la desarma con un regalo desollado, no sin antes trasladarle noticias de su hermanastro en la Guardia de la Noche. No será la última nueva sobre su familia que la Stark conocerá, pero ni una ni otra se produce en los libros…
Cerca de ellos, el ejército de Stannis se desmorona bajo la nieve del norte. Davos aconseja retirarse y aguardar, pero Melisandre le ofrece una opción de victoria, mediante un sacrificio de sangre real muy cercana. Sorprendido, el rey se niega, lo que le honra y refuerza ese cariño que vimos en episodios anteriores… Mas, ¿podrá negar mucho tiempo las demandas de la Sacerdotisa Roja? Temo por Shireen, la verdad, un excelente regalo para Roll’hor…
En este Dorne desdibujado, un encuentro de Jaime con Myrcella le hace comprender que su amor por Trystane es sincero, y que no se siente amenazada . Mientras Bronn, encerrado frente a las Serpientes de Arena, descubrirá el regalo que le hicieron durante la lucha: la daga de Tyene envenenada, como las armas de Oberyn, su padre, y a él le espera igual suerte que a La Montaña. Sólo que a una serpiente le gusta coquetear…
La venta de Ser Jorah y Tyrion como esclavos nos trae la presencia de un Yezzan zo Qaggaz muy distinto al de las novelas, lejos de la ballena amarilla que se nos describe, convertido ahora en un proveedor de luchadores para la arena de Meereen, donde Danaerys, ya casada con Yezzan, mantiene el romance con Daario pero no cede a sus propuestas. La victoria de Jorah en una preparación a los juegos le permite ofrecer a la reina el regalo que le ha traído
En Poniente, la Reina de las Espinas y el Gorrión Supremo mantienen un duelo dialéctico que consigue dar algo de forma a las motivaciones y la extraña cruzada de los militantes de la fe y la decencia, basada en verdad en las leyes sagradas y un regreso a la humildad y la pobreza, frente a la arrogancia y riqueza desmesurada. Su despedida, “cuando los muchos dejen de temer a los pocos…” es toda una amenaza de futuro. Descartada esa vía para salvar a Loras y Margaery, una cita a escondidas con Meñique le ofrece una opción, otro regalo… tal vez tan envenenado como los que suele entregar el Sinsonte.
Mientras, Cersei, en un juego que domina, manipula a Tommen, y se regodea ante Margaery por su estado en la celda, y se cree segura con el Gorrión, a quien cree manejar también, como a los otros… Hasta que éste le presenta su regalo, Lancel, quien tiene mucho que contar… y su caída comienza.