Una crónica de la juventud de Conan previa a su viaje a mundos hiborios, bajo pautas howardianas.
Entre diversos relatos y poemas, Robert E. Howard había dejado pequeñas pinceladas y pistas que permitían atisbar aspectos de la vida de Conan en momentos diferentes al que narraba la historia. En base a tales retazos, diversos autores construyeron historias completas del personajes, con muy desigual acierto o fortuna. En su versión en comic, Roy Thomas se reveló maestro indiscutible para recrear episodios en base a tales pinceladas, enlazando, de forma magistral a veces, escenas o personajes citados sólo de paso, o en unas líneas, por Howard; sin embargo, no lo fue tanto cuando abordó la época más temprana del personaje (en una segunda fase, ya desgastado y en decadencia), de la que apenas disponía de pistas. Pero las había; y suficientes, como ha demostrado Kurt Busiek.
Del Conan juvenil sabíamos que era hijo de un herrero y nació en el campo de batalla, en una razzia entre cimmerios y vanires; que rompió el cuello de un toro antes de alcanzar su hombría; o participó en la toma de Venarium, haciendo frente a los aquilonios, invasores de su tierra; también que fue gracias a las historias que le narra su abuelo siendo niño que partió hacia los reinos hiborios. Con estos mimbres, y la descripción sombría que de Cimmeria se dispone en el poema de mismo nombre, Busiek y Greg Ruth componen no un relato, sino una completa novela gráfica, espléndida, de la juventud de Conan, que, de entre todas las versiones escrita y dibujadas con antelación (no digamos llevadas al cine), sería la que con mayor agrado vería su creador, pues es sin duda la que más intenta respetar sus criterios.
La premisa de partida de esta nueva edición de aventuras del cimmerio es la de prescindir de todo aquello sobre el personaje que no parta del propio Howard y, a partir de ello, basada sólo en sus escritos, construir nuevas historias. Y aunque no siempre es posible, pues la sombra del pasado es intensa, y la de Thomas alargada, Busiek lo intenta. Y lo consigue, al menos con un respeto a las fuentes digno de elogio, excelente criterio, y su capacidad ya contrastada para reconstruir orígenes, al tiempo que buenas historias; y cuando introduce términos o conceptos nuevos lo hace siempre pensando bajo un prisma cercano a su creador, como cuando da nombre a sus personajes cimmerios, todos ellos de origen celta, tan del agrado de Howard.
Gráficamente, la obra impacta, por un dibujo realista que tanto encaja en el personaje. No hay más que ver las portadas, de excelentes encuadres y composición diagonal, reproducidas arriba. Que nadie se engañe: dentro es igual; cada viñeta recoge una escena trabajada, elaborada con contrastes de tintas en claroscuros y colores pintados y aguadas que realzan las imágenes y definen ambientes, ya sea con tonos fríos para fondos de paisajes, lóbregos y sombríos, o cálidos, para la acción y la muerte; o la sangre… presente en todos los episodios, como exige una historia de épocas duras, supervivencia y barbarie. Más no sangre gratuita, ni erigida en protagonista, sino un mero componente de la narración. Hay poesía en esa sangre que cubre el cuerpo recién nacido de Conan, junto a sus ojos azules, cuando su padre lo eleva; tanta como en la batalla que le precede, y su madre, que participa ella, evita a su hombre la muerte; o cuando enfrenta al lobo de niño, y su cuerpo se baña en rojo; o en Venarium, mientras lacera y corta cuerpos aquilonios…
Ya he dicho en otra parte que los medios disponibles para narrar estas historias, tanto técnicos como de de espacio, son superiores a los de la etapa anterior, cuando a Conan no lo conocía nadie. Hoy es una apuesta segura, también un riesgo, por su gran decadencia. Por eso, también hay que exigir mejores resultados finales. Y pienso que se consiguen.
El arco argumental que trata la juventud de Conan fue intercalado en diferentes episodios de su nueva serie, como capítulos separados (en los números 8, 15, 23, 32, 45 y 46 (en España, estos dos últimos en el 39)). Pero leídos así pierden fuerza y contenido, y, sobre todo, continuidad. Su concepción real es la de un volumen único, que debe ser leído en conjunto, para contemplar al completo el desarrollo del personaje. Y este aspecto es importante. Porque si hoy, gracias a la psicología, sabemos que la personalidad de alguien se forma ya en etapas iniciales de su vida, eso también sucedía en épocas ancestrales. Y Busiek lo tiene en cuenta en su concepción de Conan, que conforma y moldea, y define, paso a paso, hasta alcanzar la del personaje que Howard imaginó en su día, y sus seguidores sabemos: líder, inteligente, soñador, impulsivo… lejos de aquel patán musculoso y descerebrado que Hollywood llegó a presentar.
(1) Aviso: Aquí debería ir un resumen de los episodios. Aún conociendo un avance de su contenido, os aseguro que querréis leerlos, y, sin duda, merece la pena hacerlo. No obstante, y para evitar sorpresas, he preferido pasarlos abajo, tras la portada del tomo recopilatorio. Así que si no te gustan los spoilers, no continúes leyendo después de ella. Aunque más de uno querrá conocerlos.
La edición americana de Dark Horse publica los arcos argumentales recopilados en tomos, como fueron pensados por sus creadores. Como antes digo, es la mejor forma de disfrutar de una aventura más que digna, en todos los sentidos, que además se adentra en los orígenes del personaje sin contaminar su esencia originaria, quizás enriqueciéndola. Ojalá que en España, y a pesar de la crisis, podamos disfrutar de una edición completa de «Nacido en el Campo de Batalla». Si así fuera, no lo dudéis: haceos con ella. De lo contrario, buscad los cuadernos y leedlos seguidos. Merece la pena.
Lo que sigue a continuación es un resumen de las Crónicas Nemedias que la reina Zenobia recopiló y dictó a los escribas sobre la juventud del Rey Conan.
Así, en «Nacido en el campo de batalla», el primer episodio, no sólo asistimos al nacimiento de Conan en una razzia, sino a su forja como persona. Con cinco o seis años, antes de iniciarse en el camino del acero, ya ayuda a su padre en la fragua, y oye en labios de su abuelo historias de Aquilonia y las Marcas Bosonias, de Nemedia y Ophir, de Zingara, e incluso Argos, que le encandilan. En los juegos, es él quien mejor trepa las rocas, y los organiza y dirige, y distribuye roles que los niños, incluso mayores, aceptan y consideran su líder; algo que los mayores esperan que sea, pues ha «nacido en el campo de batalla». También despierta la envidia de otros, a los que sabrá imponerse, incluso en exceso. La plancha final, donde se dirige a una audiencia sorprendida de verlo vivo («Atiende a tu hijo, curtidor… está herido»), mientras se aleja en el bosque bajo una lluvia incesante, es magnífica y concluyente.
«Lobos en el Bosque» nos presenta a un Conan solitario, alejado de otros niños y juegos, tras dejar tullido a Donald. Sin sitio en el pueblo, y mientras sueña con acompañar a los mayores en sus partidas de caza, se refugia en el entrenamiento con armas, y su abuelo, Connacht, que le cuenta historias de maravillas lejanas y le alienta a tener paciencia, hasta que Crom le muestre su camino. El viejo sabe que el niño es un alma inquieta, como él, forjado por los dioses en una fragua distinta a la del pueblo, y algún día partirá, como él hizo. Cuando, en primavera, salva la vida de Cruacht, jefe de guerra de la tribu, que está herido, de una manada de lobos enfrentando a su líder, es aceptado como uno más en las partidas, y será el cazador más joven que la tribu ha tenido nunca.
Conan no ha informado a nadie de la llegada del mago huido de Aquilonia y refugiado en sus bosques, junto a su hija. Los vigila en secreto a distancia, atraido por los ojos de luz y la melena castaña de la niña, algo mayor que él. Su primer contacto con lo sobrenatural llegará en «La Batalla del Valle de Brita», más allá de las montañas al sur, donde le contó su abuelo que tuvo lugar el primer enfrentamiento con aquilonios. Debilitado por la enfermedad, y tras cazar un enorme felino de las montañas, se adentra en el valle aún repleto de cadáveres y descubre que, tras la batalla, nunca más recobró su estado normal, y los espíritus de los caídos aún cabalgan y batallan después de la muerte.
En «Toro Salvaje Cimmerio», Conan ya no es un niño, tampoco adulto, pero ya es el mejor cazador de la tribu. «Es Conan«, dicen todos de él, con un punto de admiración. Ha descubierto el amor, y comparte lecho con Caollan, adolescente como él y sus antiguos compañeros, Donal y Giallchadh. Pero también, en secreto, con Arianne, la atractiva hija de Alcibiades, el mago aquilonio. Tras el amor, los juegos les llevan a las praderas, donde la chica será atacada por un toro salvaje y Conan salta presto a defenderla; la lucha les lleva hasta el poblado, donde romperá el cuello a la bestia. Pero Arianne le ha seguido, y son descubiertos, y el pueblo deciden la muerte de la aquilonia. Aunque Conan se interpone, será la aparición del mago, un padre enfurecido, quien lo evite; pero antes de desaparecer les anuncia que Aquilonia sabrá lo que él ha callado durante años: la existencia de metales y pastos en tierras cimmerias. Cuando Giallchadh le recrimina el haber ocultado su existencia durante años, Conan, acalorado, reacciona impulsivo (como más tarde hará en «La Torre del Elefante») y golpea su amigo, que cae muerto de un puñetazo. «Es Conan», dicen todos. Pero algo ha cambiado, y lo dejan solo.
«Venarium». Han pasado los años. Las ansias expansivas de los aquilonios los llevan hasta tierras cimmerias, penetrando desde las marcas del sur. Han construido una fortaleza, Venarium, desde donde dirigen las expediciones. Durante este tiempo Conan ha vivido alejado del poblado, en la choza del hechicero, rememorando a Arianne y soñando vestigios de otras tierras, cazando sólo, aunque dejando siempre la mayor parte para el poblado, y una porción extra a la familia de Giall. Ahora los clanes cimmerios ser reúnen contra los invasores, que han arrasado varios pueblos en su avance, y Conan los acompaña en luchas en la frontera, esperando frenar su avance. Su abuelo, quizás el hombre que más ha influido en su vida, admira a los extranjeros, a quienes conoce, y ha luchado contra ellos. Cuando encuentran a Donal masacrado, Conan se enfrenta a Gwydd, el jefe guerrero elegido por los clanes, y reclama una acción más directa, en lugar del asedio. Hartos de soportar tantos amigos muertos, todos se exaltan con sus palabras y los clanes cimmerios, sin líder que los dirija, todos a una, avanzan hacia Venarium en una horda enardecida.
«Sobre los Muros» narra la masacre y toma de Venarium por los cimmerios, donde Conan participa codo a codo con su abuelo, y es de los primeros que asaltan sus muros y arremeten sin piedad contra los invasores. «No hubo piedad. Para granjeros o mineros. Para los sacerdotes. Ni para las mujeres y niños». La ciudad es incendiada, como ejemplo. Al dia siguiente, recorriendo las ruinas, Conan encuentra el cuerpo sin vida de Arianne. «Quería decirle algo. Pero ella no podía oírle… Y en cualquier caso, tampoco sabía qué decir». Cuando regresa al pueblo, el padre de Giall le pide que se quede; la deuda de sangre está pagada. Allí atiende a su abuelo herido y escucha por última vez sus historias. Cuando muere, ya nada le ata. La despedida con su madre es seca y dura, apenas sin palabras: «¿Adónde te diriges?» No responde. Pero sí lo hará ante la tumba de su abuelo, como despedida: «Al Norte y al Este».