La Hija del Gigante Helado, e Hyperbórea

Volumen 1 (USA) recopilando las nuevas aventuras del cimmerio en cómics, narradas sobre textos de R.E. Howard y una base de fuentes literarias grecolatinas y clásicas .

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Titulado en origen La Hija del Gigante Helado y otras historias, el volumen se inicia con el número cero de la colección, donde tiene lugar la aparición de las crónicas de los escribas nemedios entre las ruinas de una recién descubierta Tarantia, siglos después de la época hiboria; y un aburrido príncipe conquistador que hace que se las narre un extraño visir, poco entusiasmado de hacerlo.

Sabed , ¡Oh príncipe!, que entre los años en que los océanos anegaron Atlantis y las resplandecientes ciudades, y los de la ascensión de los hijos de Aryas, hubo una edad no soñada en la que reinos luminosos ocuparon la Tierra como el manto azul bajo las estrellas…

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En nuestro caso, la primera crónica recoge la llegada de Conan a las tierras nevadas de Asgard, tras el asedio a Venarium y la muerte de su abuelo (ver Nacido en el campo de Batalla).  El joven, de poco más de 16 veranos, se aleja de su tierra y encamina hacia el norte con idea de alcanzar Hyperbórea, tierra de leyendas más allá del viento del norte, supuesto lugar romántico de verano y felicidad eterna en las historias que le narraba su abuelo [1].

Como se ha dicho en otro post, la colección fue planificada de forma que cada volumen recopilatorio recoja un relato original de R.E. Howard, en este caso, La Hija del Gigante Helado.  En su llegada a un poblado aesir, «Fuera de las Colinas Umbrías», coincide con una razzia de asaltantes pelirrojos, a los que enfrenta, y salva a la hija del jefe, junto a otras mujeres, mientras sus hombres regresan.  Tras pasar la noche con ellos (en realidad, con Henga, lo que le gana la enemistad de Sjarl), les acompaña en una expedición de castigo contra los asaltantes vanires. La comanda Niord, de quien se ha ganado su confianza; Gorm es el explorador; y envían mensaje a Wulfhere, que se les unirá junto a sus guerreros.  La Hija del Gigante Helado ha sido introducida con elegancia.

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El segundo episodio, la adaptación de uno de los más bellas historias narradas por Howard, lo encuentro lleno de luces y sombras.  De principio, reconozco que es difícil trasladar de forma fiel la poesía narrativa a imágenes, lograr que el lector identifique aquellas que ve con esas otras que él mismo ha imaginado previamente, en el relato original, o en versiones anteriores.   En este aspecto, yo prefiero la inocencia sensual de la Atali de Barry W. Smith, con todos sus defectos, a la descarada y dominante de Nord; como prefiero sin cortapisas el Conan bien pertrechado frente a la nieve de este último, mucho más real, al bárbaro semidesnudo del primero; o los silencios lejanos de una batalla agotada que utiliza el inglés, más acorde a mi entender con la descripción de su inicio que hiciera el autor tejano, a la roja sangre destacada sobre la nieve pálida que nos presenta esta versión moderna, con muchos más medios y colores, también cercana al original; y, por supuesto prefiero la representación realista de los gigantescos hijos de Ymir que realiza Smith, frente a esos yetis de colmillo partido que presenta Cary Nord.   En todo caso, se trata de dos versiones distintas de una misma historia, ambas de calidad; y es cuestión de gustos decantarse por alguna.

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Lo que en verdad diferencia esta nueva versión de Busiek de la de Thomas, aparte de su ubicación en el tempo del cimmerio, con algunos años de diferencia y previa a su llegada a Zamora (cuestión de derechos de adaptación en su día, no lo olvidemos) es su continuidad e immersión en el resto de historias.  La de Roy Thomas fue presentada (siguiendo pautas de Lion Sprague de Camp y Lin Carter) como un relato aislado del resto de historias, en un regreso del bárbaro a sus tierras norteñas; Busiek, huyendo de toda influencia distinta a Howard, la presenta a continuación del abandono inicial de Conan de su poblado, y enlaza con su búsqueda de Hyperbórea, antes de su llegada a los reinos hiborios.  En este sentido, el episodio moderno obtiene continuidad y fuerza, y desarrolla una historia más amplia que la primigenia.  La aventura queda ahora inmersa en una secuencia prolongada, donde el cimmerio, en su tercer episodio, «A Lomos del Viento del Norte«, continúa con los aesir su feudo de sangre contra los de Vanaheim, donde todos serán traicionados por un Sjarl despechado, y hechos prisioneros y esclavos por las avanzadas de unos hyperbóreos, que no son aquellos seres pacíficos con los que él, iluso y joven, llegó a soñar.  El casco de guerrero que su padre le confeccionó con sus manos en la herrería (en la película de John Milius era una espada) queda sobre la nieve, perdido ya para para siempre.

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La segunda parte del volumen recoge la estancia de Conan como esclavo de los hyperbóreos, y sus esfuerzos para escapar a tal circunstancia.   La Hyperbórea que concibe Busiek bebe de los textos clásicos, tan del gusto de Howard para inspirarse, en este caso grecolatinos; así queda manifiesto en el título de algún episodio (Hyper Bóreas, en latín, significa más allá de Bóreas, o viento del norte) y en la propia concepción del reino y los personajes [1]; pero sin dejar de lado ideas de uno de aquellos amigos epistolares del tejano en el Círculo Lovecraft, y de influencia mutua, como fue Clark Ashton Smith, autor de una serie de 10 relatos y un poema ambientados en esa tierra [2].   Estos nuevos hyperbóreos viven en un mundo idílico similar al que describe Píndaro en sus versos [3]: eternos e inmortales, poseedores de todos los lujos, vicios, caprichos o diversiones que desean.   También nigromantes (siguiendo tal vez la estela del sacerdote-mago Abaris, que estudió con Pitágoras), dominadores de una magia con la que extraen la esencia vital de sus esclavos, que utilizan para fabricarse una vida eterna.  Debido a ello (tal y como reivindica Nietzche, o cita James Joyce en Ulises), han trascendido su esencia humana original y se sitúan por encima de cualquier cuestión moral o filosófica que les concierna; y experimentan, y transforman esclavos en seres sin mente, gigantescos esclavistas a su servicio. Y después, tras una vida tan larga y ya sin deseos o inquietudes, se aburren y languidecen, y se suicidan, cuando así lo deciden, arrojándose al vacío sin fondo que existe bajo la fortaleza, acompañados de esos esclavos que son parte de su esencia…

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Los tres episodios que ocupan la mini saga de Hiperbórea de este volumen (norma más o menos generalizada para toda la serie) recogen todas estas ideas, junto a la rebelión de Conan y su relación con Iasmini, una esclava turania que encuentra en el cimmerio la única vía posible para escapar de sus captores, antes del suicidio colectivo que le espera junto a su deprimido y lánguido amo.   Sin embargo, el bárbaro no se irá de allí abandonando a sus compañeros de Asgard o Vanaheim, capturados juntos; a pesar de que ello supone una dificultad añadida a una misión ya imposible.   Los planes no salen siempre como se trazan, y finalmente será Conan el único que logre escapar con vida del país remoto de los hiperbóreos.

La historia se completa con 14 páginas del cuaderno 7 de la serie, el episodio «Ojo por Ojo«, donde un Conan solitario y decidido, pero exhausto, extrae fuerzas de sus deseos de venganza para atravesar las terribles montañas de nieve hasta la frontera brytunia, siguiendo la pista de Sjarl y Einar, los aesires traidores que ocasionaron su captura por los esclavistas.  Cuando los encuentra en un poblado perdido da muerte violenta a ambos, y enfrenta a una justicia que se aparta ante su mirada fiera.

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Esa noche medita junto a la bebida y recuerda los abrazos tiernos de Iasmini, y los camaradas perdidos; sueña con la muerte y la verdad de la magia, que ha conocido de cerca por primera vez; y duda si regresar a las umbrías montañas de su tierra.   Al amanecer decide que ha visto lo bueno y malo de otras tierras; pero necesita ver más.  Y se encamina a Nemedia.

Kurt Busiek, al igual que Roy Thomas en su día, es uno de esos autores artesanos de las historias que construye, que además de cultura propia vuelcan amor y honradez en aquello que hace, por lo que  obtiene resultados coherentes y bien trabajados.  El dibujo preciosista de Cary Nord, coloreado directamente sobre los lápices, y con un elaborado trabajo previo de documentación en vestuarios y ambientes, y nos trae, junto a escenas idílicas, composiciones épicas de grandes movimientos de masas, y no rehuyen de ese punto de crueldad necesario para representar una época de barbarie y dolor como debió ser la hiboria.   Por ello la conjunción de ambos en su confección convierte a La Hija del Gigante Helado y otras historias en uno de esos volúmenes mágicos (192 páginas) que no debería faltar en la biblioteca del buen aficionado a la Fantasía épica.  Si algún día se recopila en España, no lo dudes: hazte con él sin pensarlo.

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[1]  Para los antiguos griegos, Hyperbórea era un país idílico, un antiguo paraíso, una isla (¿Groenlandia?) entre los hielos del ártico, más allá del río Océano; con un clima benigno y balsámico, donde su gente vivía más de mil años.  También se les describe como inmortales y gigantes.

[2]  En la evolución de Hyperbórea que entrelaza Busiek en su historia, describe cómo inicialmente los humanos construyen la fortaleza sobre las montañas para defenderse de unas bestias simiescas similares a aquellos voormis que Ashton-Smith situa en los montes Eiglopheos, utilizados también por Howard.  Uno de los mayores placeres encontrados al realizar estos comentarios ha sido no sólo la relectura de los episodios de Conan que les atañe, sino el haber disfrutado de nuevo de la magnífica prosa de Clark Ashton-Smith, en mi opinión mejor incluso que la de Howard.

[3]  «Nunca encontrarás por tierra o mar el maravilloso camino que conduce al país de los hiperbóreos […]  Nunca se ausenta la musa de sus caminos: tañen las liras y lloran las flautas, envueltas en coros de doncellas.  No existe la enfermedad ni la ingrata vejez en su sangre sagrada; lejos del trabajo y la batalla viven.»

NACIDO EN EL CAMPO DE BATALLA

Una crónica de la juventud de Conan previa a su viaje a mundos hiborios, bajo pautas howardianas.

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Entre diversos relatos y poemas, Robert E. Howard había dejado pequeñas pinceladas y pistas que permitían atisbar aspectos de la vida de Conan en momentos diferentes al que narraba la historia.  En base a tales retazos, diversos autores construyeron historias completas del personajes, con muy desigual acierto o fortuna.  En su versión en comic, Roy Thomas se reveló maestro indiscutible para recrear episodios en base a tales pinceladas, enlazando, de forma magistral a veces, escenas o personajes citados sólo de paso, o en unas líneas, por Howard; sin embargo, no lo fue tanto cuando abordó la época más temprana del personaje (en una segunda fase, ya desgastado y en decadencia), de la que apenas disponía de pistas.   Pero las había; y suficientes, como ha demostrado Kurt Busiek.

Del Conan juvenil sabíamos que era hijo de un herrero y nació en el campo de batalla, en una razzia entre cimmerios y vanires; que rompió el cuello de un toro antes de alcanzar su hombría; o participó en la toma de Venarium, haciendo frente a los aquilonios, invasores de su tierra; también que fue gracias a las historias que le narra su abuelo siendo niño que partió hacia los reinos hiborios.  Con estos mimbres, y la descripción sombría que de Cimmeria se dispone en el poema de mismo nombre, Busiek y Greg Ruth componen no un relato, sino una completa novela gráfica, espléndida, de la juventud de Conan, que, de entre todas las versiones escrita y dibujadas con antelación (no digamos llevadas al cine), sería la que con mayor agrado vería su creador, pues es sin duda la que más intenta respetar sus criterios.

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La premisa de partida de esta nueva edición de aventuras del cimmerio es la de prescindir de todo aquello sobre el personaje que no parta del propio Howard y, a partir de ello, basada sólo en sus escritos, construir nuevas historias.  Y aunque no siempre es posible, pues la sombra del pasado es intensa, y la de Thomas alargada, Busiek lo intenta.  Y lo consigue, al menos con un respeto a las fuentes digno de elogio, excelente criterio, y su capacidad ya contrastada para reconstruir orígenes, al tiempo que buenas historias; y cuando introduce términos o conceptos nuevos lo hace siempre pensando bajo un prisma cercano a su creador, como cuando da nombre a sus personajes cimmerios, todos ellos de origen celta, tan del agrado de Howard.

Gráficamente, la obra impacta, por un dibujo realista que tanto encaja en el personaje.  No hay más que ver las portadas, de excelentes encuadres y composición diagonal, reproducidas arriba.  Que nadie se engañe: dentro es igual; cada viñeta recoge una escena trabajada, elaborada con  contrastes de tintas en claroscuros y colores pintados y aguadas que realzan las imágenes y definen ambientes, ya sea con tonos fríos para fondos de paisajes, lóbregos y sombríos, o cálidos, para la acción y la muerte; o la sangre… presente en todos los episodios, como exige una historia de épocas duras, supervivencia y barbarie.  Más no sangre gratuita, ni erigida en protagonista, sino un mero componente de la narración.  Hay poesía en esa sangre que cubre el cuerpo recién nacido de Conan, junto a sus ojos azules, cuando su padre lo eleva; tanta como en la batalla que le precede, y su madre, que participa ella, evita a su hombre la muerte; o cuando enfrenta al lobo de niño, y su cuerpo se baña en rojo; o en Venarium, mientras lacera y corta cuerpos aquilonios…

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Ya he dicho en otra parte que los medios disponibles para narrar estas historias, tanto técnicos como de de espacio, son superiores a los de la etapa anterior, cuando a Conan no lo conocía nadie.  Hoy es una apuesta segura, también un riesgo, por su gran decadencia.  Por eso, también hay que exigir mejores resultados finales.  Y pienso que se consiguen.

El arco argumental que trata la juventud de Conan fue intercalado en diferentes episodios de su nueva serie, como capítulos separados (en los números 8, 15, 23, 32, 45 y 46 (en España, estos dos últimos en el 39)).  Pero leídos así pierden fuerza y contenido, y, sobre todo, continuidad.  Su concepción real es la de un volumen único, que debe ser leído en conjunto, para contemplar al completo el desarrollo del personaje.  Y este aspecto es importante.  Porque si hoy, gracias a la psicología, sabemos que la personalidad de alguien se forma ya en etapas iniciales de su vida, eso también sucedía en épocas ancestrales.   Y Busiek lo tiene en cuenta en su concepción de Conan, que conforma y moldea, y define, paso a paso, hasta alcanzar la del personaje que Howard imaginó en su día, y sus seguidores sabemos: líder, inteligente, soñador, impulsivo… lejos de aquel patán musculoso y descerebrado que Hollywood llegó a presentar.

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(1) Aviso: Aquí debería ir un resumen de los episodios.  Aún conociendo un avance de su contenido, os aseguro que querréis leerlos, y, sin duda, merece la pena hacerlo.  No obstante, y para evitar sorpresas, he preferido pasarlos abajo, tras la portada del tomo recopilatorio.  Así que si no te gustan los spoilers, no continúes leyendo después de ella.   Aunque más de uno querrá conocerlos.

La edición americana de Dark Horse publica los arcos argumentales recopilados en tomos, como fueron pensados por sus creadores.  Como antes digo, es la mejor forma de disfrutar de una aventura más que digna, en todos los sentidos, que además se adentra en los orígenes del personaje sin contaminar su esencia originaria, quizás enriqueciéndola.  Ojalá que en España, y a pesar de la crisis, podamos disfrutar de una edición completa de «Nacido en el Campo de Batalla».   Si así fuera, no lo dudéis: haceos con ella.  De lo contrario, buscad los cuadernos y leedlos seguidos.  Merece la pena.

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Lo que sigue a continuación es un resumen de las Crónicas Nemedias que la reina Zenobia recopiló y dictó a los escribas sobre la juventud del Rey Conan.

Así, en «Nacido en el campo de batalla», el primer episodio, no sólo asistimos al nacimiento de Conan en una razzia, sino a su forja como persona.  Con cinco o seis años, antes de iniciarse en el camino del acero, ya ayuda a su padre en la fragua, y oye en labios de su abuelo historias de Aquilonia y las Marcas Bosonias, de Nemedia y Ophir, de Zingara, e incluso Argos, que le encandilan.  En los juegos, es él quien mejor trepa las rocas, y los organiza y dirige, y distribuye roles que los niños, incluso mayores, aceptan y consideran su líder; algo que los mayores esperan que sea, pues ha «nacido en el campo de batalla».  También despierta la envidia de otros, a los que sabrá imponerse, incluso en exceso.  La plancha final, donde se dirige a una audiencia sorprendida de verlo vivo («Atiende a tu hijo, curtidor… está herido»), mientras se aleja en el bosque bajo una lluvia incesante, es magnífica y concluyente.

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«Lobos en el Bosque» nos presenta a un Conan solitario, alejado de otros niños y juegos, tras dejar tullido a Donald.  Sin sitio en el pueblo, y mientras sueña con acompañar a los mayores en sus partidas de caza, se refugia en el entrenamiento con armas,  y su abuelo, Connacht, que le cuenta historias de maravillas lejanas y le alienta a tener paciencia, hasta que Crom le muestre su camino.  El viejo sabe que el niño es un alma inquieta, como él, forjado por los dioses en una fragua distinta a la del pueblo, y algún día partirá, como él hizo.  Cuando, en primavera, salva la vida de Cruacht, jefe de guerra de la tribu, que está herido, de una manada de lobos enfrentando a su líder, es aceptado como uno más en las partidas, y será el cazador más joven que la tribu ha tenido nunca.

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Conan no ha informado a nadie de la llegada del mago huido de Aquilonia y refugiado en sus bosques,  junto a su hija.  Los vigila en secreto a distancia, atraido por los ojos de luz y la melena castaña de la niña, algo mayor que él.   Su primer contacto con lo sobrenatural llegará en «La Batalla del Valle de Brita», más allá de las montañas al sur, donde le contó su abuelo que tuvo lugar el primer enfrentamiento con aquilonios.  Debilitado por la enfermedad, y tras cazar un enorme felino de las montañas, se adentra en el valle aún repleto de cadáveres y descubre que, tras la batalla, nunca más recobró su estado normal, y los espíritus de los caídos aún cabalgan y batallan después de la muerte.

En «Toro Salvaje Cimmerio», Conan ya no es un niño, tampoco adulto, pero ya es el mejor cazador de la tribu.  «Es Conan«, dicen todos de él, con un punto de admiración.  Ha descubierto el amor, y comparte lecho con Caollan, adolescente como él y sus antiguos compañeros, Donal y Giallchadh.    Pero también, en secreto, con Arianne, la atractiva hija de Alcibiades, el mago aquilonio.   Tras el amor, los juegos les llevan a las praderas, donde la chica será atacada por un toro salvaje y Conan salta presto a defenderla; la lucha les lleva hasta el poblado, donde romperá el cuello a la bestia.  Pero Arianne le ha seguido, y son descubiertos, y el pueblo deciden la muerte de la aquilonia.  Aunque Conan se interpone, será la aparición del mago, un padre enfurecido, quien lo evite; pero antes de desaparecer les anuncia que Aquilonia sabrá lo que él ha callado durante años: la existencia de metales y pastos en tierras cimmerias.   Cuando Giallchadh le recrimina el haber ocultado su existencia durante años, Conan, acalorado, reacciona  impulsivo (como más tarde hará en «La Torre del Elefante») y golpea su amigo, que cae muerto de un puñetazo.  «Es Conan», dicen todos.   Pero algo ha cambiado, y lo dejan solo.

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«Venarium».  Han pasado los años.  Las ansias expansivas de los aquilonios los llevan hasta tierras cimmerias, penetrando desde las marcas del sur.  Han construido una fortaleza, Venarium, desde donde dirigen las expediciones.  Durante este tiempo Conan ha vivido alejado del poblado, en la choza del hechicero, rememorando a Arianne y soñando vestigios de otras tierras, cazando sólo, aunque dejando siempre la mayor parte para el poblado, y una porción extra a la familia de Giall.  Ahora los clanes cimmerios ser reúnen contra los invasores, que han arrasado varios pueblos en su avance, y Conan los acompaña en luchas en la frontera, esperando frenar su avance.   Su abuelo, quizás el hombre que más ha influido en su vida, admira a los extranjeros, a quienes conoce, y ha luchado contra ellos.  Cuando encuentran a Donal masacrado, Conan se enfrenta a Gwydd, el jefe guerrero elegido por los clanes, y reclama una acción más directa, en lugar del asedio.  Hartos de soportar tantos amigos muertos, todos se exaltan con sus palabras y los clanes cimmerios, sin líder que los dirija, todos a una, avanzan hacia Venarium en una horda enardecida.

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«Sobre los Muros» narra la masacre y toma de Venarium por los cimmerios, donde Conan participa codo a codo con su abuelo, y es de los primeros que asaltan sus muros y arremeten sin piedad contra los invasores.  «No hubo piedad.  Para granjeros o mineros. Para los sacerdotes.  Ni para las mujeres y niños». La ciudad es incendiada, como ejemplo.  Al dia siguiente, recorriendo las ruinas, Conan encuentra el cuerpo sin vida de Arianne. «Quería decirle algo.  Pero ella no podía oírle…  Y en cualquier caso, tampoco sabía qué decir».  Cuando regresa al pueblo, el padre de Giall le pide que se quede; la deuda de sangre está pagada.  Allí atiende a su abuelo herido y escucha por última vez sus historias.  Cuando muere, ya nada le ata.  La despedida con su madre es seca y dura, apenas sin palabras: «¿Adónde te diriges?» No responde.  Pero sí lo hará ante la tumba de su abuelo, como despedida: «Al Norte y al Este».

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CONAN, La Leyenda

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¿Quién me iba a decir a mí que con el paso del tiempo volvería a hablar de Conan en comics…?

Siempre pensé que cuando Roy Thomas dejó Marvel, la adaptación al comic de Conan el bárbaro, salvo honrosas excepciones, había muerto; y que desde entonces el personaje no sería más que una pobre explotación de la gallina de huevos de oro que fue en su día, y nadie quería matar (lo mismo que en las novelas, convertido ya en franquicia).  Me equivoqué.  Lo fue durante un tiempo; pero no para siempre.   Desde 2004, la editorial Dark Horse me ha demostrado que aún hay vida para el personaje, y es posible rehacer su adaptación al noveno arte, revitalizándolo incluso.

Partiendo de cero, exclusivamente desde los escritos y fragmentos originales de R.E.Howard, sin irrupciones externas, nuevos autores como Kurt Busiek, Mike Mignola o Timoty Thruman, con Cary Nord al dibujo, han reiniciado su historia.  Posiblemente no consigan hacerme olvidar a Roy Thomas y sus historias magníficas, ni el dibujo preciosista de Barry W. Smith, incluso a Buscema, pero tampoco los desmerecen; en algún caso, incluso los mejoran, aunque no sea cuestión de realizar comparaciones.  No en vano la serie se hizo acreedora al premio Eisner 2004 con su número inicial, al que han seguido otros por las magníficas portadas o el color.

Si R.E. Howard nos presentó al personaje a través de un en ensayo que era el retazo de unas Crónicas Nemedias (Sabe, oh Principe…) ese mismo argumento utiliza Busiek para narrar sus historias, a partir del descubrimiento -miles de años después, entre las ruinas de una Tarantia enterrada- de esas crónicas que confeccionaron los escribas nemedios, y que un príncipe conquistador hace reordenar y relatar a su visir.  Un visir que no parece cómodo con la tarea, y se revelará con el tiempo que no es quien aparenta…

Si en su momento las adaptaciones del cimmerio al comic, o Las Crónicas de Aquilonia fueron apartados destacados en Berserkr, no está mal que en este regreso dedique un tiempo a comentar su nueva concepción; algo que jamás pensé volvería a realizar.

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Antes que nada quiero dejar aquí mi curiosa experiencia con esta serie, porque seguro que a más de uno le ha pasado lo mismo:

Al principio, sus dibujos y enfoque para narrar historias grandiosas, con gran disponibilidad de espacio y recursos, me ilusionó; pero con el paso de los números su interés fue decayendo, quizás debido a la forma deslabazada en que se presentan los episodios originales, con numerosos cortes y saltos de secuencia narrativa.  Un defecto, sin duda, que unido a la política errática de su publicación en España, estuvo a punto de hacerme abandonar la serie.

Después descubrí que, pese a todo, Conan, la Leyenda, mantiene una estructura coherente, perfectamente pensada sobre arcos argumentales singulares, que contienen, cada uno de ellos, la adaptación de un relato significativo del propio Howard; y el resto, en muchos casos, prefacios y ampliaciones que lo complementan.

En los USA, al concluir cada uno de estos arcos, se han publicado recopilados en tomos de unas 150 páginas.  Y es ahí donde se encuentra la verdadera concepción de la mayoría de estas historias, y como en realidad se disfrutan.   Leídos así, en contínuo, los relatos adquieren una nueva dimensión narrativa, un contenido distinto del simple episodio o momento, para trascender al de novela.  Porque son eso: verdaderas novelas gráficas que permiten el desarrollo de buenas historias, bien narradas, con personajes definidos; sobre todo muy trabajadas, e incrustadas en los relatos originales de Howard, de quien conservan la esencia, que no es poco.  Algo similar a lo que hizo Thomas en su día, con mayor planificación y disponibilidad de medios ahora, y una experiencia previa, la suya, sobre la que basarse (algo que también cuenta, y se deja sentir, aunque algunos, comercialmente, no puedan reconocerlo).

Es de esperar que, en España, Planeta se decida a publicar estos tomos recopilando los arcos argumentales  (¿una vez finalice la primera serie?).  Si así fuera, recomiendo encarecidamente que os hagais con ellos y los saboreeis.

En caso contrario, en otros post iré a comentando cada uno de los mismos, para que quien quiera los agrupe por su cuenta.   El esfuerzo merece la pena.

Y, fuera de continuidad:

  • La Corona Manchada de Sangre
  • Y algún episodio de Conan Rey