«Magie nació con una característica muy particular: tiene un hilo negro atado al dedo anular de su mano izquierda, ve y habla con fantasmas y presiente muertes trágicas en el futuro. Dios es una niña de nueve años que vive dentro de una urna en una base secreta de Nebraska, sufre una grave depresión y muestras preocupantes tendencias suicidas…»
La Curación, de Miguel Córdoba, es la historia de los olvidados de Dios.
Leer La Curación (cualquier obra de Miguel Córdoba) supone recibir un impacto sensorial múltiple: no sólo has de utilizar la vista para hacerlo (o el tacto si lees en papel); tus oídos reverberan con la abundante (excelente) música que inunda el texto disuelta en palabras con magia, y tu mente se agita con los recuerdos (cientos de imágenes conocidas) que evoca –como quien no quiere la cosa– en cada una de sus descripciones; imágenes que, más allá de definir la riqueza cultural del autor, son el instrumento que utiliza para hacernos más cercano el surrealismo que impregna su obra, suavizar el horror que ocultan alguno de los hechos que narra. Eso es oficio, no magia; recursos innatos, armas de perro viejo que sorprenden en un autor joven. La magia queda para sus palabras, para cómo escribe y consigue transmitir sensaciones, cómo retuerce la realidad y nos hace ver y sentir lo que desea. Pura magia…
Magie (magia en francés) es un ser especial que, más allá de ese hilo negro que oprime su dedo y nadie ve, los fantasmas o la muerte, que presiente tiempo antes de ocurrir (alguna demasiado cercana), tiene todas las papeletas para ser desgraciada: la muerte del padre, una familia rota que la madre ha de sacar -sola- adelante; se trata de una niña fea y gorda, que sufre el bulling de sus compañeros en la infancia y adolescencia y la condena a la soledad… salvo por el fantasma (que se esconde en la lavadora para no afrontar la angustia de la vida en el Más Allá) y otros espíritus de muertos recientes que ve, o el árbol que sembró su padre y le habla… ¿Cómo puede sobrevivir una cría a tales experiencias? ¿Cómo no le van a afectar cuando crezca…?
Miguel nos lo cuenta, en una historia inquietante aderezada con trazos de surrealismo profundo (máscaras que reflejan los sentimientos mejor que el rostro, hormigas que le marcan el camino a seguir, una dominadora rata gigante, los tulpas…) que suaviza con la música y evocación de personajes, situaciones e imágenes conocidas hasta hacerlo cercano, amigable y conseguir que nos resulte una historia natural, cotidiana, nada extraña y repleta de frases maravillosas, tan contundentes que merecerían, ellas solas, una entrada propia en el blog, que las recopilase:
« … después de morir hay una prueba que superar. Y no es fácil. Algo así como mirarte en un espejo y aceptarte como eres. Si no la pasas no hay paz, ni puedes avanzar».
«… un vertedero de sueños rotos, un lugar donde es posible el reciclaje de lo que pudo haber sido».
«No dejaba de ser bello el hecho de vivir sin la cicatriz de una eterna dependencia».
Una historia que se entrecruza con la de ese Dios-Anna, niña de nueve años con tendencias al suicidio y que, en la terrible soledad de su depresión (¿o viceversa?), olvida alguna de sus creaciones.
En la ficha (y la contraportada del libro) se califica la obra como de Terror Surrealista. Sin embargo, no la considero una obra de terror. Tal vez, sí, de angustia, pues busca el desasosiego del lector; y, por supuesto, es surrealista. Angustia Surrealista podría ser un buen calificativo para ella.
Pero, pese a las penalidades que han de sufrir los personajes, la brutalidad de algunos actos en sus vidas, la obra esconde, en el fondo, un mensaje de lucha y superación personal, una apuesta por sobreponerse al desasosiego y la angustia que genera el miedo, el terror cotidiano que atenaza la existencia y a todas las pruebas (reales o surreales) que nos agobian; un mensaje claro de que, aunque puedas caer en el camino, lo importante es levantarse. Lo vemos en la lucha diaria de Naomi, la madre, que saca adelante a sus hijas, con alegría y buena disposición («las tres guerreras»). En Lor, capaz de superar el trauma de la infancia gracias a la música (y Flip). En Tim, contrapartida a la maldad negativa de Jeremy, o la propia Magie, tras todo lo que ha debido sufrir y cuantas veces caiga. Y, por supuesto, en Carey Mahoney, que no se resigna a permanecer en las páginas de un libro que no es el suyo y salta a éste. O en el final, que es un nuevo comienzo, y en el mensaje que un niño imaginario repite a Magie a lo largo de la obra y es una solución:
«Cuando Dios se olvide de sus hijos debes ir a Nebraska a recoger los trozos de tus sueños rotos».
Miguel Córdoba lleva tiempo escribiendo, ésta es su tercera novela, después de obtener varios premios y menciones en concursos de relatos y algún que otro guión de cine, también premiado («La Cuerda«, dirigida por Pablo Sola, un corto de suspense y terror, de excelente factura). De hecho, es un autor fetiche para Ediciones El Transbordador, que inició su singladura en 2015 con Ciudad de Heridas, su primera novela (ver reseña aquí).
Si en aquel momento su temática y estilo sorprendieron con agrado («sorprende» es la palabra que más veces se repite en la reseña) y, aunque los recuerdos ya se pierden en la niebla del tiempo (si Dios puede olvidar, cuánto más no lo haremos nosotros), quiero constatar la madurez y evolución que ha experimentado Miguel en este tiempo, alejado ya de aquella sombra alargada de Stephen King que se intuía como influencia (sin que dejara de ser una obra personal) y que desaparece -o casi- en La Curación, lo que evidencia una personalidad y estilo propios que bullen con fuerza y prometen más sorpresas agradables en el futuro.
Como sorprende el prólogo -genial- de Darío Vilas, que parece integrarse y formar parte de La Curación como un capítulo previo -o posterior- a la misma. Todo un acierto, sin duda.
La segunda novela, Los tres abismos de Damián Mustieles supuso un complicado ejercicio de auto-control e ingenio, un reto arriesgado, propuesto por la editora, al que supo dar respuesta con brillantez y sin fagocitarse: desarrollar las historias que se referencian en la obra anterior, usando el mismo universo, sin repetirse.
De ahí surge el personaje de Carey Mahoney quien, como en la obra de Pirandello, «Seis personajes en busca de autor», reclama el papel apropiado (en este caso, la obra que le corresponde) y anhela consumar su propio destino. Y bien que lo consigue.
Miguel Córdobaescribe de maravillas; sus obras no dejan indiferente a nadie. En La Curación te atrapa, capta tu interés de inmediato, con un lenguaje cuidado a la vez que sencillo y fluido, y recursos culturales ilimitados (*) que engrandecen la obra y trasciende el surrealismo hasta hacerlo cercano al lector. Obra muy recomendable (que ha entusiasmado a muchos amigos del Club de Lectura).
Cuando sea mayor y, junto a otros olvidados de Dios, orbite la estrella Tabby en la constelación del Cisne, me gustaría escribir como él.
(*) – Leyendo ahora por encima, en diagonal, he hallado más de 70 referencias y citas a canciones, cantantes o grupos, películas, actores y directores, escritores, poetas y obras literarias, dibujantes y personajes de cómics, pintores, obras de arte, edificios famosos… sólo hasta mitad de la obra (después no seguí…).
Fue una noche completa. Y muy entretenida. Catorce personas hablando de forma distendida -bebidas y comida delante- acerca de la obra del gran maestro de Maine, autor de más de doscientas novelas y relatos, principalmente de terror, pero también fantasía y sobre temas de interés social. Recientemente, su nombre ha sonado como candidato al Premio Nobel de Literatura (un poco excesivo, quizá; pero cosas más raras se han visto).
Tras la presentación de Tony Jiménez, invitado especial esa noche (trataremos su obra en el siguiente apartado), nos centramos en la figura del maestro del Terror, de quien es todo un entendido. No en vano ha publicado el libro Las Pesadillas de StephenKing [1], en dos volúmenes (de momento), en los que compila su obra.
Comenzamos con la pregunta de quién es o qué representa SK para Tony Jiménez:
«En literatura, prácticamente todo. Antes de King yo leía ya terror, Lovecraft, Matheson que me encanta, incluso Barker; pero lo que es amar el terror, fue con King. Fue leer sus primeros libros (creo que tenía diez años), «Misery», «Carrie» y creo que «IT», los primeros de aquel coleccionable de tapas doradas en los quioscos (por cierto, un coleccionable de King, hoy, sería genial) y me dije “yo quiero provocar lo que provoca este hombre” (otra cosa es conseguirlo). Con King me enamoré de la literatura de Terror. Desde entonces, todos mis libros están influenciados por él.
«Así que, a nivel de escritor, para mí significa todo. Y a nivel de lector, casi, casi… es de los pocos autores que sigo en todo; tengo todo lo que publica, en varias ediciones. Es puro vicio coleccionista. Al final, es una marca. Saca cualquier cosa y la buscas, aunque después alguna no te guste, que de todo hay. Aún así, las he leído varias veces. De modo que, para mí… Maestro, Maestro, Maestro».
— Un modelo a seguir, vamos.
«Sí. Sobre todo, porque es una persona muy humilde, alguien que siempre ha tenido los pies en el suelo, incluso cuando se drogaba, y escribe sobre lo que a mí me gusta, es muy de izquierdas (más rojo que la madre que lo parió…) y nada religioso, aunque sí muy espiritual; en sus libros hace mucha crítica a la Iglesia, a la idea de Dios, cosa que me parece muy interesante; su concepto del ser humano, el estudio psicológico que realiza sobre nosotros como especie… No sé, me siento muy identificado con sus pensamientos».
La idea inicial era que Tony nos diera una charla sobre su visión y contara todo lo que quisiera acerca de Stephen King y su obra. Cuando se lo recordé…
«Hombre, he escrito un libro de seiscientas páginas… podéis comprarlo» (risas).
Y decidimos continuar con las preguntas que más nos interesaban a cada uno, en aquel ambiente distendido y casi de familia que se había formado. Tony las respondió todas, sin excepción. (Había pensado incluir junto a cada pregunta el nombre de quien la hacía, pero somos muchos y sería un galimatías; mejor como grupo. Además, así os reconocéis y jugáis a recordar -o adivinar- quién hizo las otras):
—¿Qué te parece el muchacho…? Acaba de soltar otra obra, hace diez minutos [“El Instituto”]. Conecta con “Ojos de fuego”, aunque no directamente, hay una relación, niños con poderes.
«Sí, prácticamente hace diez minutos… y yo aún no la he leído…».
—¿Cómo influyó que, de repente, la industria del cine comenzara a adaptar las novelas de SK? ¿Influyó en su escritura?
«Creo que sí. Influyó en su escritura, pero sobre todo en su reconocimiento y fama; le dio un empujón muy grande. El hecho de que su genial novela “Carrie”, que es del 74 se estrenara en el cine sólo dos años después fue un subidón».
Alguien comenta que poco después “El Resplandor” (que inicialmente se tradujo por “Insólito esplendor”) lo consolidó definitivamente.
—¿No piensas que cada uno tiene una imagen propia de King? ¿Su icono favorito? Tiene tantos libros, tantas historias, es tan prolífico que cada uno ve en él una cosa diferente.
—Demasiado prolífico…
—Pero siempre ha dado en la diana…
«Para hacer un ensayo sí es muy prolífico. Yo voy por dos libros… y queda un tercero».
Opiniones encontradas, unas a favor y en otras contra de la cantidad y calidad de su obra. Finalmente, se reconduce el tema:
—¿Cuántos libros llevaba King cuando se hace la primera adaptación cinematográfica de “Carrie”?
«Unos cuantos. No publicados bastante, todos los de Richard Bachman, que así firmaba hasta entonces. Eso terminados, porque sin terminar creo recordar que tenía un esbozo de “La Cúpula”, que antes se llamó “Los Caníbales”; una idea que me parece muy interesante y que debería desarrollar en otro momento: un edificio de apartamentos donde la gente se queda encerrada y, con el transcurso de los días, un grupo intenta alimentarse del resto… Si no lo hace, le robo yo la idea» (risas).
«Creo que la primera que novela terminada fue “La Larga Marcha”. Aunque la escribió tan cercana a “Rabia”, “El Fugitivo” y “Carretera Maldita”, en sus tiempos de universidad, que he encontrado libros de referencia que equivocan las fechas. Buscando, buscando e informándome muchísimo, al final sale, por muy poco, “La Larga Marcha”».
—Entonces, la primera que publica como Stephen King es “Carrie”. ¿Y directamente le compran los derechos para el cine? ¿Cómo es posible?
«Debido al bombazo que fue la novela. Sí, los derechos tardaron muy poco. Y tuvo que ir la mujer a avisarle al colegio donde trabajaba porque no había teléfono. Fue un contrato de los gordos, de los de mucho dinero, más para alguien que empezaba».
—Y con un director de prestigio, Brian de Palma, no cualquiera.
«Sí, algo curioso de las adaptaciones de King, sobre todo los primeros veinte años, es que han tenido directores que forman parte de la historia del cine, auténticos mitos; tanto directores como reparto. Últimamente casi se está volviendo a eso, mitad y mitad. De hecho, la última película, que se estrena ahora en Sitges y aparece en Netflix, “En la Hierba Alta”, tiene como director a Vincezo Natali (Cube, Splice). King es un tío que ha tenido mucha suerte en este aspecto porque, como él mismo dice, ha estado en el momento adecuado con el material adecuado. Imagina que “Carrie” no hubiese triunfado como novela o su adaptación hubiera sido un fracaso… Por ejemplo, si alguien quiere hablar de “El misterio de Salems’ Lot”, que lo haga, porque yo bien no puedo hablar. No es de mis favoritas…».
—Pero hay quien la pone muy bien… De hecho, el escritor John Connolly, en un ensayo en uno de sus libros, comenta que esa película le influenció para decidirse a escribir.
«Sí. Si tiene tanta fama es porque es buena, pero a mí… creo que me pilló tarde. Llegué a ella después de haber visto “Muñeco Diabólico”, “Viernes 13”, “Cementerio de Animales” y me impresionó poco. Es como, por ejemplo, la primera “IT” que, vista en su momento, me impresionó; crecí con ella, pero, con el tiempo, le ves sus fallitos, aunque a mí me sigue encantando. Entonces, yo creo que la primera de “El misterio de Salems’Lot” (luego tuvo una adaptación en 2004, con Rob Low haciendo de vampiro). -Alguien salta: «Prefiero la primera»-. Pero a mí la primera (Tobe Hooper, 1979) no me impactó.
—Mientras tanto, “Blaze” y “La Niebla” se quedan en el cajón. “Blaze”, si no la habéis leído es una novela “noir”, no de terror, escrita por Richard Bachman.
—Para mí, hay una película que no he podido volver a ver, “Cujo”. No la soporto [opiniones distintas, a favor y en contra]. La novela es magnífica, pero la película… me muero de verme en esa situación.
Tras un largo cruce de opiniones, Tony sentencia:
«Hay películas sobre obras de King que, tras el nombre y un título llamativo, la historia no tienen nada que ver. Un caso típico es “El Cortador de Césped”, que sólo tiene el título. Si lees el relato, va de dioses paganos; te ves la película y tiene el cortador de césped y poco más. En realidad, está basado en el relato de otro autor; hubo ahí una serie de demandas bestiales. Y lo de “Perseguido” me parece divertidísimo: la novela me parece bastante buena, luego te sacan una película de acción al estilo de los ochenta, con Schwarzenegger… De existir internet hubiese ardido en ese momento.
—Hay gente que dice que “Los Juegos del Hambre” está basada en esa novela…
«”Los Juegos del Hambre” está basada en “Battle Royal”. Y ésta, ¿de dónde sale?… Pues, más o menos… Me gusta mucho la época de Richard Bachman, su primera época, cuatro libros que yo creo están muy conectados; “El Fugitivo” parece que está en el mismo universo que “La Larga Marcha”, me parece una de las mejores novelas de King, yo la estaba leyendo y sudaba, me parece una novela angustiosa, afixiante… Es del mismo estilo: un programa de televisión, una crítica a la televisión, al gran hermano, etc…
—Pero la pregunta es si bebe o no de “Los Juegos del Hambre.
«Sí. Yo creo que sí. Yo, como escritor, lo digo mucho: creo que lo original es el enfoque que tú le das a un tema, y eso King lo hace muy bien, no ha reventado las ruedas nunca. En Salems’Lot él mismo lo dice, es Drácula; pero Drácula en el universo King. “IT” me parece una novela de Lovecraft muy escondidilla, con muchos elementos de King, como si hubiesen decidido escribir cada uno lo suyo y después unirlos. “Carrie” igual, aunque introduce el concepto piroquinético. Pero “Ojos de Fuego” es más o menos lo mismo, y “Christine”, como se decía en la época “es Carrie para hombres”; salvo por el coche, el concepto es el mismo. Además, King lo dice: “yo no hago nada original, es el enfoque que le doy a un mismo tema”.
—Pero “Sonámbulos” no está basado en ningún guión conocido.
«Además, me parece una película descacharrante, muy divertida; son hombres gatos… Y el rodaje, nada más por los cameos… hay fotos de King, con Clive Barker, muchos directores de terror y Mick Garris, que es el amiguito de todos. Pero no está basada en nada».
—SK tiene muchos padres literarios, pero siempre ha reconocido que, sin Richard Matheson, que a mí me encanta, no existiría. Lees relatos de ambos y ves la conexión. SK, en gran parte, viene de ahí.
—Os he estado escuchando 20 minutos, y tenéis que admitir que SK es cine. No habéis hablado apenas de literatura. Sé que todos leéis como animales; y muchos, como Tony, también escriben… y sólo hablamos de cine. La literatura está muerta, solo sirve para hacer guiones, todo lo demás no vale. King es cine. Sólo habláis de cine, vosotros, que sois lectores constantes. Imaginad a uno que sólo ha leído dos novelas de King.
La polémica está servida. Cruces de opiniones en contra, que apenas se dsitinguen.
—No es así. Se han hecho referencias a novelas. Pero es verdad que en su mayoría a películas. Al final, te quedas con la imagen de la película sobre el libro.
—Es que eso es King. King es quien ha hecho dar el salto desde el cine clásico de la Hammer al cine de Terror actual. Ha sido él. Hombre, otros como Clive Barker, han ayudado, pero ha sido King. Esa es su maestría.
Murmullos entremezclados, voces que se entrecruzan. Parece que nuestro polemista oficial ha sentenciado y el partido llega al descanso (aunque cerveza no ha faltado). Pero hay tiempo para más, mucho más.
—Yo… le quería preguntar a Tony: para ti, que época o qué novelas son las mejores de King. Según tu gusto y criterio.
«Precisamente, en el ensayo, que hemos dividido en dos, el King clásico y el King moderno, digo que -hasta el momento- tiene tres etapas: la de los ’80, de terror más puro, que a mí me gusta mucho; después, en los ’90, resulta curioso que los críticos comienzan a considerarlo un escritor “serio” (hasta entonces, parece que no lo era), con “Dolores Claiborne”, “La Tienda”, “El Pasillo de la Muerte”, que son temas donde vemos al King de ahora, menos interesado en terror y más en el elemento fantástico (algo que también hace su hijo, Joe Hill); y luego está la etapa más contemporánea, en la que escribe terror cuando se lo pide el cuerpo, pero sus mejores libros no son de este género; al contrario “22-11-63” me parece una de sus mejores obras, una novela romántica y de ciencia-ficción, y no sabes de cuál tiene más; “Mr.Mercedes” a mí me encanta y es un thriller.
—A eso voy. Yo conocí a King en su primera época, que me gustó y mucho. No lo he leído todo pero, lo que leí, lo disfruté. Después, me cansó. Cuando comenzó con la fantasía lo dejé; leí algunas obras suyas y, sinceramente, me cansó. De fantasía había muchas cosas mejores que las suyas. Y de la tercera época no he leído nada. Me han recomendado dos o tres, “22-11-63”, “La Historia de Lisey” y alguna otra. Por eso te preguntaba (¿a quién mejor?) cuáles son tus preferidas.
«”La Historia de Lisey” a mí me gustó mucho. Creo que es su historia más personal. Pero no es para todo el mundo, porque es muy intimista, tensa; mucha gente me dice que no sabe qué ha querido contar en ella, y les respondo: “pues una historia de amor”, su historia; además es una oda a la creatividad, un proceso creativo increíble; cómo la creatividad te puede llegar a curar, sea cual sea tu profesión. A mí, personalmente, me gustó mucho, y eso que la empecé reticente porque, claro, lees la sinopsis y piensas “menudo ladrillazo me va a soltar”. “El Retrato de Rose Madder” me gusta, pero me parece un ladrillo, una de las idas de pinza de King, como en “Cell”, que es un tocho; de repente empiezas a leer y piensas “¡Madre mía, este hombre se ha liado!» Comienza a escribir y no para.
—Pero… ¿“Cell” no mola?
«A mí me gusta, pero cuando los zombis empiezan a volar… Es la típica novela de zombis, pero por King, porque para novela de zombis tenemos “Cementerio de Animales” que es una pasada. Esta una de apocalipsis zombi, pero cuando comienzan a evolucionar… es cuando digo que se le ha ido la pinza, comienza a mezclar; (¡ojo: spoiler!) adquieren poderes telepáticos, a levitar, actúan como enjambre… y llega un momento en el que dices ¡bufff…! Eso sí, el principio es uno de los mejores que ha escrito King. Y la película… ¡Madre mía…! y eso que soy muy permisivo con las adaptaciones de sus obras».
—De los personajes de SK, que son muchos y variados ¿con cuál te quedarías? ¿Cuál es que te ha impactado o te ha llegado más?
«Pues… (risa). Dolores Claiborne me gusta mucho; además, hubo una época en que a King se le tachó de machista (tocaba ese día), pero lees “Dolores Claiborne” y te tienes que reír. De “El Resplandor”, Jack Torrance me parece un personaje fabuloso, y el niñooo… los niños King, esos que se comportan de forma adulta, más que su edad, me encantan. Hay uno que aparece en “La Mitad Oscura” que me encandila, sobre todo cuando vemos su evolución en la novela. Y los perdedores de “IT” me parecen, todos, creaciones estupendas; además, le coges un cariño que, cuando llegan a adultos, quieres tirarlos a la basura».
—¿“IT 2” no te ha gustado?
«Me ha gustado. Pero es una prolongación de la primera -que me encantó, sinceramente-. Me parece una película de terror divertida, en plan “Pesadilla en Elm Street” que, más que dar miedo, es para pasar un rato divertido, pasártelo muy bien. A mí, claro, la original me cogió chiquitillo y cuando vi el payaso comiéndose a los niños… (risa nerviosa)».
—Yo creo que está mejor la mezcla de las dos en una. En el libro es una historia que incluye las dos épocas, contadas con flashbacks al pasado, que te hace dar cuenta de lo que había entonces y pasaron de niños.
«Esta segunda tiene más flashbacks de los que yo creía. Pensaba que habría un par de recuerdos y poco más, pero es verdad que llega un momento en que se llena de flashbacks al pasado, y si le hubiesen añadido un par de horas más hubiese salido la novela entera. También es verdad que se trata de una de las obras de King más complicadas de adaptar, ni siquiera en una serie, porque tiene pasajes…, el rito de Chüd es muy complicado de llevar a la pantalla y que la salano se quede… Pienso que con la nueva han pretendido hacer un blockbuster de terror, una película que pueda ver todo el mundo y, en ese sentido, ha funcionado. Tiene cosas muy chulas.
—La han hecho para vender globitos… Yo adoraba el payaso de la primera película. Lo hubiese mantenido… Ese payaso clásico que todos tenemos en la cabeza.
Y con este comentario se acabó la «multientrevista», toda una party con Tony Jiménez sobre Stephen King, el mago del terror de Maine. Necesitábamos descansar y reponer fuerzas para le segunda parte.
Como veis, un rato extenso y divertido, en el que Tony, con la humildad que le caracteriza (parece tímido el chiquillo, pero cuando comienza no hay quien le pare), no eludió ninguna pregunta o tema que le sacáramos. Puede hacerlo, os lo aseguro, pues de King sabe un montón. Fue todo un lujo.
Que seguirá en la segunda parte (pero tened paciencia, porque fueron casi cuatro horas de grabación y este trozo sólo ocupa 45 minutos…)
[1] Las Pesadillas de Stephen King. v.1: «Here’s Johnny!», v.2: «¡Todos Flotan!«. Appelhead Team Creaciones.
Aún estaba en el instituto cuando leí Un Mago de Terramar por primera vez. Recuerdo que mi perplejidad era constante página tras página. Si bien no tenía la chispa ni el ritmo de Howard, mi autor favorito por aquel entonces, sí que me cautivó su tono melancólico y pausado, sobre todo por lo alejado que estaba de los esquemas de la fantasía que acostumbraba a leer. Agradecí el cambio de registro y la ausencia de las razas típicas: elfos, enanos, bárbaros y orcos.
El estilo era también un soplo de aire fresco, que al igual que a las embarcaciones que surcan los océanos interminables de Terramar, te movía a seguir leyendo hasta el final. Si bien el ritmo era lento, se compensaba con la brevedad del relato. Si acaso los magos no eran tan carismáticos como Merlíno Gandalf, poco tenían que ver con los clichés que ya conocemos los viejos lectores del género.
Mapa de Terramar, por Lyam Davis
Terramar es un archipiélago rodeado de agua. No caben grandes épicas ni ejércitos multitudinarios enfrentándose. No se mencionan otros continentes tampoco… bueno, si se sugiere algo presente en el incierto oeste, donde moran los muertos y los dragones. La protagonista es la magia, con elementos taoístas, unida al valor del aprendizaje.
Lo mejor de la historia está en las resonancias del viejo lenguaje y los símbolos: La sombra, la niebla, el fluir de las aguas, los pájaros… Si bien en la épica clásica el enemigo es exterior, vemos que el principal enemigo de Gedes él mismo. Es una historia fantástica con estructura de cuento, aunque la autora se recrea describiendo de forma realista algunas escenas, lo cual genera un peculiar contraste. Hay también más motivación por madurar que en enfrentar a una némesis, y más reflexión que acción. Los dragones temen más la palabra que la espada, y los magos rara vez usan la magia, si pueden evitarlo.
Estas contradicciones hacen que la historia se mueva también a la sombra de un género encasillado y menospreciado en su época, e igual que su personaje principal, tiene la intención de crecer más allá del niño y el joven adulto, para apelar a alturas más literarias.
Digno de mención es que algunos de los elementos más exóticos de Le Guin, se volvieron mainstream posteriormente, como el entonces novedoso concepto de la escuela de magia.
Estos relatos funcionan como forma de conocer, de forma superficial pero extensa, la ingente obra de Úrsula K. Le Guin. Contiene historias pertenecientes a sus dos ciclos principales, Ekumeny Terramar, y otras independientes. Formando un grupo, si bien dispar e inconexo, que no baja el nivel de calidad ni produce sensación de incoherencia. Por poner un símil gastronómico, este libro sería más como una comida de degustación, donde se prueba un poquito de cada cosa, aunque el cocinero sea el mismo.
Personalmente, lo he disfrutado mucho. Al leer a esta escritora arbórea, como ella misma se define, uno tiene la sensación de conocer una mente hermosa: inteligente, sensible, llena de delicadeza, de serenidad. Me ha seducido su personalidad, sus ideas anarquistas, su feminismo sensato, su sentido común en cada comentario o relato. Todo ello hace que lamente su pérdida de verdad, no como un nombre en las noticias, sino sintiendo su desagradable peso. Una voz razonable se ha extinguido en un mundo de Donalds Trumps y dictadores norcoreanos, lo cual lo hace aún más triste si cabe.
Los relatos que contiene este volumen doble se enmarcan en los géneros de ciencia ficción y fantasía, a veces uniéndolos en una misma historia como ocurre en el primero, El collar de Semley.
Todos merecen la pena, aunque considero un poco insustancial La caja de la oscuridad, aunque su introducción es muy tierna. Yo me quedaría con Abril en París, El poder de los nombres, Dirección de la carretera, éste último me parece una delicia en cuanto a originalidad y buen oficio de escritor, y sobre todo Los que se alejan de Omelas.
Quisiera hacer mención aparte a este último, el cual me parece una metáfora tan afilada de nuestra realidad, que, por un momento, parece rasgar nuestra falsa complacencia para darnos cuenta de que este reino fantástico no es más que un reflejo de nuestra sociedad, que no se sustenta en su desgracia particular, sino en la de millones de personas, con sus rostros, sus tristezas y recuerdos.
No me voy a poner a dar la chapa, pero es un relato impactante y del que podrían nacer muy provechosas reflexiones. Se lo recomendaría a todo el mundo, en especial a unos cuantos políticos.
Mi conclusión es que seguiré leyendo a esta mujer, siento especial interés por Los desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y el primer libro de Terramar. Seguro que merecerá la pena. No solo por la belleza de sus historias o de su estilo, sino por las ideas tan valiosas que despliega y que, para mí, son los mayores tesoros de la ciencia ficción y la fantasía: plantearnos nuestra realidad desde otra óptica, relativizar y buscar alternativas a nuestra forma de vivir y organizarnos. En definitiva, intentar comprendernos a nosotros mismos y, cómo no, mejorar.
Sin bien al arte en su totalidad busca incidir en nuestra conciencia como un método de autoconocimiento, en ocasiones el género fantástico es su punta de lanza, su vanguardia. Y eso es gracias a escritoras como la que nos ocupa en este momento.
Para terminar, solo dejar una recomendación revoloteando en el aire, al menos hasta que el viento la recoja y suavemente la devuelva a su morada.
No es ningún secreto que todo lector constante tiene en su haber una serie de hábitos literarios (a veces una amplia gama) adquiridos a lo largo de años consagrados al incomparable placer de pasar páginas. El gusto por lo ritual eleva la experiencia lectora a los altares de lo sagrado: hay quien encuentra gozoso leer en el transporte público, hay quien lee escuchando cierto tipo de música, hay quien va alternando géneros, están aquellos que jamás abren un libro a no ser que forme parte de una trilogía o algo peor… Yo, por mi parte, desde hace muchos años y cuando se trata de un autor de ficción con cierta trayectoria al que me enfrento por primera vez, tengo la costumbre de empezar por alguna antología de relatos cortos (siempre, claro, que el autor en cuestión tenga relatos cortos en su haber). Nada como las distancias pequeñas para adentrarse en lo desconocido; por eso, cuando Manuel Berlanga, alma mater del Club de Lectura de Literatura Fantástica en Málaga, nos propuso dedicarle un homenaje a la recientemente desaparecida Ursula K. Le Guin, no me lo pensé dos veces y escogí Las doce moradas del viento de entre todas las obras que se propusieron. Jamás antes había leído a Le Guin, ergo antología de relatos. Nuestro compañero del Club de Lectura Daniel Henares también se decantó por este libro, y ha escrito un hermoso artículo para el presente Homenaje.
Las doce moradas del viento recoge de manera cronológica una selección de cuentos publicados a lo largo de una década, lo cual siempre viene muy bien a los maniáticos amantes del orden cronológico como yo y a los analistas literarios que suelen incluir en sus reseñas frases del tipo “La presente selección permite estimar la evolución estilística de la autora…”, o alguna de sus variantes. Y si bien realmente se puede apreciar una mejora entre el último relato de la antología (El día antes de la revolución, sentido cuento acerca de la senectud) y el primero (El Collar de Semley, una historia de amor, y no menos de vanidad), ya desde el segundo relato me asaltó con claridad la imagen de una creadora originalísima: Abril en París es una historia de viajes en el tiempo (¡a través de la magia negra!) que deviene en gratificante celebración de las relaciones personales. Al igual que casi cualquier puntal del género a partir de la segunda mitad del siglo XX, Le Guinse sirve del hecho fantástico para explorar las profundidades de la condición humana, pero de una manera íntima, a veces melancólica, alejada del cinismo de algunos de sus colegas de letras. Así, en la presente colección podemos encontrar parábolas sobre la necesidad de compañía (Abril en París), la búsqueda del yo (Un viaje a la cabeza), la intolerancia y la persecución de las ideas (Los maestros y Las estrellas en la roca), la dificultad o imposibilidad de entendimiento (Más vasto que los imperios y más lento), el egoísmo (el acongojante Los que se alejan de Omelas)… y luego está, cómo olvidarlo, el relato de un árbol contado por él mismo (Dirección de la carretera), una elección del punto de vista narrativo muy audaz, y lamentablemente poco practicado.
Cada lector tendrá sus relatos favoritos de la antología, así que yo no soy nadie para mostrarme categórico, aunque es probable que los más redondos sean precisamente los dos últimos, Los que se alejan de Omelas (inolvidable cuento de terror moral, como muy bien lo definió Dani Henares en la última sesión del Club de Lectura) y El día antes de la revolución. Yo voy a subir tres a mi particular podio: Cosas, sosegado relato que se desarrolla en un ambiente preapocalíptico, dotado de una singular melancolía; El viaje, parablemente la historia sobre drogas alucinógenas más romántica jamás narrada; y, quizá sobre todos ellos, Nueve vidas, un relato acerca de la clonación que, gracias a un giro de la trama, se convierte en un estudio sobre la soledad y el aislamiento. Una paradoja manejada de manera magistral, una sensibilidad privativa de los grandes talentos del género fantástico. Chapó, señora Le Guin.