¡Impresionado! En ese estado me encuentro. Aún con el pellizco en la boca del estómago tras presenciar el final de temporada, los finales de cada trama; por mucho que gran parte ya la conozca por la lectura de «Danza de Dragones«, por mucho que imaginase el resto… Impresiona, la verdad, verlo en imágenes y confirmar lo esperado… Para pasar a desear con ahínco la temporada 6, y más ahínco aún la llegada de “Vientos de Invierno”, cuyos spoilers vistos no hacen más que generar aún más ganas… ¡Que idiota sería Martin si dejara que JdT6 le adelantase sin publicarla…! Y no lo considero así… ¡Qué gran reto tienes por delante, George…!
En las puertas de Invernalia, los planes de Melisandre se cumplen y las nieves derretidas allanan el camino de Stannís hacia el castillo… pero no como esperaban. Y a la doble deserción de las tropas y Selisse por su decisión, se une la de la propia Sacerdotisa, que se retira hacia el Castillo Negro (mira por donde, su regreso cierra uno de esos círculos abiertos con las novelas, y abre puertas a ciertas opciones imaginadas de continuidad…).
En el Muro, tras su regreso de Casa Austera, un Jon desanimado por lo que ha visto (“decenas de miles de muertos vivientes, el mayor ejército del mundo”) comparte su desesperanza con Sam. Este, a cambio, le pide el favor de enviarlo a Antigua, junto con Elí y el bebé, para no morir los tres allí, y convertirse en Maestre (mira, también, cómo otro de los círculos abiertos con los libros se cierra y la trama de Antigua recobra importancia y valor…). La partida de Sam deja a Jon sin amigos en el Castillo Negro. Salvo Ed, quizás… y quién sabe si Davos o Melissandre lo podrán ser hasta su prometido regreso… Parece que no.
Un Baratheon no se retira por mucho que tenga en contra las circunstancias (al menos Stannís no), y el enfrentamiento con los norteños tiene lugar… también con resultados muy diferentes a lo esperado en las novelas, lo que propicia que Brienne de Thart justifique su presencia en la serie y obtenga la ansiada venganza jurada por la muerte de Renly. Aunque ello le haga abandonar su vigilia y no vea la llamada de auxilio de una vela prendida en la torre… Y cuando Ramsay regresa a la casa de los Stark y está sola frente a Miranda, sólo puede contar con la ayuda de un ser hediondo para saltar la muralla. Aquí la historia de Sansa (sin llegar nunca a ser esa Dark Sansa que deseábamos) mantiene los pasos de Jeyne Poole en las novelas… sin saber muy bien hacia dónde.
En Braavos, Meryn Trant, además de putero y pedófilo resulta ser sádico y maltratador. Todo es poco para justificar su asesinato por una Arya Stark justiciera (ésta sí es Dark Arya) con rostro de la niña enferma, que al fin consigue tachar el nombre que era el primero en su lista, de forma salvaje, fría y despiadada. Una Misericordia (Mercy) distinta, anticipada a «Vientos de Invierno«. Sólo que a su regreso al templo del Dios de los Muchos Rostros, Jaqen H’gar conoce su elección incorrecta y no puede perdonarla sin aplicar un castigo. Y en un excelente y muy logrado juego de rostros cambiantes y no ser nada ni nadie, ciega a Arya para devolverla al status final que alcanza en «Danza de Dragones«. Sólo que sin la gata…
Si en post previos calificaba como desdibujadas a las Serpientes de Arena, no me retracto; lo están, por muy preciosa que me parezca Tyenne. Pero Ellaria… ¡ah, Ellaria es otra cosa…! Si su perdón en el episodio anterior resultaba ridículo, salvado sólo por la intrigante confesión a Jaime, aquí demuestra que lo suyo es el cariño amoroso de una Víbora roja… La partida de Dorne hacia Desembarco del Rey de Jaime, Myrcella, Trystane y Bron, culmina a bordo con una inesperada escena entre padre e hija, y el torpe intento de éste de explicar tal situación; sólo para descubrir que es del todo innecesaria porque Mycella lo sabe, siempre lo ha sabido, y se alegra. La sorpresa emocionada de Jaime a continuación lo es por partida doble… también para el espectador. Si ya en el episodio anterior la trama acelerada de Dorne se anticipa a lo sucedido al final de «Danza de Dragones«, con éste ya no sabemos si hemos visto un spoiler avanzado de lo que va a suceder, o un paso más adelante en esta desviación completa de los hechos, motivaciones y actuación de los personajes. Lo que sí queda claro es que la visión de estadista que posee Doran Martell (un personaje doliente y complejo en las novelas) en la serie es plana y ridícula… o la función mejor representada que un hombre de estado haya realizado jamás.
En Meereen un extraño grupo doliente, Tyrion, Jorah y Daario, al que se unen Missandei y Gusano Gris, planean cómo afrontar el futuro tras la desaparición de Danaerys, en una ciudad sin reina, ni rey tras la supuesta muerte de Hizdhar zo Loraq. Finalmente es Daario quien dispone que él y Jorah partan en busca de la reina, mientras Tyrion quede para dirigir la ciudad en su ausencia (¡Ah, Barristán, cómo te han cambiado!), con el apoyo de Gusano Gris y sus Inmaculados y la presencia de Missandei, la mujer en quien confiaba la regente. Contará con alguien más, pues en un giro inesperado que cierra un nuevo círculo, esta vez de la propia serie y temporada, Varys surge de la nada para asesorarle. Su presencia puede parecer forzada –y lo es-; pero es gratificante ver a estos dos tipos juntos, disfrutar de sus diálogos repletos de circunloquios y dobles sentidos, nunca exentos de contenido singular. Danaerys, en tanto, alejada por Drogon hacia el norte, no consigue que el animal, herido y agotado, la devuelva a la ciudad, por lo que inicia ella el descenso de las montañas solas… para encontrar –o ser encontrada– por un nuevo khalasar.
La Misericordia de la Madre se muestra en todo su esplendor en Desembarco del Rey, cuando la tozudez de la Septa Unella consigue que Cersei se muestre dispuesta a confesar. Eso sí, sólo lo que es fácil de demostrar, como su relación con Lancel. El resto, incluido incestos y asesinato del rey, lo niega. La confesión le ayuda, pero no impide el juicio que tendrá. Y la penitencia le permitirá regresar a la Fortaleza Roja… ¡Pero qué penitencia! De verdad que impresiona –por mucho que lo leyeras con esa descriptiva precisa de Martin– ver pasear a Lena Headey (su doble) desnuda y despojada de todo su poder, entre podredumbre y sangre, mancillada y vituperada por la multitud y el populacho al que antes gobernaba con desprecio; cada vez menos firme, más dolida, cada vez más rota y humillada, hasta la guardia de honor Lannister que antes la protegía, y unos Kevan y Pycelle que no se conmueven ante su estado. Lo que ya no describe Martin es su acogida por Qyburn, y la última adquisición de la Guardia Real: una montaña enorme, muda y rediviva como un Frankenstein de Poniente, que la traslada en brazos como si de una niña se tratara. Sólo entonces parece recobrar la serenidad.
Por fin, el Muro. Tras la llegada de una Sacerdotisa Roja apagada que confirma los temores de Jon por Stannís y Davos por Shireen, el Lord Comandante recibe de Olly el anuncio de que su tío Benjen Stark, capitán de exploradores podría estar vivo y fue visto en Casa Austera. Jon lo sigue, junto a Alliser Thorne y un grupo de Vigilantes hasta una grabada cruz con el texto “Traidor”. Y allí, uno tras otro, hasta Olly le dejan su firma, al son de un “Por la Guardia” nada misericordioso. Impresiona ver el cuerpo de Jon desangrándose sobre la nieve con ojos abiertos bajo unos acordes dolientes y lentos de la sintonía de la serie, ejecutada de la forma más triste y apagada que haya sonado jamás. Fundido en negro…