PRÍNCIPE VALIENTE. 1937. Sinopsis y viñeta.

Aprovechando que Planeta DeAgostini inicia la publicación de la obra Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo en volúmenes anuales, quisiera compartir con vosotros la admiración que siempre he sentido por el trabajo de Hal Foster, seleccionando una sola viñeta de cada año que me haya llamado especialmente la atención; trabajo arduo, sin duda, debido a la gran cantidad de ilustraciones magnífica que es posible encontrar en 52 páginas de este autor, cada una de las cuales es una pequeña obra maestra en sí misma, por la enorme calidad y trabajo artesano que contiene, como podréis comprobar.  Trabajo fácil también, porque, elija la que elija, tendré la certeza de haber acertado y contar con vuestra aprobación.

Sinopsis de la historia.  1937: «¿Quién es ese joven audaz que captura guerreros armados y mata monstruos?» (El Rey Arturo)

Durante este año Foster narró el inicio de las aventuras del Príncipe Valiente, hijo de Aguar, rey de la legendaria Thule, en Noruega, quien, acosado por sus enemigos, se ve obligado a huir con su familia hacia el mar, donde embarcan hasta las costas lejanas de Bretaña.  Tras un primer enfrentamiento con los semi-salvajes bretones, negocian con éstos la cesión de unos terrenos en la zona pantanosa de Fens, en el golfo de Wash.  Aún niño, Val inicia su formación como guerrero, aprende el uso del arco y otras armas, y desarrolla su ingenio y valor adentrándose en los pantanos en compañía de un chico bretón.  Un día, la bruja Horrit le predice un gran dolor; pero también un futuro junto a caballeros de armaduras relucientes, castillos y brillantes ejércitos; batallas, junto a un gran rey y su reina; viajes por el mundo, donde se enfrentará al unicornio, al dragón y al grifo, y a hombres con piel negra o amarilla… Cuando regresa al fuerte, días después, encontrará que su madre ha muerto.  Un año más tarde parte en busca del futuro predicho, con el beneplácito de Aguar.

Tras aprender la lucha con cayados y conocer a Sir Lancelot,  a quien querrá parecerse, doma unos caballos y se fabrica su propia armadura con cuero, dispuesto a convertirse en caballero.  En el camino encuentra a Sir Gawain, miembro de la mesa redonda, con quien comparte comida, derrota a otro caballero ladrón y, gracias al joven, vencen juntos al monstruoso dragón que amenaza a un pueblo.  Al llegar a Camelot, Gawain propicia que el Rey Arturo se fije en él y lo conozca, y entra al servicio del caballero como su escudero.  Juntos participarán en una aventura donde serán raptados por el Conde Baldón y Sir Gawain resulta herido, siendo el ingenio de Val quien propicia la huida.  Arturo interrumpe el torneo y parte con sus caballeros a luchar contra el conde desleal.

Cuando Iléne, una hermosa joven llega a Camelot solicitando ayuda y reparación para la afrenta sufrida en el castillo de sus padres, capturados por un Ogro, en la fortaleza sólo queda un caballero: Gawain, convaleciente de sus heridas, pero dispuesto a atender la petición.  En el camino son asaltados por el Caballero Rojo, por lo que, abierta la herida de su mentor, deberá ser Val quien lo derrote.  Después deja a Gawain e Iléne con un ermitaño, y el Príncipe Valiente se encamina sólo al castillo del ogro.  El año acaba apenas iniciado este enfrentamiento.

Nota curiosa:  Para derrotar al ogro con sus propias armas, Val se fabrica una máscara con la piel de un ave.  Años más tarde, Jack Kirby se basaría en ese diseño para crear su personaje el Demonio Etrigan, para DC comics, en homenaje a Hal Foster.

La Viñeta: El Torneo de la Reina de Diamantes.

Son muchas las viñetas de 1937 que podría haber elegido para comentar: la llegada a Camelot (plancha 19), el regreso triunfal de Arturo sobre los hombres del Norte (p. 23, que contiene también un hermoso picado desde las murallas de Camelot)… pero entre todas, por su grandiosidad y composición magna, me quedo con la del Torneo que encabeza la p. 38, de 30 de Octubre, y se reproduce al comienzo del artículo.  Observadla bien (picad sobre ella, para ampliarla en pestaña aparte).

Su estructura está pensada para destacar Camelot, fortaleza magnífica, que resalta a primera vista, al fondo, en el centro de la viñeta; y utiliza las diagonales para definir los diferentes planos de profundidad, repletos de detalles, personas y movimiento.  Así, en un primer nivel, en su ángulo inferior derecho, encontramos el motivo principal que se nos narra: la llegada de Valiente y Gawain herido, tras su huida de la trampa de Baldon, presentándose a caballo ante el pabellón real, donde un rey Arturo majestuoso (observad su porte sereno) detiene el torneo y centra su atención en los recién llegados, ante la reacciones diversas de quienes le rodean, unas aún centradas en el torneo, otras -especialmente mujeres- comentando entre ellas la inesperada presencia; o los caballeros a pie de terreno, que se acercan preocupados para ayudar a su compañero.  Un segundo nivel viene definido por la propia esencia del torneo, el enfrentamiento de dos contendientes, frenando en seco el galope sus caballos ante la interrupción del paje o senescal que interpone una bandera ante ellos, mientras otro permanece atento a las órdenes del rey.  Una tercera línea de detalle, centrada casi en horizontal para divergir en profundidad, nos ofrece la multitud de personas que asisten a la justa, espectadores o participantes, a caballo, en pie, o sentadas en el suelo; en una ampliación superior (las guardas del volumen) pueden contarse hasta 100 figuras o cabezas en este plano, sin considerar animales; ninguna de las cuales resulta igual a otra ni permanece estática, todas en postura diferenciada y natural, atentas a cuanto sucede, entablando conversaciones, o intentando controlar esa montura que se ha encabritado de pronto.  Tras ellas, las tiendas y pabellones de los caballeros, con pendones coloridos ondeando al viento, y el bosque de árboles que precede a la fortaleza.  Hasta cinco o seis niveles de profundidad pueden encontrarse en sus murallas escalonadas, conteniendo cada una de ellas construcciones enormes en su interior, hasta alcanzar la estructura central de cúpula dorada, supuesta residencia de Arturo y la Mesa Redonda.  Y aún más allá, las nubes; también en movimiento, sugerido por sus formas y alguna línea cinética que las acompaña.

Todo es movimiento en esta composición magnífica, increíble de realizar hoy día -salvo excepciones- y posible sólo gracias a utilizar unas planchas enormes como base (la ilustración ocupa media página), que puede ayudar a concebir la ingente labor artesana de su autor.  Un movimiento, además, natural y en nada forzado, de gestos y posturas serenas y espontáneas, fruto del dominio increíble que poseía sobre la figura humana y el paisaje.  Naturalismos y detalle, en base a líneas y sombras de contrastes suaves, sin apenas manchas, muy trabajadas.

Así era Hal Foster, el maestro: pura poesía en imágenes (y si una simple viñeta da para tanto, imaginad cuánto se consigue disfrutar contemplando todo un volumen, o la totalidad de su obra).

¡¡Larga vida al Príncipe Valiente y su creador!!, allá en el cielo de los cómics, o donde hoy se encuentre.

LA CHICA MECÁNICA, una Distopía de Paolo Bacigalupi.

Tras un tiempo de retiro voluntario de obras de Ciencia Ficción, para la lectura de este verano dudaba entre elegir una novela de aquellos maestros clásicos de tan grato recuerdo en su día (Asimov, Bradbury, Clark, Dick, Anderson, Aldiss, Pohl, Heinlein, Lessing, Wyndham… una lista enorme), o alguien de nuevo cuño, desconocido (pero premiado), que me abriese nuevas puertas de conocimiento.  Alguien decidió por mí, cuando me recomendó La Chica Mecánica, de Bacigalupi, novela premiada como pocas últimamente, de estilo cercano (nada de space-opera o mundos lejanos) y sugerente, con un cierto ambiente y personajes a lo Blade Runner, obra de culto personal… (ver más sobre autor y premios en la entrada previa de hace un mes).

¿Ha sido una buena elección?  Aún no lo sé.  Pero no me arrepiento de su lectura.

De lo que sí estoy seguro es que La Chica Mecánica no es -como indicaba entonces- uno de esos libros para el verano, lectura agradable con la que pasar un buen rato en vacaciones.  Se trata de una Distopía, término acuñado por John Stuart Mill (filósofo, político, y uno de los padres de la economía) en el siglo XIX en contraposición al de Utopía, para definir una sociedad ficticia -normalmente en un futuro cercano- opuesta a la ideal, donde la manipulación del hombre conduce al totalitarismo y control sobre los individuos en aras a un pretendido bien común; un concepto ya utilizado en la (ciencia) ficción por Orwell (1984), Huxley (Un Mundo Feliz), Pohl (Mercaderes del Espacio), o Bradbury (Farenheit 451), entre otros.

El futuro que plantea Bacigalupi (un siglo XXII tremendamente cercano) es aterrador, por lo identificable que resulta con una plausible evolución del nuestro (ninguno lo viviremos, pero sí nuestros descendientes; y no lejanos).  Un mundo donde el combustible fósil se ha agotado prácticamente sin disponer de energías alternativas, como la solar o eólica (un fallo de planteamiento, quizás), y se vive un retroceso tecnológico; al igual que se han extinguido especies animales y agotado los recursos alimenticios básicos, sustituidos ahora por semillas transgénicas, origen a su vez de nuevas plagas para las que el organismo humano no está preparado; donde los regímenes políticos han cambiado (el imperio americano caído, la unión europea dispersa -¿ha estado alguna vez unida de verdad?-), y son las grandes multinacionales genéticas y bio-alimentarias las que dominan el mundo (igual que «el mercado» condiciona la política actual…).

En ese entorno de retroceso industrial, rascacielos inservibles y en ruinas, recursos reinventados (ordenadores a pedales, motores de muelles percutores, ventiladores a cuerda, luz de gas…), y neoseres, criaturas creadas mediante ingeniería genética (gatos chessire que se volatilizan en el aire, como en el país de las maravillas; grandes mamuts, recreados como fuente de tracción mecánica «a sangre») Thailandia es un reducto agrícola que resiste frente al poder exterior.  Poseedora de reservas ecológicas propias, semillas no mutadas ni infectas, codiciadas por las grandes multinacionales farangs (extranjeros, occidentales), que mantiene espías camuflados de directores de fábricas o embajadores para conseguirlas, ofreciendo a cambio avances tecnológicos o cuanto sea necesario (la reunión de farangs en un garito en ruinas rebautizado «Sir Francis Drake», bebiendo whisky sin hielo, con trajes de lino blanco, es toda una imagen que rememora la época colonial de principios de siglo pasado). Thailandia, una monarquía vigilada regentada por la reina-niña, con dos ministerios principales, ambos al mando de generales enfrentados entre sí: el de Medio Ambiente con sus camisas blancas, fuerza policial creada para preservar su independencia ecológica, y el de Comercio, partidario de la integración con la tecnología farang, partícipes ambos en un juego de lealtades enfrentadas, sobornos comunes, y espías mutuos; un país empobrecido, al borde del enfrentamiento civil, y la amenaza siempre de un nuevo golpe militar (alentado, como no, por las multinacionales).

En ese entorno, también, deambulan los personajes: creaciones de todo tipo, origen y entorno social.  Anderson Lake, directivo de AgriGen, que peina los mercados y calles en busca de nuevas semillas, hasta que encuentra a Emiko; Hock Seng, el tarjeta amarilla a su servicio, antiguo pirata y traficante chino, que busca la forma de recuperar su viejo estatus; Jaidee, capitán de los camisas blancas, luchador idealista por la independencia de su país, que defiende hasta el extremo, incluso por encima de su familia; o Kanya, su segunda al mando, siempre seria y circunspecta por un conflicto de lealtades que mantiene desde su niñez; Carlyle, el traficante farang; o los generales Akkarat y Pracha en los ministerios… Y Emiko, la heechy-keechy, la chica-mecánica, neoser biogenético creado por los japoneses como chica de compañía de alto standing, abandonada después en Thailandia cuando su billete de vuelta resulta más caro que adquirir una nueva.  Sin papeles en un país que niega los avances tecno-genéticos, y condicionada en origen para obedecer y servir, se ve obligada desde entonces a dar placer y diversión exótica en un tugurio, mientras sueña con esa ciudad en la selva donde otros neoseres como ella viven libres…  Será Emiko, llevada a límites extremos en su humanidad recreada, quien desencadene los acontecimientos que otros aprovechan para romper el difícil equilibrio de intereses que mantiene estable la situación del país…  Pero mientras ocurre, su tristeza infinita queda reflejada en esta secuencia de vídeo dirigido por Guillermo del Toro:

La Chica Mecánica (The Windup Girl) es una novela extraña.  Como antes digo, podría no ser la mejor lectura para unas vacaciones de verano, pero no me arrepiento de haberla escogido; ahora, rememorando para esta reseña su historia y los sentimientos, agradezco a Mónica su recomendación.

Bacigalupi utiliza un estilo de lectura fácil, lineal, cómodo para el lector; típico de un Best Seller. Quizás al comienzo, mientras te sitúas y haces con los personajes, resulta lento y un tanto confuso (tampoco ayuda la narración en tercera persona del presente, que contribuye poco a meterte en situación); después todo fluye, sin contrastes ni apenas flashbacks al pasado, sin intrigas profundas ni misterios que desentrañar (más allá de Gi Bu Sen); sólo el desarrollo secuencial de una historia a través del punto de vista de sus protagonistas, hasta el desenlace final. No se trata, pues, de una obra brillante, de esas que dejan una sensación placentera y alta satisfacción tras su lectura (no es El Nombre del Viento, de Rothfuss, para entendernos; ni Blade Runner [Sueñan los androides… de P.K. Dick], con quien tendría líneas en común), pero contiene algo que tampoco deja indiferente.  Quizás esa sensación de normalidad en un mundo post-apocalíptico y transmutado como el que describe; o puede que esos sentimientos intensos generados por una chica sin alma...

Así las cosas, La Chica Mecánica ¿se hace acreedora a tantos premios como ha obtenido?

No me considero ahora experto en el tema, ni he leído -por ejemplo- The City & The City, de China Meiville, con quien comparte el Hugo.  Pero si alguien me preguntara si recomiendo su lectura, diría que sí.

Que juzgue por sí mismo.  Será siempre la mejor opinión.

LAS MONARQUÍAS DE DIOS II – Los Reyes Heréticos.

Paul Kearney, ese irlandés amante de la navegación y la Historia Antigua, autor de Los Reyes Heréticos, decidió conformar este segundo volumen de Las Monarquías de Dios en tres partes, tres cuerpos de acción diferentes: Cisma, El Continente Occidental, y Las Guerras de la Fe.  En el primero y el último narra los hechos acontecidos en el continente de Normannia, el cisma religioso que se produce en las monarquías ramusianas con el enemigo marduk a las puertas, mientras dedica el del centro a proseguir las aventuras y pesares de ese extraño grupo expedicionario compuesto por soldados y practicantes del dweomer que en El Viaje de Hawkwood se dirigía y alcanzaba el nuevo mundo desconocido existente al otro lado del Gran Océano Occidental.

En este último arco, Hawkwood, Murad, Bardolin y el resto de expedicionarios comienzan la exploración de las asfixiantes junglas del nuevo continente, para descubrir que no sólo el dweomer alcanza en él una intensidad desconocida, sino que existen lazos que unen el mismo con el pasado de Normannia; seres de igual origen antaño, que aún hoy mantienen vínculos peligrosos con el continente, y ambiciosos planes –más peligrosos aún- para su futuro…

Mientras, en las monarquías ramusianas se confirma el cisma religioso que convierte en herejes a los reyes de Hebrion, Astarac y Torunna, excomulgados por el poder creciente de la Iglesia represora que lidera Himerius, cuando se oponen a reconocer su potestad expansionista y mantienen su apoyo al antiguo patriarca Macrobius, recién aparecido.

Mientras Abeleyn y Mark, los reyes heréticos junto a Lofantyr, sufren ataques coordinados antes de alcanzar sus respectivos reinos, Macrobius es conducido a Torunn por un Corfe Cear-Inaf, ascendido por los méritos contraídos en la defensa del Dique de Ormann; sólo para verse envuelto en los planes e intrigas políticas de palacio, donde no encaja bien un soldado nato como él.

En Hebrion, el presbítero de Himerius al mando de los Caballeros Militantes se une a una parte de la nobleza para conseguir derrocar al rey excomulgado; pero los partidarios de Abeleyn entre el pueblo y el ejército, coordinados por el mago Golophin, se oponen a sus planes.  Y mientras aguardan su llegada, Abrusio, la capital del reino, se verá sumida en una sangrienta guerra civil.

En Astarac, Mark tampoco lo pasa bien.  En Torunna, cada vez más asediada por el enemigo marduk y a la espera de las tropas mercenarias fimbrias, surge la sedición desde el sur.  El general Corfe será enviado por Lofantyr a reprimirla; sin medios, y al mando de una tropa desorganizada de prisioneros bárbaros, con la sola intención de desacreditarle, por la intervención a su favor de la reina madre.

Y en Charibon, la ciudad monasterio que acoge el corazón de la fe ramusiana, mientras el prelado Himerius consolida su poder en los otros reinos, dos monjes menores, Albrec y Avila, descubren entre sus catacumbas datos y textos antiguos de la época del Santo Padre Ramusio, que podrían socavar y destruir todo cuanto mantiene y ha sostenido la Iglesia oficial desde su fundación, más de quinientos años atrás.

Narrado con estilo ágil y de acción trepidante, Paul Kearney, sigue adentrándonos en los vericuetos y peripecias, intrigas políticas, religiosas y bélicas que acontecen en Normannia, donde un sistema de estados consolidados sobre la fe, las llamadas Monarquías de Dios, entran en una fase de cambio; una época de crisis a todos los niveles cuyo alcance resulta de momento imprevisible, pero que necesariamente habrá de conducirles a algo muy diferente a lo vivido hasta entonces.

O quizás no.  Hay veces en que los cambios se realizan para que todo se mantenga igual.

En nuestra Historia real (sobre la que se basa la creación imaginaria de Kearney) abundan los casos; más cuando en ellos interviene la fe, protectora y custodia eterna del saber (a veces, para ocultarlo al pueblo).  La iglesia ramusiana que describe el autor encierra una crítica despiadada del poder y control que la fe (no sólo católica) ha detentado sobre el conocimiento en muchos momentos de nuestro pasado, a fin de mantener al pueblo sometido a sus propios intereses.  Las palabras del bibliotecario jefe de Charibon resultan elocuentes:

«El poder reside en el conocimiento, pero también en la ignorancia. (…) No podemos dar a la humanidad la libertad de conocer todo lo que quiera; el mundo sería pura anarquía.»

«Ese documento posee un poder mayor que ningún rey.  Esas viejas páginas que descubriste tienen la capacidad de transformar nuestro mundo.»

«¿Qué crees que haría la gente si supiera (…)  Los mismos cimientos de la Iglesia temblarían.  Los principios básicos de la fe serían cuestionados.  Los hombres podrían empezar a dudar de la propia existencia de Dios.»

Ignoro si Kearney proseguirá su historia por estos derroteros (aunque todo parece indicar que así será), pero parafraseando al famoso Dictum de Acton (remitido al parecer por Lord  Acton, historiador católico, a un obispo):

«El poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente».

Esta es una de sus crónicas.  Aunque sea imaginaria y fantástica.

  • NOTA: La serie Las Monarquías de Dios (cinco volúmenes) ha estado a punto de no continuar viendo luz en España después de este segundo volumen, pero gracias a la iniciativa innovadora de su editor hoy se encuentra garantizada, al menos para suscriptores.  Según indica Luis G. Prado en su blog, los planes para que éstos recibamos los próximos volúmenes son los siguientes:
Volumen Fecha prevista
III – Las Guerras de Hierro Segunda quincena de Agosto
IV – El Segundo Imperio A lo largo del Otoño
V – Naves del Oeste Antes de finalizar el año 2011

No hay fechas, de momento, para su distribución en librerías.  Pero seguro que un gran número de solicitudes ayudarán a disponer antes de ellos.  Os animo a hacerlo, porque se trata de una serie entretenida, como veis, y merece la pena.

  • NOTA 2: Referencias previas a la serie en este blog:
  • NOTA 3: La portadas, magníficas, de Alejandro Colucci poniendo imagen a sus principales protagonistas, contribuyen a hacer aún más atractiva la edición española de esta serie de Alamut.   Por volúmenes, representan a:

  1. Richard ‘Ricardo’ Hawkwood, capitán del navío El Águila
  2. El rey Abeleyn de Hebrion, con su capital Abrusio en llamas, al fondo
  3. Corfe Cear-Inaf, general de los felimbri, con su armadura en rojo

CONAN La Leyenda, Edición Integral Volumen 3: LA TORRE DEL ELEFANTE y otras historias

Para deleite de los aficionados al personaje, que disfrutamos con una buena edición de sus adaptaciones al cómic, Planeta DeAgostini continua con la recopilación integral de la primera serie, CONAN, que Dark Horse dedicó al cimmerio.  Si además se trata de un Regreso a los Orígenes, una recreación honrada del personaje, el intento de acercarlo al bárbaro original que concibiera Robert E. Howard en su día, realizado por tres autores (Busiek, Nord y Stewart) nominados al Premio Eisner -cada uno por separado en su categoría-, el nivel de calidad se eleva bastante.  Pero si -aún más- se trata de una edición fiel al formato novela gráfica para el que fue concebida la historia en sus orígenes, el volumen -la serie- se convierte en un producto de lujo y coleccionismo, imprescindible para el interesado.

No voy a negar cierta debilidad por esta serie (al menos, gran parte de la misma), que queda manifiesta en lo ya escrito (arriba y en ocasiones anteriores), que he recomendado y recomiendo encarecidamente a todos.  Y el volumen que nos ocupa es uno de los mejores, aunque sólo sea por contener la adaptación de uno de los más aplaudidos relatos de Howard, La Torre del Elefante.  En este caso, siendo una adaptación estupenda, con bastante más medios disponibles que aquellas, a mi entender, no consigue hacer olvidar las adaptaciones clásicas de Roy Thomas, tanto en la grandiosidad del dibujo de Buscema y Alcalá como en la magia y capacidad para generar sorpresa de Barry W. Smith (su escena final, con el rostro sorprendido de Conan ante lo inesperado, es una de las más expresivas que he llegado a disfrutar nunca).  Sin embargo, la transición del bárbaro desde las montañas vírgenes a las costumbres civilizadas que realiza Busiek, su adaptación progresiva a las mismas (que nunca conseguirá por completo) es infinitamente mejor que la de Thomas entonces, porque ha sido concebida así en sus planteamientos iniciales y continuidad.

Presentada como crónicas secuenciales recogidas por los escribas nemedios (narradas por un no tan extraño visir a su príncipe, siglos después), la historia nos presenta a un Conan joven e inexperto en tierras de Corinthia, que no tarda en descubrir la falsedad de las relaciones humanas en el mundo al que acaba de llegar.  Desconfiado a la fuerza, pendenciero, de pronto irascible, fácil de irritar, brusco y demasiado directo en sus reacciones, tras un episodio de encuentro con la magia sobrenatural, terminará por alcanzar Zamora y La Ciudad de los Ladrones, donde se inicia en ese notable arte civilizado.  Allí aprende, más cada día, acerca de traiciones, manejos ocultos y segundas intenciones, que le irán forjando lentamente una nueva forma de ser y actuar; hasta triunfar y hacerse un hueco en el negocio gracias a su agilidad y fuerza, pero sobre todo a su ingenio, algo que también le ayuda a aprender el trato con las mujeres.  Quiero destacar un hecho que me gustó encontrar en el planteamiento de Busiek, justo antes de adentrarse en La Torre del Elefante: la atracción que muestra Conan por lo desconocido, las conversaciones de filósofos, teólogos y eruditos en el ágora de la ciudad, que no entiende pero le atraen, y demuestra una inteligencia inquieta que no siempre se le ha querido reconocer en otras adaptaciones (especialmente el cine), pero se intuye y subyace en el trasfondo de los escritos de Howard.

Como digo, un volumen extraordinario, que nos presenta una imagen igual, al tiempo que diferente, del mismo Conan de siempre, con un enfoque inteligente y renovado.  Ojalá la nueva versión en película que se estrena pronto (y nace en gran parte debido al éxito que obtuvo esta serie) sepa beber también de sus fuentes.

En definitiva, si eres aficionado al Conan de Howard no querrás quedarte sin esta adaptación, de lo mejor que se ha hecho.  Advertido quedas.

Volúmenes previos:

LAS MONARQUÍAS DE DIOS, I – El Viaje de Hawkmoon.

Los aficionados a la Fantasía Épico-Histórica estamos de enhorabuena, por la continuidad de una serie excelente que, a buen seguro -solucionado ya el problema y confirmada la publicación de la misma al completo en librerías tras alcanzar el número necesario de suscripciones (ver referencia)-, va a ser un éxito de ventas en el futuro (dale tiempo si no, Luis, que el boca a boca y las buenas críticas lo harán posible; seguro).  Y aunque sea un poco tarde para ello, comenzamos con la reseña de su primera novela:

El Viaje de Hawkwood, primera novela de Las Monarquías de Dios, es –sin duda– una gran obra, compacta y bien desarrollada además de entretenida y amena, pues se deja leer con facilidad, al tiempo que construye una compleja crónica que combina intrigas políticas, represión ideológica, guerras de trasfondo religioso, expediciones a lo desconocido y descubrimiento de nuevos mundos, entre ambiciones personales y sed de poder sobre las vidas ajenas.  Todo ello, en un mundo ficticio creado por el autor, pero que suena extrañamente cercano a nuestra propia historia medieval; aderezada con suaves toques de magia y ficción fantástica que no resquebraja el profundo realismo que destila cada una de sus historias.

Porque si algo consigue Paul Kearney es construir un continente creíble dentro de la ficción; y para hacerlo, no duda en utilizar –levemente transformados– elementos y conceptos que subyacen inconscientes en la memoria histórica colectiva del lector, con un inusual sistema de magia (dweomer) parametrizada en Siete Disciplinas (de las cuales un mago sólo llega a dominar cuatro en su vida), cambiaformas lupinos, animales parlantes, duendes o humúnculos engendrados, y un poder oculto y extraño, que al parecer procede de un continente lejano y desconocido hacia el que se encamina la extraña expedición de Hawkwood.

Nornannia recuerda en gran medida nuestra Europa, en una edad media tardía previa al Renacimiento o la Era de los Descubrimientos. Tras la caída del antiguo Imperio Fimbrio y su división en diferentes naciones independientes, la autoridad de los reyes se ha asentado frente a los señores feudales, y un monarca soberano gobierna cada país.  Al menos, en principio, porque en el fondo subyace una potestad más extendida y enérgica –puede que más eficaz–, sustentada en creencias individuales y colectivas: la religión, el culto al bendito Santo Ramusio, que 551 años después de su nacimiento, es el único poder que aglutina en realidad el antiguo imperio y al que se somete y sigue con fervor piadoso cada rey, bendecido y sancionado por la religión dominante en las naciones ramusianas, que conforman las Monarquías de Dios.

Pero frente a ellas, al oeste y al sur del mar interior, se encuentra un nuevo poder, el de los sultanatos merduk, tribus paganas seguidoras del Profeta Ahrimuz, hasta muy poco antes dispersas, que han conseguido unirse y conformar un incipiente imperio (similar al Otomano en nuestro mundo), que presiona las fronteras orientales de los reinos ramusianos con un formidable ejército.  Cuando Kearney inicia su historia, la Ciudad Santa de Aekir, en la frontera, ha caído en su poder, y al sumo pontífice Macrobius, cabeza suprema de la Iglesia, se le da por desaparecido y muerto, como la gran parte de la población en la ciudad derrotada.  Las huestes merduk avanzan hacia el Dique de Ormann en Torunna, en la primera gran amenaza seria para las naciones ramusiana, que deben reaccionar y unirse frente al enemigo común, y convocan un Cónclave de Reyes.

Más no sólo los monarcas se reúnen y han de adoptar decisiones.  También la Iglesia convoca su Sínodo para elegir un nuevo Pontífice, que encabece la religión y el inmenso poder que detenta en la sombra.  Hasta entonces, Macrobius ha representado una facción espiritual serena, centrada en dirigir al pueblo desde la fe; desaparecido éste, Himerius, prelado de Hebrion, se postula y posiciona desde enfoques más políticos, estrictos y conservadores, protectores de una fe que considera atacada por amenazas externas.  Recientemente ha iniciado una persecución de extranjeros paganos y practicantes del dweomer en cualquiera de sus facciones, que culmina en la quema pública de los condenados como herejes y el inicio de una época de terror.  El joven monarca de Hebrion, Abeleyn, contrario a esta práctica, sólo consigue detenerla en parte.  Por eso, cuando su pariente Murad le propone una expedicion a un nuevo mundo que podría existir al otro lado del Océano Occidental, idea junto a su mentor, el gran mago Golophin, embarcar en esa aventura a gran parte del gremio de Taumaturgos y practicantes del dweomer, para salvarlos de la represión inceptina.

Uno de los mayores aciertos de Kearney cuando construye su mundo ficticio es saberlo dotar de una estructura creíble en distintos estamentos.  Así, junto a la nobleza y los gremios, o las escalas del ejército, define una organización religiosa bien estructurada entre diferentes órdenes, que corresponden al estrato social del que proviene su titular.  Así, los inceptinos de hábitos negros acogen clérigos de origen aristocrático, una clase distinta de nobleza que conforma los mandos de la iglesia; los antilinos de hábito pardo, y los mercurianos, acogen a los plebeyos; y los frailes mendicantes quedan para aquellos que poseen un auténtico celo religioso (y resistencia personal para subsistir).  Caso aparte lo constituyen los Caballeros Militantes, verdadero brazo armado de la iglesia en la defensa de la institución, sobre quienes los reyes no ostentan poder alguno.  Miles de ellos han caído en la defensa de Aekir, la ciudad santa.  Pero ahora, en lugar de enviar al resto de caballeros dispersos por el resto de naciones a la defensa del Dique de Orman, Himerius planea que sean los reyes quienes envíen sus ejércitos, mientras los Caballeros de la Iglesia consolidan el poder de ésta en cada ciudad…

Es en este retablo de intrigas palaciegas políticas y religiosas, represiones de prácticas y creencias y sed de poder, donde Paul Kearney sitúa sus personajes.  Personajes –todos ellos, principales y secundarios– que resultan cercanos y bien definidos gracias a sus sentimientos y posición personal frente a hechos que no pueden controlar.  Reyes, como Abeleyn, que detentan autoridad sobre sus súbditos y toman sus decisiones pensando en ellos, pero se ven sometidos a los dictados del poder superior de las creencias.  Clérigos como Himerius, con ansias de poder político por encima del espiritual.  Soldados o generales que adoptan decisiones forzadas por actos de guerra o los caprichos de un superior, como el khedive Shahr Baraz, y su prestigio sometido al sultán.  Los sentimientos encontrados de Bardolin, un mago de gran poder que ayuda a otros perseguidos, pero debe huir ante la represión religiosa; o Griella, la cambiaformas, frente a un poder que no controla ni entiende y le domina como una maldición, pero le resulta atractivo.   Las sensaciones de lady Jemilla, viuda cortesana, amante deseada de hombres importantes, quien juega con los sentimientos y frutos de sus amores para asentar una posición.  O Murad de Galiapeno, el noble que impulsa una expedición para expandir un reino, cuya ambición por gobernar la nueva colonia  hace ocultar a todos los peligros vividos en otra expedición previa, ya olvidada.

Pero entre ellos destacan dos personajes especialmente:

  • Richard –Ricardo– Hawkwood, aventurero, comerciante, capitán propietario de barcos, adentrado en la nobleza menor de Hebrion por un matrimonio de conveniencia.  Poco amigo de fomalidades y correcciones políticas, su tripulación ecléctica es detenida prácticamente al completo bajo la represión inceptina y, para salvarla, se ve forzado a dirigir un extraño viaje con dudosos pasajeros, rumbo a tierras lejanas y desconocidas.   En el entorno claustrofóbico de un galeón solitario en mitad del océano, siguiendo indicaciones de un noble manipulador, con una tripulación compuesta por soldados y practicantes del dweomer que desconfían entre sí, y la llegada a última hora de un inceptino a bordo, comienzan a producirse extrañas muertes.  Lo mismo que ya ocurrió en un viaje anterior, aunque sólo Murad lo conoce…
  • Corfe Cear-Inaf, alférez superviviente de Aekir, quien imagina a su mujer muerta en las ruinas de la ciudad santa y huye de ella, cansado y sin ánimos, para después destacar y ascender gracias a su valía en la defensa del Dique de Ormann.  Sin saberlo, se convierte en pieza clave de la narración, cuando salva durante la huida a un inceptino ciego, que resulta ser el Sacerdote Supremo, Macrobius, vivo.

Con Himerius recién elegido y dos patriarcas,  con la amenaza de un enfrentamiento civil y el enemigo a las puertas, las Monarquías de Dios se dividen y las naciones ramusianas se sitúan al borde del cisma.  Y en su centro, los electorados Fimbrios, restos del antiguo imperio caído por la religión del Santo, que han permanecido 80 años aislados y en silencio, reaparecen ahora con un ejército de 70.000 soldados desempleados…

Soy de la opinión de que las obras que enganchan al lector (a mí mismo) son aquellas que utilizan elementos novedosos (las menos) o una buena dosis de inteligencia en sus planteamientos.  El Viaje de Hawkwood combina fantasía creativa con una base histórica que resulta muy cercana y fuertes dosis de realismo, y la intriga subyace en una crónica cuyo desarrollo futuro se presenta interesante; su autor utiliza, además, un estilo de narración sencilla que agiliza su lectura (supongo que la traducción de Nuria Gres no es del todo ajena) y consigue enganchar al lector, quien al terminar la obra, queda con el deseo de más.

Paul Kearney, un irlandés que conoce bien la navegación, se confiesa, al igual que G.R.R. Martin, amante de la Historia antigua, de la que bebe y extrae hechos plausibles para sus crónicas imaginarias; y eso es algo que subyace en su narrativa y  se agradece, pues le otorga un plus de veracidad.  En nuestro caso, cuando antes cito que la base histórica resulta cercana no lo hago de forma gratuita: en una reciente entrevista (Via-News) Kearney confiesa utilizar un reflejo de aquella España (y Portugal) de los descubrimientos (y la Inquisición) para conformar Hebrion (nombres como Ricardo, Mercado, Carrera, di Sousa… lo atestiguan), al igual que Almark es Alemania, Fimbria una combinación entre el Imperio Romano y Suiza, y Torunna una mezcla de Polonia y Hungría, asediada por los turcos.

No puedo compartir la afirmación de que “Las Monarquías de Dios son Canción de Hielo y Fuego con pólvora”, por mucho que parta del propio westeros.org (a mi entender le falta ese punto de mala leche que destila la obra de Martin, y algo de grandiosidad), pero, tras lo dicho arriba, no hay duda de que resulta una obra tremendamente atractiva para el amante de la Fantasía Épica con base Histórica.

Y ello, unido a que se trata de una obra acabada cuya publicación íntegra está asegurada en España, y que la distribución de sus historias se realiza en cinco volúmenes ligeros (sobre las 300 páginas) con portadas magníficas de Alejandro Colucci, va a conseguir –como afirmo al inicio de esta reseña– que Las Monarquías de Dios terminen por convertirse en una de las series de mayor éxito de Alamut.

Yo, al menos, la estoy disfrutando, y la recomiendo encarecidamente a todos.