PRÍNCIPE VALIENTE. 1940

Era mi intención realizar esta crónica anual de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo de forma continuada, siguiendo igual ritmo de publicación de la obra por Planeta, un año cada crónica, un álbum por semana…  Pero se me ocurrió suscribirme a la misma… y parece que la Editorial no cuida suficientemente a los clientes que elegimos esta forma de adquisición, quizás porque nos considera seguros…  El caso es que hasta hace una semana no he recibido los volúmenes; eso sí, seis de golpe (más unas láminas de viñetas a gran tamaño que son una maravilla). Podía haberlo seguido con ediciones anteriores, pero he preferido esperar y utilizar viñetas con su color actual.  Intentaré ir recuperando terreno y ponerme al día cuanto antes..

Para encabezar el año 1940 he dudado entre dos viñetas, la que veis arriba, en plena batalla contra los Hunos que dominan centro-Europa, y la partida hacia esa campaña entre vítores de los ciudadanos liberados de Pandaris (curiosamente, ambas incluidas en el set de láminas que se entrega junto a la suscripción).  Me he decidido por la primera, por lo composición abierta que presenta, y porque reúne características similares a las ya comentadas en entregas previas: grandiosidad, acción , naturalidad, y una ingente cantidad de figuras en movimiento (entre 50 y 60 fácilmente distinguibles) en una viñeta de tamaño reducido en comparación con otras anteriores (1/3 de página).  Por ese motivo, no voy a extenderme más en su descripción, que podéis comprobar vosotros mismos.

Respecto al contenido, son varios los arcos argumentales que encontramos en el álbum dedicado al año 1940, de forma secuencial:

  • La batalla y victoria sobre los Hunos que hasta entonces campaban invencibles por Europa, en una campaña liderada por Valiente, junto a sus amigos Gawain y Tristán, en la que participan guerreros de todos los reinos de Europa; y donde Hal Foster reproduce la misma estrategia que en 1066 desarrollara Guillermo el Conquistador en la batalla de Hastings, donde Inglaterra cayó ante los normandos.  La profusión de imágenes de la batalla, las cargas en cuña de la caballería y el inmenso despliegue de elementos que dibuja son grandiosos.

  • La partida de los tres caballeros de la Mesa Redonda hacia Roma, tras el asentamiento de los nuevos defensores del paso, vanguardia de la reconquista contra los Hunos tras demostrar que no son invencibles, en la que Valiente hace gala de su humanidad en el episodio del Gigante que reproduce la portada del álbum.

  • La llegada y posterior huida de la ciudad eterna, tras conocer y ser testigos de su asesinato por cuestiones políticas, de Flavio Aecio, Magister Militum del Imperio Romano de Occidente, por parte del emperador Valentiniano, celoso de sus victorias y el fervor popular del que goza, y que sitúa históricamente las aventuras de nuestro héroe en el año 454 d.C. Acusados de ser ellos quienes dan muerte al gran general, los tres caballeros deberán abandonar Roma, cada uno por separado y una ruta diferente.  Valiente parte hacia Nápoles, atravesando de cerca el humeante cráter del Vesubio, para terminar el año embarcado, en mitad de una gran tempestad, entre codiciosos marinos.

Continuaremos en breve con otro año.  Mientras tanto, disfrutad de las viñetas (si no lo hacéis ya con la propia obra).

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LAS MONARQUÍAS DE DIOS III – Las Guerras de Hierro.

Con cierto retraso, y superado por la realidad (hace días recibí los dos siguientes volúmenes), aquí está la prometida reseña de Las Guerras de Hierr0, tercera entrega de Las Monarquías de Dios,  de Paul Kearney, esa excelente serie de Fantasía épica que edita Alamut y hemos comentado anteriormente.  Traspasado ya su ecuador, podemos confirmar su excelencia y los adjetivos utilizados en reseñas previas, pues no sólo mantiene el interés despertado en un principio, sino que desarrolla una historia compleja con matices diferentes y personajes bien desarrollados.

Hemos de reconocer que Paul Kearney acierta en la forma en que plantea esta obra, dividida en cinco tomos; dosifica la acción, que reparte entre localizaciones diferentes, y modifica continuamente su enfoque con cambios de registro narrativo y personajes, que intercambia entre sus diferentes bloques; con ello consigue alejar cualquier atisbo de pesadez y aburrimiento, y construye una historia entretenida y ágil, de fácil acceso al lector.  Así, si en el primer volumen Hawkwood se mostraba como principal protagonista de un conjunto de buenos personajes, y repartía el segundo tomo en dos bloques donde Abeleyn y Corfe ascendían en esa escala, esta tercera entrega se centra en el último, convertido ya en protagonista casi absoluto del mismo.  Si en El Viaje de Hawkwood las intrigas religiosas y el empuje del descubrimiento centraban toda atención y presentaba el dweomer; y en Los Reyes Heréticos destacaban el conflicto político y la guerra civil, frente al nuevo mundo dominado por la magia, en Las Guerras de Hierro (título entresacado de un pasaje de Enrique IV) asistimos casi por entero al desarrollo de una campaña militar plena de estrategia y tácticas, tanto en el campo de batalla como en palacio, a veces más importantes que aquellas; sin olvidar personajes o hechos menores que apuntan a una mayor importancia futura con sus leves referencias.

Con los siguientes volúmenes en ciernes y todos los personajes dispuestos sobre el tablero, no vamos a extendernos más en la reseña de una historia, Las Monarquías de Dios, que continua manteniendo expectativas y el interés del inicio en cada tomo, unos volúmenes ligeros de lectura rápida; una historia con final garantizado en breve tiempo pese sus cinco tomos, algo que los aficionados, acostumbrados a grandes sagas -magníficas pero interminables- agradecemos sin duda.

Desde aquí felicitamos a su editor, Luis G.Prado, por el esfuerzo realizado, y su innovación al utilizar nuevos métodos de edición.  También al conjunto de aficionados que aceptamos en su día su propuesta de suscripción.  Ambos, esfuerzo y respuesta han garantizado la publicación completa en castellano de una serie que merece la pena, y -muy posiblemente- hayan abierto un nuevo cauce de publicación en España.  ¡Enhorabuena a todos!

Puedes encontrar otras referencias a la serie en este enlace.

EL PAÍS DE LOS ESPÍRITUS, de Miguel Ruíz Montañez

«Un espíritu en Haití es mucho más que un espíritu. Es un alma libre, una corriente de energía que escapa de los templos, circula por doquier, anida en los rincones de las casas y se aloja en el interior de las personas. Hay muchas religiones en el mundo, pero ninguna como el vudú, donde el dios, el loa se monta en el creyente, lo toma, lo maneja, lo mima y si el espíritu quiere, le trae el bien.  O el mal…».

Haití («Tierra de Montañas»), posiblemente el país más pobre y castigado, el más misterioso y olvidado de cuantos nos son -o han sido algún día- cercanos, es el entorno elegido por Miguel Ruíz para ubicar su tercera novela; un país al que el vudú hermana con lo oculto y misterioso, lo sobrenatural, el mundo de los espíritus, que el autor asocia de forma racional a vivencias que sueñan sus protagonistas… pero deja intuir algo más.

El País de los Espíritus cuenta la historia de dos hermanos, una familia, los Acevedo, de origen y apellido ancestral, enraizada no sólo en aquellos conquistadores hispanos que bautizaron la isla con el nombre de La Española (primer asentamiento de Colón en su llegada al «nuevo mundo»), sino también con aquellos indios taínos que la habitaban entonces y a quienes llevaron al exterminio.  Una historia que se inicia en 1995, con Hugo y María Acevedo, aún niños de una familia pudiente haitiana, que a la muerte de su padre -¿mediante el vudú?- han de huir hacia Estados Unidos, junto a Bob, un niño de arrabal, que desde entonces se convierte en su nuevo hermano, en un país diferente.  Allí se formarán, y 15 años más tarde, en 2010, los tres regresan a Haití para reintegrarse en la dura realidad actual de un país en el que se ceba la desgracia; donde el dolor, la pobreza, y una cierta esclavitud latente -la femenina hacia el hombre- se unen a los espíritus, el vudú… y la esperanza.

Pero Miguel Ruíz también cuenta, a través de sus protagonistas, una historia de la isla; una versión reciente, más conocida, y otra lejana, de sus primeros moradores taínos, mediante visiones oníricas de los espíritus -siempre presentes- de  la antigua raza.  Y entre sueños, accederemos a la historia del cacicazgo de Jaragua; de Anacaona, Flor de Oro, de Boechío y Caonabo, Higüemota o Mencía, Hatuey y Guarocuya, a quien Fray Bartolomé de las Casas llamó después Enriquillo; y, fuera de ellos, nos introducimos en ritos y costumbres de la magia y el vudú, la religión sincrética de un pueblo ecléctico que aúna el cristianismo de los conquistadores, las creencias de los esclavos, y la religión animista y espiritual de los nativos taínos; un vudú desmitificado, que nos hará familiares términos como loas, hounganmanbo, o bokor.

La Española actual y cacicazgos de La Hispaniola (fuente Wikimedia Commons)

Engarzando todo ello, Miguel nos conduce entre páginas por una gira de aventuras, misterio e intrigas políticas y económicas, que nos imbuye en la vida de Haití, un pueblo acostumbrado a vivir entre la miseria del pobre y la riqueza de unos elegidos; un pueblo donde la mujer se convierte en heroína a diario, con sus hechos cotidianos; un pueblo inestable, olvidado, que necesita ayuda exterior para paliar su desgracia -ampliada con el terremoto del año pasado-, pero que quiere y sabe hallar humanidad en la miseria, y está dispuesto a resurgir, a encontrar su estrella, gracias al compromiso y trabajo de los propios haitianos.  Ese y no otro es el mensaje final que el autor traslada a los lectores en El País de los Espíritus.

Un mensaje que no es gratuito, sino conocido sobre el terreno.  Miguel Ruíz es profesor asociado en la Universidad de Santo Domingo (en la otra zona de La Española), donde acude regularmente; y utiliza su propia experiencia y vivencias en la isla para transmitirlas al exterior, como improvisado embajador literario de un país necesitado de ayuda.  No es casualidad, por tanto, que a la presentación de la obra en Madrid acudiese, junto al Alcalde de la capital, la propia embajadora de Haití en España, Yolette Azor-Charles, o que parte de los beneficios obtenidos con la obra se destinen a proyectos educativos de ayuda a la infancia haitiana, plagada de huérfanos tras el terremoto….  como en la novela.

Confieso que esta tercera novela de Miguel Ruíz me ha sorprendido agradablemente.  Tras el éxito impactante de La Tumba de Colón, y cierta decepción encontrada en El Papa Mago, de la que esperaba más, El País de los Espíritus resulta una obra bastante más profunda y madura que aquellas; lejos de perseguir un enfoque decidido hacia el best seller de acción trepidante y misterio, refleja -sin abandonar el empeño- una apuesta decidida  por su contenido.  Con una prosa cuidada, un lenguaje accesible y ligero, el autor experimenta un nuevo registro en su forma de enfocar la historia, narrada en primera persona y desde tres puntos de vista distintos, que nos acercan a una percepción diferente de la realidad que viven sus protagonistas.  También supone la consolidación de un estilo bien definido, que sobre una base histórica muy documentada, no duda en utilizar el misterio y lo sobrenatural (también la acción, pero más dosificada) como señuelo para narrar una historia; una buena historia, que no es sólo la de sus protagonistas, sino una visión -dura y esperanzada- de un país, Haití, donde los hombres conviven con los espíritus.

PRÍNCIPE VALIENTE. 1939.

Se hace difícil elegir una sola viñeta, de entre todas las publicadas el año 1939 en la serie Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo.   Pero, puesto que me impuse esa misión yo mismo, cumplo con ella y elijo la Fortaleza de Andelkrag.

Durante ese año Hal Foster narra diversos hechos significativos, protagonizados por Val, muchas de cuyas ilustraciones magníficas merecen encabezar esta entrada:

  • Los sajones de Horsa pretenden invadir el país, y se concentran cerca de los pantanos donde el Rey de Thule vive en el exilio.  Val los descubre, y regresa a Camelot para avisar al rey, y diseñar la estrategia de defensa.  La imagen de la carga de los caballeros de la Mesa Redonda contra los sajones es de una fuerza impresionante.
  • El nombramiento de Val como caballero, por el propio Rey Arturo, en el propio campo de batalla anterior, cuya victoria se debe en gran medida a la actuación del Príncipe Valiente y los hombres de su padre.
  • Como pago, a sus servicios, Aguar solicita de Arturo una de las naves capturadas, con la que regresar a Thule y recuperar el trono usurpado por Sligon.  Una vez conseguido, y tras un tiempo en la corte, Valiente decide abandonarla y se lanza a recorrer los caminos como caballero errante.  Aquí tiene lugar uno de los episodios más fantásticos de la serie, cuando busca cobijo en una cueva habitada por una bruja, quien le embauca para que se adentre en su interior, donde se debe enfrentarse a un viejo; éste no es otro otro que el Tiempo, en persona, y cuando le vence, Val queda convertido en un anciano, pero recobra su juventud al beber de nuevo el vino de la bruja.

  • En una taberna de los caminos, Val recibe la noticia de la caída de Roma y que Europa se encuentra en poder de los hunos.  También oye la historia de Andelkrag, la inconquistable, donde su rey Camorán ha reunido a cuanto aman la belleza, las artes y las hazañas nobles, y resisten victoriosos al asedio de los hunos.  Tras abandonar el lugar y conocer la peste roja, atraviesa las montañas y alcanza la fortaleza (en algún lugar del sur de la actual Alemania, o Suiza), donde se une a los sitiados hasta su destrucción final por los hunos.  La ilustración de Val contemplando la fortaleza de Andelkrag sitiada, que encabeza la entrada, o la de la batalla sobre sus almenas, son ya imágenes clásicas, representativas del arte magnífico de Foster.

  • Como único superviviente de Andelkrag, Val conoce a Slith, un pícaro descarado, con el que hostiga a los hunos que encuentra a su paso, utilizando técnicas de guerrilla.  Pronto reúne una partida de 300 valientes, cuyas hazañas atraen a caballeros de todas las tierras: Valentiniano envía a 500 jinetes desde Roma; el rey de España, un millar de visigodos; también desde Bretaña llegan dos caballeros errantes: sus amigos Tristán y Gawain, con quienes participa en varias batallas.  Sin embargo, la liberación de la ciudad de Pandaris no se logra con ejércitos y batallas, sino -una vez más- gracias a su ingenio y arrojo individual, que consigue el levantamiento de su población frente a los hunos.  Las imágenes interiores de edificios de la ciudad al claroscuro son impactantes, como la viñeta que cierra el año, la noche de terror en que sus habitantes, ya libres, dan caza a los invasores hunos a la luz de las antorchas.

De entre tantas ilustraciones, cada una obra de arte (todas las imágenes adjuntas se amplían al picar sobre ella), he escogido La Fortaleza de Andelkrag porque contiene como pocas la grandilocuencia e inmensidad del trabajo magnífico de su autor.  No voy a repetirme describiendo de nuevo su excelencia, la profundidad de campo en planos sucesivos, sus juegos de sombras, el detallismo, o la naturalidad de sus figuras; el impresionante movimiento que transmite en una imagen estática…  Pero no puedo dejar de citar la grandiosidad de acción que supone la introducción y dibujo de innumerables «extras» (esta vez, me niego a contarlos, muchos cientos), como en una película de De Laurentiis, o tratada por Industrial Light & Magic, de Lucasfilm…  solo que a mano, y 50 años antes.

¿Alguien duda aún por qué tantos admiramos la obra del maestro Foster?

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PRÍNCIPE VALIENTE. 1938.

Es la imagen de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo que más vívida se mantiene en mi memoria desde tiempos lejanos, la que mi inconsciente primero y mejor relaciona con la obra de Hal Foster: la batalla sobre el puente del prado de Dundorn (picar sobre la imagen para verla ampliada).

Publicada en la plancha 71, de 19 de junio de 1938, recoge esa ilustración excelsa de Val enfrentando en solitario la horda de hombres del Norte que han raptado a Iléne, su amor juvenil, a quien pretende rescatar; portando por primera vez la Espada Cantarina (1), regalo del príncipe Arn, su amigo y rival en amores (no mucho más tarde la bruja Horrit la identificará como Flamberge, forjada en la misma magia que Excalibur del Rey Arturo).  La poética del cómic de Foster alcanza aquí su máxima expresión, cuando la descripción ilustrada supera a la del propio texto que la acompaña,  y expresa, sin palabras, poesía pura comprimida en una imagen, más que cualquier narración posible.  Una supuesta traslación escrita de la misma alcanzaría diversas páginas para poder transmitir al lector toda la intensidad que Foster consigue comunicar en media plancha dibujada: la descripción del terreno dominado por la piedra; el embate impetuoso de una tropa de norteños que carga arrogante por la angostura de un puente; la dificultad de su avance, el estorbo de unos compañeros frenados en seco ante el arco que describe la hoja afilada en su canción de muerte; el grito de dolor de un herido; el miedo del retraído; el imposible esfuerzo por avanzar de su segunda fila, el desaliento de los primeros derrotados, ya superados; el ímpetu de quienes acuden y se suman nuevos al grupo atacante; la recia voz del jefe que arenga a su tropa mientras observa confundido el resultado increíble que obtiene un sólo hombre bien posicionado; la caída -casi a «cámara lenta»- del vencido por sobre el puente; la rabia del que aterriza sobre las aguas -¡qué aguas!- de un arroyo vivo y rugiente, en movimiento, bajo las sombras cambiantes de un arco de piedra; la incredulidad de quienes han salvado las aguas -y su vida- y observan sobre sus cabezas a un Val inspirado, destacado en claroscuro profundo de sombras que definen la garganta de piedra.  Un Val superior, de gesto tenso y movimientos flexibles, implacable en su embate, señor del dominio que marca con sonido sibilante su mágica Espada Cantante (1).

Todo eso transmiten los rostros, expresiones y movimientos -flexibles y naturales- de 28 cuerpos contenidos en una sola ilustración de Harold Foster (que, sin embargo, para nada aparece sobrecargada, sino repleta de espacios vacíos).  Todo eso, y mucho más: invito a cualquiera a detenerse y disfrutar observando cada detalle de realismo y veracidad contenido en toda arma, cota de malla, gleba, escudo, adorno o vestimenta que porta cada contendiente (el color de Planeta-Bocola, lo permite y facilita).

Todo eso… en una sola viñeta, demuestra la grandiosidad de su obra.

¡Honor y gloria por siempre a Hal Foster y su Príncipe Valiente!

  1. No puedo dejar de recoger la reflexión y lamento de ese gran amante de la obra que es Rafael Marín, ante la imposibilidad del castellano para recoger una traducción idónea para Singing Sword, nombre original de la espada que canta: «no transmite el sonido del término en inglés («Singing sword» hace que oigas la «s» sibilante que se supone entona la espada), y cualquier adjetivo está viciado de antemano: Cantante, Cantarina, Cantora.» (en http://crisei.blogalia.com/historias/41526)