CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO – La Historia en Poniente.

Poniente (Westeros en el original) es el continente principal de un mundo imaginario, de corte medieval.   Su historia, viva y en continuo cambio, no es única, sino múltiple, la de las diferentes casas nobles (y algo del pueblo llano) que lo habitan; historias entrecruzadas de alianzas y enfrentamientos, amistades y odios, amor, sexo, poder y ambición, elevados a límites tan extremos y naturales como la vida misma.

George R.R. Martin, conocedor profundo de la Historia medieval europea, reproduce y unifica en su mundo imaginario acontecimientos basados en contiendas famosas del nuestro: La Guerra de las Dos Rosas, de Inglaterra, entre las casas de York y Lancaster, trasladadas a Poniente como Stark y Lannister; o La Guerra de los Cien Años, que en su día asoló media Europa, que recrea con un sinfín de casas nobiliarias principales o secundarias, banderizos y vasallos de unos y otros, herederas de antiguos reinos unificados, o la antaño dominante casa Targaryen, tan extinguida ahora como los dragones que la encumbraron y conforman su enseña y blasón. Historias cruzadas que no sólo transcurren en tempo real de la narración, sino que enlazan con hechos históricos previamente acontecidos, o tejen y moldean –lenta e inexorablemente– ese nuevo futuro que se presiente tras “la llegada del Invierno”.

Martin construye su historia sobre la base de una credibilidad intensa.  Pero la reviste también de un suave velo de magia, muy leve; tan liviano que apenas afecta al realismo conseguido, que ensalza con naturalidad al quedar siempre en segundo plano: presente aunque a distancia, distante pero ineludible.

Poniente es un continente en el que las estaciones no transcurren o se suceden como en el nuestro, sino que duran años, muchos años.  Y ahora, tras un largo periodo de verano, nadie recuerda el feroz invierno que, desde la desaparición del último dragón, doscientos años atrás, ha iniciado su regreso; salvo los Stark de Invernalia, en el Norte, cuyo lema es precisamente ese, «se acerca el invierno».  Y cuando lo haga lo peor no será su crudeza, sino que con él regresan todos los miedos de las antiguas leyendas confinados más allá de El Muro… y los Otros.

La obra se inicia en un periodo de paz no demasiado extenso: sólo 15 años después del derrocamiento de la ahora extinguida dinastía Targaryen, que antaño unificase los siete reinos de Poniente gracias el poder y fuego de sus dragones.   Robert Baratheon es ahora el rey único, aceptado, carismático y jovial; pero en manos de los Lannister, a través de su mujer, la intigante Cersei, y Jaime, gemelo y amante de ésta, apodado el «Matarreyes».  Y él lo sabe.  Por eso al morir John Arryn, su Mano (Primer Ministro), en extrañas circunstancias, no duda en solicitar a su camarada y amigo de juventud Eddar Stark que lo sustituya.  Y cuando éste, por amistad leal pero a regañadientes, deja Invernalia y acepta trasladarse a la corte en Desembarco del Rey, los Lannister no pueden consentir que su poder real y secretos queden al descubierto.  Las intrigas palaciegas, los arreglos económicos y favores políticos, el folletín cortesano, están servidos; el Juego de Tronos ha iniciado su partida, una Canción de Hielo y Fuego predestinada, que conduce inevitable hacia un Choque de Reyes, una Tormenta de Espadas que trae la guerra y la muerte, con su Festín de Cuervos.  Y Ned Stark, quien parecía poseer todas las opciones para convertirse en protagonista indiscutible de la serie, deberá salir de escena y permitir que sus hijos, los lobos huargos, y otros personajes, crezcan.

Porque la historia de Poniente no se limita a la corte e Invernalia, sino que contempla diferentes arcos argumentales.  El primero de ellos, la Guerra de los Cinco Reyes muestra la lucha por la sucesión al Trono de Hierro que mantienen los Lannister, que apoyan al hijo de Robert y Cersei, con los hermanos del rey Baratheon : Stannis, en Rocadragón, y Renly, el menor,  apoyado por las casas del sur; ambos reclaman para sí la corona y sucesión, pues mantienen (acertadamente) que Joffrey no es sino hijo del incesto entre la reina y su hermano.  Al tiempo, Robb Stark es nombrado Rey en el Norte, que desea la independencia, y Balon Greyjoy se proclama rey de las Islas de Hierro y también reclama el trono.  Junto a ellos destacan otras casas, familias y personajes diferentes, desperdigados a lo largo de los reinos y geografía de Poniente (muy similar a la del Reino Unido, pero en grande).  Ya desde el primer volumen Martin va sembrando semillas que germinan y florecen con personalidad y semblante propios a lo largo de los siguientes; casas menores, banderizos y señores de dudosa lealtad a veces, en otras inquebrantable, llamados a jugar un papel destacado en el desenlace final (como el de los Reed lacustres, ya veréis).

Un segundo arco argumental recoge, por separado, la atribulada historia de la casa Targaryen (en realidad, sus restos) en el exilio; en el lejano continente oriental de Essos, al otro lado del mar Angosto, con etnias y pueblos ajenos a Poniente; el crisol donde se moldea la nueva estirpe de dragones bajo la impronta de Daenerys, última descendiente de la antaño casa real.  La vida de la princesa es dura, desagradable; vendida por su hermano como esposa a un caudillo nómada a cambio de su ayuda para recuperar la corona perdida de su familia; muy joven, casi niña, tímida y sumisa a su destino.  A lo largo de la serie asistiremos a su evolución personal hasta eclosionar en reina libertadora, señora de nuevos ejércitos y dragones, decidida en la distancia a reclamar el trono de su herencia arrebatada y hacer realidad la profecía visionaria de su familia: «Él es el príncipe prometido, y suya es la canción de hielo y fuego».

El tercer arco argumental desarrolla la trama más cercana a lo mágico (aunque una magia distante, como amenaza en ciernes, que no daña el realismo de la historia), y transcurre en el norte, en El Muro.   Si la configuración de Poniente recuerda la de Gran Bretaña, su Muro es, necesariamente, reflejo de aquel otro Muro de Adriano construido por los romanos como defensa frente a los Pictos y demás pueblos bárbaros del norte; sólo que éste es de hielo, y mide 500 Kms. de largo por 300 varas (casi 250 metros) de alto.   Construido miles de años atrás en el extremo superior del continente (donde nace el temido Invierno y reside el horror) para contener tras él al pueblo libre; y a Los Otros, entes terroríficos de leyendas y cuentos, que hacen retornar a los muertos convertidos en seres malignos; con la llegada del invierno al continente regresan ellos también.  Su historia es la de la Guardia de la Noche, que viste de negro como contrapartida al blanco de la llamativa Guardia Real. Antigua orden de caballeros juramentados (en sus votos citan también la Canción de Hielo y Fuego) en la defensa del reino frente al mal que acecha al otro lado, en la actualidad, cuando será más necesaria, se encuentra empequeñecida (de los 14 castillos construidos a lo largo del muro sólo persisten tres) y compuesta en su mayoría por inútiles y maleantes que han conmutado su pena por aquel exilio.  Es también la historia de Jon Nieve, hijo bastardo de Eddard Stark y del misterio (nadie sabe quién fue su madre, excepto –tal vez– los Reed), y su sorprendente ascenso en la Orden; o la de Benjen Stark, su tío, desaparecido tras el Muro; la tercera visión de su hermano Brandon, o los sueños de lobos huangos…

Queda aún demasiada historia por contar.  Y con G.R.R.Martin, que se desvela maestro en el arte de introducir cambios drásticos en la narración y personajes, en aras del realismo y la perfección de una buena historia, nada puede darse por seguro (¡No sabes nada, Jon Nieve!, decía Igrytte).  Pero nadie duda que los tres argumentos, que cohabitan y avanzan por separado (aunque con cruces leves e historias dependientes), llegarán a unirse en algún punto (dos de ellos han comenzado a hacerlo).

Cuando ocurra, su confluencia puede ser grandiosa.

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO, de G.R.R. Martin: Grandiosa Epopeya Fantástica.

Tras escribir el post anterior sobre Juego de Tronos (la adaptación a TV, por HBO, del primer volumen de la serie), y terminar Festín de Cuervos, último aparecido hasta el momento, alguien muy cercano me propuso realizar un comentario personal sobre Canción de Hielo y Fuego en su conjunto, enfocado principalmente a los que –como él– todavía dudan si iniciar o no la lectura de una historia tan extensa.  Pero el rufián descarado lo hizo lanzando un reto: «Convénceme…» dijo; y añadió: «…si puedes». Así las cosas, como buen caballero, no puedo sino recoger el guante y aceptar el desafío, propuesto en buena lid.

Pero analizar una obra sin acabar supone un riesgo considerable y no pocas dificultades. Si además se trata de CDHYF, una historia que en extensión puede acercarse a La Biblia (cuatro libros publicados de un total de siete previstos por su autor, unas 3.800 páginas hasta el momento, sin contar preludios, «Las aventuras de Ser Duncan y Egg»), la dificultad y el riesgo se agravan considerablemente.  Por ello, velo armas y me presento al torneo.  Una justa que, necesariamente, será larga y extenso, como la obra en cuestión:

Empezaré repitiendo algo ya dicho: considero Canción de Hielo y Fuego la mejor y más grandiosa obra de Fantasía del siglo XXI hasta el momento (aunque comenzó a publicarse en 1996, dejaremos el S.XX para El Señor de los Anillos).  Una saga (o novela río, como ha dado en llamarse dada su extensión) de historias múltiples, densa de contenido; salpicada de personajes muy bien definidos y mejor tratados; tramas complejas, serias, adultas, alejadas de la simpleza que aquejan las fantasías juveniles, en la que –como en ellas– el amor y el odio, la caballerosidad o maldad son las motivaciones de sus protagonistas, pero también la ambición y el poder, la vileza y corrupción de éste, las intrigas políticas o económicas y, por supuesto, el sexo; todas ellas llevadas a sus extremos, sin tabúes o concesiones a la moral; tan reales como la vida misma, que casi siempre supera a la ficción.

Y sin embargo, pese a esa complejidad que presupone lo antes dicho (y lo mucho por decir), se trata de una obra que nunca se hace pesada, sino al contrario: cada página, cada episodio o personaje al que éste se dedica, cada volumen que inicias, te conquista y sumerge en la narración, te cautiva de tal forma que al terminar te hace desear el siguiente, continuar sin parar, no dejarlo en ese punto… Quieres más; necesitas más…

G.R.R.Martin se consagra en ella maestro magnífico en el arte de narrar lo inesperado.  Utiliza giros narrativos insólitos e impredecibles que deleitan a los lectores, pero que a más de uno, también, le ha hecho soltar imprecaciones e injurias a los siete dioses de Poniente, el dios ahogado de las Islas, o el dios sin nombre de los muchos rostros en Braavos; incluso a los más antiguos, del norte… Martin utiliza su experiencia televisiva –donde triunfa el formato serie, por temporadas– y maneja a la perfección los personajes, la transición de sus mentes, sus sentimientos cambiantes (y por ende los del lector), para hacernos ver seres entrañables en protagonistas que antes resultaban odiosos, o viceversa.  Y como no se compromete con nada o nadie, salvo el desarrollo de una buena historia, entretenida además, ni tiene reparos en privarnos de un plumazo de quienes consideramos héroe o villano preferido hasta el momento (de ahí las maldiciones…), en la mitad de historia que aún falta por llegar podremos esperar de todo, previsto o imprevisible, menos –estoy seguro– aburrimiento y cansancio.

Si tú, lector de este artículo, eres por casualidad uno de los que piensan iniciar la lectura de la obra en un futuro cercano permíteme un solo consejo: no centres tus preferencias, ni el cariño u odio como lector (que ambas cosas se generan) en un protagonista concreto; disfruta de todos.  Porque CDHYF dispone de situaciones versátiles y personajes tan ricos que evolucionan –incluso desaparecen– de un volumen a otro, y corres el riesgo de que en el siguiente lo pierdas, o debas cambiar el juicio previo que te hiciste de él.

Y si, como mi amigo, eres de los que aún no se han decidido, acepta este otro que le doy a él: ¡olvida las dudas y comienza a leer!   Sólo te arrepentirás de no haberlo hecho antes.

Si no te he convencido (todavía), espero que lo hagan los siguientes post que seguirán a éste, sobre la Historia, Preludios, Personajes,  y otros temas que -seguro- irán surgiendo.  Pero si no quieres esperar, puedes informarte mejor y más en los enlaces que relacionamos dentro de la página (pestaña superior) dedicada a la serie (pulsa aquí).

Nota final:  En Canción de Hielo y Fuego sólo encuentro un motivo de recelo y no dudo en comentarlo, como advertencia: su continuidad.

G.R.R.Martin publicó Juego de Tronos en 1996, hace ¡14 años! (en España, 2002).  Los siguientes con dos años de diferencia, Choque de Reyes en 1998 (2003), y Tormenta de Espadas en2000 (2005), pero Festín de Cuervos no apareció hasta 2005 (2007).  Las propias palabras del autor al final del volumen hacían suponer que Danza de Dragones, el quinto de la serie no tardaría en aparecer (los dos libros iban a ser uno, pues transcurren simultáneamente).  Pero aún no lo ha hecho en Estados Unidos…Las últimas noticias conocidas apuntan a que está casi listo, con una extensión de nuevo considerable, (1100 páginas manuscritas, de unas 1500 previstas).  Con ello, como pronto, se publicará en inglés en 2011 (¿en España…?). Esperemos que el autor, en su aparición prevista en la Octocon de Dublin, a mediado de octubre, desvele algún dato más al respecto.

A este paso, la serie no finaliza antes de 2020.  El problema de Martin no es la extensión de su obra, sino que dedica demasiado tiempo a otros temas aparte de CdHyF: su blog, aparición en convenciones y firma de ejemplares, otras historias (el tercer relato de Dunk y Egg, por ejemplo)… que todos agradecemos sin duda.  Pero el miedo de muchos es que al bueno de George (de 62 años) le suceda algo en este tiempo (¡Los Siete no lo quieran!), y deje la serie sin concluir.

SAGA GERALT DE RIVIA. Portadas.

Galería de portadas de la serie Geralt de Rivia bajo el sello Alamut.

(A la espera de un futuro artículo sobre la Saga al completo, sirva esta entrada para abrir boca)

Aunque de inicio la serie se publicó en España bajo la colección Bibliópolis Fantástica, su editor, Luis G. Prado decidió más tarde presentar la reedición de los títulos publicados hasta el momento bajo el sello Alamut, manteniendo al tiempo la continuidad de la anterior.  La diferencia más clara entre ambas se encuentra en las portadas de las obras.

Si en la primera resultaban llamativas las ilustraciones de Gallego Bross, en la segunda destacan por su atractivo y calidad de las imágenes, las del uruguayo afincado en Barcelona Alejandro Colucci,  que ponen rostro a los personajes principales de la serie.  En la imagen superior, en orden de publicación, Geralt, Yennefer, Jaskier, Ciri, Milva, Regis, Cahir y Triss Merigold.

Sin duda, todo un acierto editorial.

LA DAMA DEL LAGO (II): Final de una Saga magnífica.


Terminaba mi artículo sobre el volumen I de La Dama del Lago indicando que la editorial utilizaba (con maestría) el recurso de dividir en dos el último volumen de la Saga de Geralt de Rivia para «dejarnos con las mismas ganas que hace tres años»…  Estaba equivocado.

En mi caso ha servido para hurtarme la ilusión de su lectura, perder la ansiedad con que lo esperaba, vaciar de contenido ese Último Deseo insatisfecho de disfrutar su conclusión…  No me he divertido lo mismo (confieso con pena) que si lo hubiese enfocado de seguido, en un único volumen.

Inicialmente, había subtitulado esta reseña «Ilusión hurtada, Ilusión perdida«, pero no sería justo que tales palabras fuesen el resumen y mi valoración de una obra magnífica, una de las más atractivas de la Literatura Fantástica en los últimos años, así que vayamos por partes:

La Dama del Lago, en su conjunto, sin partes, representa un final más que aceptable a una extensa saga de 7 volúmenes.  El lector debe quedar contento con su conclusión, pues en él, Sapkowski cierra todas las tramas e hilos argumentales que había ido tejiendo con habilidad en momentos previos; al tiempo que completa su realismo (fantástico) con una crítica ácida sobre las guerras y los enjuagues políticos que envuelven su conclusión (la paz negociada) con una visión mordaz que resulta tan brutal como la propio crueldad y horrores de las acciones bélicas; pero, sobre todo, otorga un final válido a los personajes principales que componen la saga (quizás no tanto a los secundarios). Todo ello aderezado con la maestría propia de un autor que revolucionó en su día el estilo, lenguaje,  y forma de enfocar la Literatura Fantástica (y no sólo ésta), y que en mí, personalmente, ha dejado una huella profunda e inolvidable.

Pero terminar la lectura de este segundo volumen de La Dama del Lago de forma individual (octavo en la edición española), me ha dejado también algo de desazón amarga, una cierta sensación de ilusión perdida.

Ignoro cuánta culpa tiene de ello su publicación dividida en dos tomos, pero no poca, sin duda (esa parte de ilusión hurtada a la que me refiero antes).  Pero tampoco sería justo culpar por completo a una decisión editorial (por muy desacertada y comercial en exceso que me parezca); parte de ella podría achacarse al propio Sapkowski, un posible desvanecimiento de su frescura e ilusión personal tras tanto tiempo en la misma historia.

Es sólo una opinión personal, una sensación de pasada; pero suele ocurrir con las series largas de éxito: la expectación despertada entre lectores y crítica, el querer contar historias con mensaje (historias que se desarrollan solas, mas allá de lo planificado), la búsqueda de la perfección, la auto presión por no defraudar al final… unido a la irrupción en tu mente de otros personajes e historias diferentes que también quieres contar (la Trilogía Husita, por ejemplo) pueden generar esa perdida de ilusión a que me refiero, que el interés de la historia se venga abajo, o forzar un final precipitado, por mucho que lo tengas en mente desde siempre.  (Algo así –supongo– es lo que ha ocurrido con su traductor, Jose Mª Faraldo; o lo que muchos tememos suceda –y el propio G.R.R. Martin reconoce y confiesa temer(1)– con Canción de Hielo y Fuego).

Analizadas por separado, en la primera parte, Sapkowski apenas enfoca la trama principal de Geralt y su grupo, y alarga en exceso la historia introduciendo (eso sí, con su maestría habitual) personajes y puntos de vista nuevos sobre la guerra o tramas circulares de serpiente Ouroboros alrededor de Ciri (algunos me parecen ahora gratuitos e innecesarios, en contra de lo que pensé y escribí entonces), para forzar la unión con personajes de la trama artúrica sacados de un relato escrito fuera de contexto y tiempo(2); aunque sin duda esa era su intención e idea para el final, ya por entonces.  En su segunda parte/volumen se encuentra la verdadera resolución de la trama central, el deseado final de la saga y personajes.  Una resolución que, siendo válida y coherente para los protagonistas principales (no tanto los secundarios), leída de esta forma –dividida, y sin continuidad en el tiempo– resulta demasiado precipitada.

Estoy convencido de que en su formato original (al completo) sería distinto; posiblemente no estaría hablando ahora de ilusión perdida, ni hurtada al lector (al menos en mi caso), y hubiese disfrutado más el final de esta magnífica saga de literatura fantástica.

Un final en todo caso diferente al ya conocido(3) (Sapkowski advirtió que no necesariamente tenía por qué ser ese…) pero bastante cercano.  Un final comprometido; como corresponde a una serie de fantasía que introduce el realismo en mensajes y críticas frente a la injusticia, la guerra, o el totalitarismo; y que deviene en denuncia contra el racismo y el miedo a lo diferente.  Un final, en suma, bastante menos amable que aquel primero, pero muy condicionado por la existencia de éste.

Prueba de ello (además de Galahad pasmado ante La Dama del Lago) es el trato que da a los protagonistas secundarios, ese variopinto séquito de compañeros dispares del brujo; Cahir, Milva, Angouleme, Regis personajes bien conformados durante varios volúmenes, de los que Sapkowski se desprende al final como peones prescindibles, sin concederles la gracia y protagonismo que en mi opinión se merecen… No lo comprendí, hasta descubrir que ninguno de ellos aparece en el relato final previo.

Así las cosas, la pregunta que se plantea el aficionado es: si tanto se aferra a un guión previo, ¿por qué cambiarlo?…  Son sus personajes; y como dije en otra ocasión, el autor narra las historias a su estilo y forma, no bajo los cánones que nosotros, lectores inquietos, imaginamos.

Pero si me atreviese a conjeturar una posible explicación (en base a lo antes citado) pensaría que Sapkowski deseaba tiempo atrás dejar la Saga de Geralt de Rivia y pasar página, dedicarse a otras historias y personajes que bullían en su mente (Narrenturn), aunque dejando la trama y los personajes definitivamente cerrados…  Así las cosas, ¿qué mejor forma de acabar la serie que al estilo de todas aquellas otras Sagas antiguas medievales, o poemas épicos de cualquier época y lugar, en los que el héroe termina sus días en un lugar mítico, o en defensa de una causa, lejos de la paz y felicidad del hogar?  Me gusta pensar que ese podría ser el motivo de cambio de final.

Pero ¿es en verdad el final definitivo de Geralt de Rivia…?  Lanzo al aire la pregunta(4).

No quiero terminar sin citar la fuerte influencia que en el éxito de la serie en España ha tenido su traductor, Jose Mª Faraldo, verdadero artífice del traslado al castellano del renovador aporte literario de Sapkowski, y la frescura de su lenguaje.  El propio autor así lo reconoce.  Sin él, el impacto de la Saga no hubiese sido tanto.  Y su presencia, –mejor dicho, su ausencia– en este tomo se deja sentir.  Comparen si no su lectura con la de los primeros volúmenes: su frescura no es la misma.  No sé cuánto de esa pérdida corresponde al autor, su traductor, o ambos (como muestra de una sincronía perfecta).  Pero se nota; y bastante.  Y creo justo reconocerlo.

La Dama del Lago representa el final de una extraordinaria Saga de Literatura Fantástica, que supo renovar el género en su día, y goza por ello de un merecido reconocimiento entre la crítica y éxito de público; sus seguidores por todo el mundo son legión.   Y una visión en conjunto la hace más grande aún .


(1) En entrevista de Luis G.Prado, publicada en Gigamesh, 40.

(2) Algo termina, algo comienza, escrito 7 años antes, para el fanzine El enano rojo, como  «broma de famdom» (en palabras del propio autor), aunque imagino que ya por aquel entonces rondaba por su cabeza un final entroncado (con ironía y el humor fino que le caracterizan) con el mito artúrico.

(3) De nuevo, Algo termina, algo comienza, publicado anteriormente junto a otros cuentos cortos de Sapkowski, en el libro Camino Sin Retorno, de la misma editorial.  Añadido al volumen 2 de La Dama del Lago, para evitar que quede raquítico junto a los previos… O para ofrecer al lector una visión más completa de todo lo imaginado por el autor;  Quién sabe…

(4) Tal vez no: adaptaciones al cómic, juegos de ordenador, películas y series de TV, más allá de las realizadas hasta el momento, podrían forzar el regreso de un personaje tan atractivo y carismático como este Brujo de Rivia.  Un final nada explícito, y de fácil integración con su alternativa así lo permiten (como lo fue en el cómic la falsa precuela de sus padres en Camino sin retorno, bendecida después por Sapkowski).

LOS TIEMPOS DEL ORÁCULO. De Ramón Ramos

A camino entre la Fantasía y la Ciencia Ficción, Ramón Ramos inicia con «Los Tiempos del Oráculo» el primer volumen de la saga «La Era del Cometa».

En un país de gente sencilla y ambiente medieval humilde, el edificio del Oráculo se yergue majestuoso, brillante, misterioso e ignoto, cambiante y en movimiento, vestigio remoto de antecesores perdidos y un pasado olvidado; sus burbujas errantes se abren y cierran periódicamente sin sentido aparente, incomprensibles.  Nadie conoce su historia o significado, disipado en la memoria del tiempo; sus sacerdotes dan guía y consejo al pueblo, nunca explicaciones, pues nadie las comprendería y ellos mismos las ignoran.  Sabios y eruditos de otras tierras peregrinan para observar y estudiarlo.  En ciudades lejanas se guardan crónicas escritas de su descripción y presencia, su correlación con hechos pasados o los diferentes pueblos.  Y hechiceros y magos, o países poderosos, le temen y envían ejércitos a conquistarlo… sin éxito.

«Los tiempos del Oráculo» comienza en una de esas conquistas baldías que sólo obtienen destrucción de vidas sin sentido, en el año séptimo de la Era del Cometa.  Tras el ataque y la pérdida de su hogar, seres queridos, y el estilo cotidiano de una rutina diaria, dos vecinos de la ciudad emprenden el camino de su nueva vida; ambos al mismo tiempo, aunque por separado.  Jaspe, de quince años –ambicioso, inquieto, inconformista, ávido de conocimientos–, hacia el interior del Oráculo, en una de aquellas burbujas errantes que se revelan puertas abiertas a otros mundos y eras distintas.  Tilo, rondando los treinta –tradicional, resignado, amante y feliz esposo,  padre de dos pequeñas, las tres ahora muertas– hacia el exterior, lejos, en tierras remotas y solitarias, plagadas de «presencias» y espíritus naturales que le harán evolucionar.

Porque la historia que narra «Los tiempos del Oráculo» es, sobre todo, la transformación personal que sufren sus protagonistas a la sombra alargada de un misterioso edificio, incólume al paso del tiempo y cuanto le rodea; ajeno –en principio– a todo cuanto sucede a su alrededor, personas, pueblos, ejércitos o civilizaciones.  Y con ella, Ramón Ramos nos propone seguir la estela individual de dos personajes, los primeros de una posible larga lista en el futuro, pues el volumen (que finaliza y cierra historias en sí mismo) es el inicio de una saga que puede (y debe) dar bastante más de sí:

Tilo y Jaspe, movidos por acontecimientos que no han provocado, avanzan por caminos diferentes en esa especie de huida hacia delante que emprenden al mismo tiempo, y se convierte para ambos en un viaje iniciático.  Curiosamente, quien más se aleja del Oráculo será quien más se acerque a su conocimiento; y aunque no llegue a entenderlo, obtendrá en su recorrido un estado de sabiduría que supera a cuanto podría alcanzar de no haberlo iniciado.  Por el contrario, quien se sumerge en su interior y dispone de los medios para dominar el presente mediante el conocimiento futuro, será quien termine enrocado en sí mismo, marcado por la ambición.

El personaje de Tilo recuerda un poco a Sócrates (curiosamente, una vida marcada también por el oráculo, según la tradición popular).  Si el sabio de Atenas encontró sabiduría en la ignorancia («sólo sé que no sé nada»), Tilo se hará sabio intentando profundizar en su desconocimiento; y al igual que aquel creó la “mayeútica” inductiva como método, Tilo intentará que otros alcancen el conocimiento y la verdad desde el interior, por sí mismos… sólo para descubrir que los hombres prefieren que sea otro quien les ofrezca respuestas.  Jaspe, al contrario, encuentra y dispone demasiado pronto del conocimiento, y pretende utilizarlo para decidir su destino futuro.  Al final se dará cuenta que es el Destino quien decide; y que por muchas vueltas que de a lo largo del tiempo para evitarlo, existe una lógica congruente –incluso en las paradojas–, y el Destino siempre te alcanza…

Porque aunque la colección Excalibur se apellide fantástica y Ramón Ramos parte de la Fantasía (Alta, no Épica) para ambientar su historia, la obra utiliza y debe inscribirse bajo el criterio de paradoja temporal que suele ser más propio de la Ciencia Ficción (sin quedar definido, el buen aficionado puede encontrar en el Oráculo reminiscencias de aquella Eternidad del maestro Asimov); dicho esto no en clave excluyente, sino como elemento ecléctico que enriquece la propuesta:  Tilo y Jaspe parten de una raíz común con destinos separados, para vivir vidas excluyentes y distantes; pero gracias a las burbujas errantes del Oráculo y el hechizo de unas palabras susurradas bajo el miedo, fluyen en círculos y se entrecruzan una y otra vez, sin saberlo, en el espacio y el tiempo, hasta desembocar en un final no tan inesperado como sorprendente.

«Los Tiempos del Oráculo» es el primer volumen de una saga.  También una novela cerrada en sí misma, que permite su lectura independiente, sin dejar cabos sueltos (más allá de los misterios propios del Oráculo, y una posible interrelación futura de personajes en los círculos concéntricos de otras vidas, enlazadas por la paradoja oracular del tiempo).  Se trata de una obra ligera, de pocas páginas, que permite ser acometida sin miedo.  En teoría, debería facilitar una lectura rápida.  Sin embargo, por momentos –quizás debido al estilo excesivamente medido de su autor, y frases demasiado cortas–, la transición de la historia y sus personajes se hace lenta, incluso algo pesada, y hechas en falta un poco más de dinamismo y acción, un devenir de los hechos no tan relajado y calmo.   Confiemos que así sea en el futuro.

Habrá que estar atentos a las siguientes entregas de «La Era del Cometa», la saga que Ramón Ramos nos introduce con esta primera novela; un mundo fantástico que, tras lo visto, admite mucho por descubrir.  Una propuesta imaginativa y ecléctica, inteligente; pues parte de una buena idea, apenas desarrollada aún, que ofrece a su autor la posibilidad de construir a su alrededor numerosas historias, variopintas, diferentes, incluso navegar entre géneros…

Quedamos a la espera.

Los Tiempos del Oráculo, de Ramón Ramos. Ilustración de Marcelo Buchelli.  Grupo Editorial AJEC, colección Excalibur Fantástica. Granada, 2009. 174 págs. Tapa blanda con sobrecubierta. ISBN: 978-84-96013-79-7.