Unos mal intencionados comentarios sobre EL COLOR QUE CAYÓ DEL CIELO

by PacoMan

España es un país de pandereta, por lo que es obligación ser pirata: me he descargado El Color que Cayó del Cielo de freeditorial.com. En inglés original: The Colour Out of Space el cuento está libre de derechos y descargable aquí.

Este cuento lo escribió Howard Philips en Marzo de 1927 cuando contaba 37 años y estaba en pleno esplendo creativo, por desgracia sólo faltaban 10 años para su prematura muerte.

Este cuento fue el único que publicó en Amazing Stories al pensar Philips que contenía más ciencia ficción que lo recomendable para su amada Weird Tales, pero como quiera que el “rata” de Hugo Gernsback le costó aflojar el pago, nunca más volvió a tratar con el luxemburgués, que según los muy chovinistas americanos es el padre del moderno concepto de Ciencia Ficción y dio nombre a unos premios que inspiraron a nuestros Ignotus y por tanto con los mismos defectos.

En mi copia no aparece el traductor, los piratas somos legión e indocumentados. Este cuento ha sido traducido 7 veces (habrá más, pero me cansé de buscarlas). La primera vez en Argentina en 1957 con el título: El color que cayó del cielo por Francisco Porrúa (bajo el seudónimo de Ricardo Gosseyn). Porrúa desarrolló una inmensa tarea como editor frente a la imprescindible editorial Minotauro. La otra traducción argentina de 1994 es de Elvio Gandulfo que mantuvo el mismo título. El escritor catalán, Antonio Ribera Jordà lo tradujo en 1973 como El color surgido del espacio. En 1980 también tituló así su traducción Aurelio Martínez Benito, incluso Babel 2000 (sic) le puso este mismo título a su traducción de 2003. En 1999 el español José Antonio Álvaro Garrido (que firma sus obras de ficción como León Arsenal) tituló El color fuera del espacio a su traducción y finalmente Juan Antonio Molina Foix tituló su traducción como: El color del espacio exterior. Mucho ruido para tan pocas nueces, al menos Lovecraft goza del favor de los editores que lo reeditan una y otra vez.

De todos es conocido que el bueno de Howard era un xenófobo y aquí una pincelada en pleno cuento:

“… No me estuvo raro que los extranjeros no quisieran permanecer allí…”

Cosa curiosa, ya que el narrador es un casi “basura blanca” descendiente de puritanos ingleses. Un foreigner recién llegado a ojos de un verdadero nativo, pero ya sabemos que los Howard Lovecraft y Donald Trump de los USA tienen unos terribles problemas con la pertenencia y la antigüedad.

¿Y el cuento? Pues está muy bien. Como ha servido de modelo de películas, novelas y otros cuentos, a ojos de hoy no parece original, cuando es el responsable de todo. Soy pirata pero educado, como voy a fusilar muchos textos y soy amigo de alguno de sus editores, los voy a citar: H. P. Lovecraft: El caminante de Providence de Roberto García Álvarez editado por GasMask en Abril 2016. Página 438:

“… El gran ciclo de relatos de 1926-27 se cierra con The Colour Out of Space [El color del espacio exterior], escrito en marzo de 1927. Se trata de uno de los mejores relatos de Lovecraft, que aúna horror y ciencia ficción y que, incluido en los Mitos de Cthulhu, lleva la acción desde las calles de Arkham hasta las granjas cercanas a la mítica ciudad. El narrador del texto comienza hablando de una zona totalmente estéril que día tras día se va ensanchando. Con el testimonio de uno de los habitantes más viejos del lugar, logra descubrir que ese lugar está maldito y yermo desde que en 1882 cayó allí un meteorito. A partir de ese momento, una enfermedad extraña comenzó a diezmar a todo ser vivo de la zona. Los Gadner, la familia de granjeros más próxima al lugar, comenzaron a enloquecer y morir uno a uno. En el interior del meteorito se ocultaba una criatura gaseosa de un color no propio de este mundo que es la responsable de todos esos desastres. Pero la desaparición de los Gadner y el abandono de su granja no suponen el fin de la pesadilla; el progreso de las grandes ciudades hace que todo aquel lugar vaya a quedar bajo las aguas de un nuevo pantano que proveerá a los incautos urbanistas. …”

Cualquiera diría que la enfermedad descrita es algún tipo de radiactividad… difícil pues los efectos mutagénicos de la radiación fueron identificados por primera vez por Hermann Joseph Muller en 1927 desde la Universidad de Texas (en 1946 le valió el Nobel de Medicina) a miles de kilómetros de Providence y de la Miskatonic University tan querida por Howard.

Llegué a Lovecraft de la mano de la antología: Los Mitos de Cthulhu que Rafael Llopis hizo para Alianza Editorial en 1969. En esta selección como bien avanza en el prólogo:

“… he seleccionado todos los cuentos de Lovecraft que, pertenecientes a dicho ciclo, fuesen inéditos en castellano. …”

Y como ya hemos visto este cuento, de esquivo color, se publicó en castellano en 1957. Rafael Llopis no dedica comentarios específicos al cuento, ni en el ensayo introductorio, ni en los cuatro capítulos que le dedica al maestro de Providence: del XXXVIII al XLI en su docto ensayo Historia Natural de los cuentos de miedo (1974) Ediciones Jucar. Eran otros tiempos, el fandom no era lo que es ahora y no había reconocimiento alguno al género. Quiero destacar dos pinceladas de Llopis, la primera es para ubicarnos, para no perder la referencia de donde estamos y a que hemos venido. Página 230:

“… Lovecraft, como tan a menudo sucede, fue en vida un escritor minoritario que ha alcanzado la popularidad treinta años después de muerto. …”

Esto lo dijo en 1974, han pasado 44 años desde entonces. Para que te tomaran en serio había que decir cosas cripticas (o no) como estas. Página 231:

“… Acaso la primera contradicción en importancia sea entre su materialismo y su idealismo. “¡Idealismo y materialismo, ilusión y verdad!”, escribe Lovecraft en uno de sus ensayos. Pero esta frase, en la que se declara explícitamente materialista, es a la vez un grito de dolor implícito por su incapacidad para creer en la realidad de sus sueños. De esta contradicción nace toda la obra lovecraftiana, que no es sino racionalización materialista de contenidos arquetípicos y numinosos. …”

Ahí queda eso. Hay algunas perlas de igual o superior calibre, pero como botón de muestra creo que es suficiente.

Lo cierto es que el cuento lo acabo de leer por primera vez gracias al Club de Lectura de Literatura Fantástica en Málaga para el encuentro del viernes 29 de Junio de 2018, dedicado a Los Mitos de Cthulhu. A mí me ha gustado, capta la atención del lector y te lleva a donde le da la gana llevarte. Pero mejor vuelvo a ceder la palabra a Roberto que se explica bastante mejor que yo:

 “… Lovecraft hablaba del texto como un “estudio de la atmósfera” y, en efecto, el relato no tiene ninguno de los habituales artificios de Lovecraft y además está contando con un estilo directo y llano. Su interés por la atmósfera del relato, por el ambiente y el escenario, hacen que no necesite recrearse en los aspectos sanguinolentos de la historia,  y aún así logra crear la atmósfera de aislamiento y opresión necesaria para que el lector se imagine, sin mucho esfuerzo, estar presente en la Nueva Inglaterra rural donde tienen lugar los hechos. …”

Es absolutamente imposible no percatarse que la película Aniquilación (Annihilation, Alex Garland 2018) por muy basada en la trilogía de Jeff VanderMeer que esté, no es que beba de este cuento es que se abreva sin pudor ni recato. El bueno del VanderMeer me parecía un sujeto de escaso criterio desde su muy gráfica, pero escasa de enjundia Biblia Steampunk. Jeff abandera el movimiento weird, que en su peor versión está siendo emulado por nuestro fandom. El amigo Jeff además lidera un revisionismo que denigra al maestro de Providence. Pero voy a ceder de nuevo la palabra, esta vez a Alberto López Aroca, editor de Ulthar que en el volumen de Abril de 2018 introduce un ensayo de Joshi sobre la trilogía de Jeff VanderMeer:

“… El siguiente artículo del gran S. T. Joshi es una crítica a la Trilogía de Southern Reach de Jeff VanderMeer, que recientemente ha tenido adaptación cinematográfica. Considerando que VanderMeer es uno de los mayores detractores de Lovecraft, y que Joshi es el mayor investiga-dor lovecraftiano en activo, saltan chispas, hay spoilers, disecciones y opiniones sin pelos en la lengua. …”

Vive Dios que Joshi acumula argumentos y deja en evidencia la baja calidad de la obra de Jeff, pero ese no es nuestro propósito, sino evidenciar que la novela y la película en mayor medida se inspiran en el cuento que nos ocupa.

Escuchemos a Joshi:

“… Es evidente que VanderMeer ha hurtado elementos claves del trabajo de William Hope Hodgson y de H. P. Lovecraft.  (…) En cuanto a Lovecraft hay varios préstamos obvios de las características específicas de sus cuentos. Se pueden identificar cuatro de esos préstamos:

  1. Una indicación al principio del relato, cuando “la frontera [del Área X] está avanzando… un poco cada año”, es claramente un préstamo de “The Colour Out of Space” (1927) donde un meteorito que transporta a una entidad extraterrestre (o a un conglomerado de entidades) aterriza en la propiedad de un desventurado granjero; y aún cuando la entidad en apariencia vuelve al espacio al final del cuento, los efectos permanecen: “la plaga se expande, poco a poco, quizá una pulgada por año” …”

Pero el préstamo es mayor, el cuento describe una naturaleza alterada, bajo mal funcionamiento, que me llevó a especular con la radiación como causante, evidentemente en la trilogía y película uno de los elementos más impactante es el comportamiento aberrante de una naturaleza alterada a lo Lovecraft. Joshi referencia tres préstamos más a: In the Mountains of Madness (1931), “The Dunwich Horror” (1926) y “The Shadow Out of Time” (1934-35).

Y claro la crítica final de Joshi a Jeff por una práctica que se ha extendido sin respetar fronteras:

“… Resulta divertido darse cuenta de que entre los personajes de VanderMeer hay una mujer negra (Grace Stevenson), un hombre hispano (John Rodriguez), un homosexual (Saul Evans), y una lesbiana (Grace Stevenson). Todo muy apropiado según los cánones de la corrección política multicultural. El único problema es que estos personajes son tan intercambiables entre sí que sus características étnicas o sexuales no tienen relevancia en el conjunto de sus personalidades, y no influyen en las acciones que su autor fuerza mecánicamente a que realicen. En especial, las escenas con Saul y su amante son tan humillantemente envaradas y torpes que más parecen una parodia del amor homosexual. …”

Y la puntilla:

“… Como otros muchos detractores de la superioridad moral, VanderMeer sabe que ahora está de moda desacreditar a Lovecraft por toda clase de negligencias personales y literarias imaginables, pero es evidente que no está por encima del robo de elementos fundamentales del revolucionario trabajo de Lovecraft cuando le conviene. …”

¿Qué más puedo añadir? Tantas similitudes…

En fin, Lovecraft era un montón de istas, pero es nuestro ista, lo que no le impedía escribir como Dios.

Un Mago de Terramar

Por IGNACIO PLATERO

Aún estaba en el instituto cuando leí Un Mago de Terramar por primera vez. Recuerdo que mi perplejidad era constante página tras página. Si bien no tenía la chispa ni el ritmo de Howard, mi autor favorito por aquel entonces, sí que me cautivó su tono melancólico y pausado, sobre todo por lo alejado que estaba de los esquemas de la fantasía que acostumbraba a leer. Agradecí el cambio de registro y la ausencia de las razas típicas: elfos, enanos, bárbaros y orcos.

El estilo era también un soplo de aire fresco, que al igual que a las embarcaciones que surcan los océanos interminables de Terramar, te movía a seguir leyendo hasta el final. Si bien el ritmo era lento, se compensaba con la brevedad del relato. Si acaso los magos no eran tan carismáticos como Merlín o Gandalf, poco tenían que ver con los clichés que ya conocemos los viejos lectores del género.

Mapa de Terramar, por Lyam Davis

Terramar es un archipiélago rodeado de agua. No caben grandes épicas ni ejércitos multitudinarios enfrentándose. No se mencionan otros continentes tampoco… bueno, si se sugiere algo presente en el incierto oeste, donde moran los muertos y los dragones. La protagonista es la magia, con elementos taoístas, unida al valor del aprendizaje.

 

Lo mejor de la historia está en las resonancias del viejo lenguaje y los símbolos: La sombra, la niebla, el fluir de las aguas, los pájaros… Si bien en la épica clásica el enemigo es exterior, vemos que el principal enemigo de Ged es él mismo. Es una historia fantástica con estructura de cuento, aunque la autora se recrea describiendo de forma realista algunas escenas, lo cual genera un peculiar contraste. Hay también más motivación por madurar que en enfrentar a una némesis, y más reflexión que acción. Los dragones temen más la palabra que la espada, y los magos rara vez usan la magia, si pueden evitarlo.

Estas contradicciones hacen que la historia se mueva también a la sombra de un género encasillado y menospreciado en su época, e igual que su personaje principal, tiene la intención de crecer más allá del niño y el joven adulto, para apelar a alturas más literarias.

Digno de mención es que algunos de los elementos más exóticos de Le Guin, se volvieron mainstream posteriormente, como el entonces novedoso concepto de la escuela de magia.

Reseña e impresiones de LAS DOCE MORADAS DEL VIENTO de Úrsula K. Le Guin.

Por DANIEL HENARES

Alejandro Colucci

Estos relatos funcionan como forma de conocer, de forma superficial pero extensa, la ingente obra de Úrsula K. Le Guin. Contiene historias pertenecientes a sus dos ciclos principales, Ekumen y Terramar, y otras independientes.  Formando un grupo, si bien dispar e inconexo, que no baja el nivel de calidad ni produce sensación de incoherencia. Por poner un símil gastronómico, este libro sería más como una comida de degustación, donde se prueba un poquito de cada cosa, aunque el cocinero sea el mismo.

Personalmente, lo he disfrutado mucho. Al leer a esta escritora arbórea, como ella misma se define, uno tiene la sensación de conocer una mente hermosa: inteligente, sensible, llena de delicadeza, de serenidad. Me ha seducido su personalidad, sus ideas anarquistas, su feminismo sensato, su sentido común en cada comentario o relato. Todo ello hace que lamente su pérdida de verdad, no como un nombre en las noticias, sino sintiendo su desagradable peso. Una voz razonable se ha extinguido en un mundo de Donalds Trumps y dictadores norcoreanos, lo cual lo hace aún más triste si cabe.

Los relatos que contiene este volumen doble se enmarcan en los géneros de ciencia ficción y fantasía, a veces uniéndolos en una misma historia como ocurre en el primero, El collar de Semley.

Todos merecen la pena, aunque considero un poco insustancial La caja de la oscuridad, aunque su introducción es muy tierna. Yo me quedaría con Abril en París, El poder de los nombres, Dirección de la carretera, éste último me parece una delicia en cuanto a originalidad y buen oficio de escritor, y sobre todo Los que se alejan de Omelas.

Quisiera hacer mención aparte a este último, el cual me parece una metáfora tan afilada de nuestra realidad, que, por un momento, parece rasgar nuestra falsa complacencia para darnos cuenta de que este reino fantástico no es más que un reflejo de nuestra sociedad, que no se sustenta en su desgracia particular, sino en la de millones de personas, con sus rostros, sus tristezas y recuerdos.

No me voy a poner a dar la chapa, pero es un relato impactante y del que podrían nacer muy provechosas reflexiones. Se lo recomendaría a todo el mundo, en especial a unos cuantos políticos.

Mi conclusión es que seguiré leyendo a esta mujer, siento especial interés por Los desposeídos, La mano izquierda de la oscuridad y el primer libro de Terramar. Seguro que merecerá la pena. No solo por la belleza de sus historias o de su estilo, sino por las ideas tan valiosas que despliega y que, para mí, son los mayores tesoros de la ciencia ficción y la fantasía: plantearnos nuestra realidad desde otra óptica, relativizar y buscar alternativas a nuestra forma de vivir y organizarnos. En definitiva, intentar comprendernos a nosotros mismos y, cómo no, mejorar.

Sin bien al arte en su totalidad busca incidir en nuestra conciencia como un método de autoconocimiento, en ocasiones el género fantástico es su punta de lanza, su vanguardia. Y eso es gracias a escritoras como la que nos ocupa en este momento.

Para terminar, solo dejar una recomendación revoloteando en el aire, al menos hasta que el viento la recoja y suavemente la devuelva a su morada.

Omelas

Omelas, Kyle 7-7  en Devianart

Ursula K. Le Guin para principiantes: LAS DOCEMORADAS DEL VIENTO (1975)

Por CARLOS DÍAZ LAGUNA

Carlos de Miguel

No es ningún secreto que todo lector constante tiene en su haber una serie de hábitos literarios (a veces una amplia gama) adquiridos a lo largo de años consagrados al incomparable placer de pasar páginas. El gusto por lo ritual eleva la experiencia lectora a los altares de lo sagrado: hay quien encuentra gozoso leer en el transporte público, hay quien lee escuchando cierto tipo de música, hay quien va alternando géneros, están aquellos que jamás abren un libro a no ser que forme parte de una trilogía o algo peor… Yo, por mi parte, desde hace muchos años y cuando se trata de un autor de ficción con cierta trayectoria al que me enfrento por primera vez, tengo la costumbre de empezar por alguna antología de relatos cortos (siempre, claro, que el autor en cuestión tenga relatos cortos en su haber). Nada como las distancias pequeñas para adentrarse en lo desconocido; por eso, cuando Manuel Berlanga, alma mater del Club de Lectura de Literatura Fantástica en Málaga, nos propuso dedicarle un homenaje a la recientemente desaparecida Ursula K. Le Guin, no me lo pensé dos veces y escogí Las doce moradas del viento de entre todas las obras que se propusieron. Jamás antes había leído a Le Guin, ergo antología de relatos. Nuestro compañero del Club de Lectura Daniel Henares también se decantó por este libro, y ha escrito un hermoso artículo para el presente Homenaje.

Las doce moradas del viento recoge de manera cronológica una selección de cuentos publicados a lo largo de una década, lo cual siempre viene muy bien a los maniáticos amantes del orden cronológico como yo y a los analistas literarios que suelen incluir en sus reseñas frases del tipo “La presente selección permite estimar la evolución estilística de la autora…”, o alguna de sus variantes. Y si bien realmente se puede apreciar una mejora entre el último relato de la antología (El día antes de la revolución, sentido cuento acerca de la senectud) y el primero (El Collar de Semley, una historia de amor, y no menos de vanidad), ya desde el segundo relato me asaltó con claridad la imagen de una creadora originalísima: Abril en París es una historia de viajes en el tiempo (¡a través de la magia negra!) que deviene en gratificante celebración de las relaciones personales. Al igual que casi cualquier puntal del género a partir de la segunda mitad del siglo XX, Le Guin se sirve del hecho fantástico para explorar las profundidades de la condición humana, pero de una manera íntima, a veces melancólica, alejada del cinismo de algunos de sus colegas de letras. Así, en la presente colección podemos encontrar parábolas sobre la necesidad de compañía (Abril en París), la búsqueda del yo (Un viaje a la cabeza), la intolerancia y la persecución de las ideas (Los maestros y Las estrellas en la roca), la dificultad o imposibilidad de entendimiento (Más vasto que los imperios y más lento), el egoísmo (el acongojante Los que se alejan de Omelas)… y luego está, cómo olvidarlo, el relato de un árbol contado por él mismo (Dirección de la carretera), una elección del punto de vista narrativo muy audaz, y lamentablemente poco practicado.

Cada lector tendrá sus relatos favoritos de la antología, así que yo no soy nadie para mostrarme categórico, aunque es probable que los más redondos sean precisamente los dos últimos, Los que se alejan de Omelas (inolvidable cuento de terror moral, como muy bien lo definió Dani Henares en la última sesión del Club de Lectura) y El día antes de la revolución.  Yo voy a subir tres a mi particular podio: Cosas, sosegado relato que se desarrolla en un ambiente preapocalíptico, dotado de una singular melancolía; El viaje, parablemente la historia sobre drogas alucinógenas más romántica jamás narrada; y, quizá sobre todos ellos, Nueve vidas, un relato acerca de la clonación que, gracias a un giro de la trama, se convierte en un estudio sobre la soledad y el aislamiento. Una paradoja manejada de manera magistral, una sensibilidad privativa de los grandes talentos del género fantástico.  Chapó, señora Le Guin.

EL OJO DE LA GARZA, de Úrsula K. Le Guin

por PEPA ARANA RUÍZ

Dentro de la dilatada trayectoria de la autora estadounidense, El ojo de la garza suele considerarse como  una de sus obras menores.

El relato está situado en el planeta Victoría, al que unos doscientos años atrás llegaron dos naves de la Tierra, transportando al exilio a unos miles de delincuentes, con un perfil que podríamos describir como violento. Un siglo después llega una tercera nave que transporta dos mil integrantes del Pueblo de la Paz, un movimiento pacifista que los gobernantes de la Tierra no ven con buenos ojos, ya que están en un periodo de guerras sobre el que no se ofrecen detalles.

En Victoria, los primeros colonos han fundado una ciudad, donde rige un régimen aristocrático fuertemente patriarcal, que curiosamente tiene como máxima expresión tecnológica la de la época medieval, lo que hace, de alguna manera, similar el desarrollo técnico y social. Las costumbres de este grupo, ya asentado en el planeta, desplazan a los nuevos al entorno rural de la ciudad, el Arrabal, donde viven sometidos políticamente a la ciudad, sin representación ni opción de tenerla; casi como si fueran vasallos medievales.

Una parte de los habitantes del Arrabal tiene la intención de fundar una segunda colonia en un valle lejano, lo que es considerado como un desafío por el poder establecido, que se niegan  siquiera a discutir la cuestión con los líderes campesinos.

Se produce, evidentemente, un fuerte choque entre dos conceptos diferentes de interpretar la convivencia: por un lado  la ciudad, la imposición violenta (definida como “masculina”) de su postura; por otro, el Pueblo de la Paz, tiene como base ideológica la resistencia pasiva y la desobediencia civil  (curiosa la mención a líderes terrestres de esta tendencia como Gandhi o Martin Luther King)

Justo en medio de este conflicto está Luz Marina Falco, la sin duda protagonista de la historia, con ideales feministas que no casan con el modo de vida de la ciudad. Luz, tras conocer a Lev, uno de los líderes campesinos, se decide a tomar una postura más firme que le hace romper con todo y huir buscando una vida nueva y mejor. Desafortunadamente, la novela no termina de decidirse sobre dónde centrar su atención, lo que termina por afectar al ritmo de la narración: hay escenas que podrían haber sido cruciales en un segundo plano que no se termina de entender. Pero la traslación del protagonismo a mediados de la novela entre Lev, y Luz (por otra parte la hija del poderoso consejero Falco), resulta tan patente que convierte la breve novela en casi dos historias que a veces dan la impresión de correr paralelamente.

Es innegable la preocupación de la autora por el papel de la mujer en la sociedad (ya reconocida en otras obras), y por el conflicto de la interacción entre sociedades con concepciones diferentes de la convivencia, aspecto sin duda muy influido por sus conocimientos de antropología.  También queda muy clara su postura política (apoyo al anarcopacifismo), ya que da la sensación de no esconder sus simpatías por los arrabaleros.