Recuperamos el artículo «Regis Boyer: Sobre los Berserkir» que el erudito Javier Martín Lalanda adaptó y tradujo de su obra «La Religion des Anciens Scandinaves» (Ed.Payot, París, 1981), y fue publicado en las páginas centrales del numero 3-4 de BERSERKR, Fanzine de y sobre Fantasía Heroica (enero de 1986), junto al dibujo de un prometedor Jesús Yugo en sus albores.
El artículo se presenta en edición facsímil de su original (picar sobre las imágenes para ampliar) y en su traslación actual.
REGIS BOYER: SOBRE LOS BERSERKIR.
La ″YNGLINGA SAGA» describe así a estos feroces guerreros:
«Odínn sabía hacer las cosas de tal suerte que en la batalla sus enemigos se volvían ciegos o sordos, o llenos de terror, y sus armas se convertían en ineficaces varas; pero sus hombres iban sin cota de mallas, rabiosos como perros o lobos, mordiendo sus escudos, fuertes como osos o toros. Y a esto es lo que se llama el furor de los berserkir (berserksgangr)».
Exacta descripción, por lo que podemos juzgar. Al menos un detalle queda autentificado por el apelativo que tenían estos fierabrases: berserkir (singular, berserkr), esto es, «camisas de osos» o úlfhednar (singular, úlfhedinn): «pieles de lobos».
En su «HARALDSKVAEDI«, el escalda Thorbjörn Hornklófi nos los presenta con rasgos que anticipan los indicados anteriormente:
«»Grenjudu berserkir… enjudu úlfhednar» (Se exasperaban los berserkir… aullaban los úlfhednar)»
E incluso una estrofa, la 37, de la «HARBARDSLJOD» daría a entender que han podido tener un equivalente femenino: las vargynjur o mujeres-lobo.
Una relativa antigüedad se halla ligada a estas representaciones citadas del S.XIII, ya que Tácito, que vive allá por el siglo I de la era cristiana, nos describe en el capítulo 43 de su «GERMANIA» a los Harii, nombre que no debía aplicarse a los habitantes de un poblado sino sólo a los guerreros del mismo, pues derivaría del antiguo nórdico herjar. Y ya que uno de los apelativos de Odínn es Herjan, el conductor de las huestes, la relación aparece claramente:
«… escudos negros, cuerpos pintados; eligen para combatir las noches sin luna. Solamente el horror y la sombra que acompañan a este ejército bastan para infundir espanto, y ninguno de sus enemigos se atreve a sostener su mirada, extraña e infernal.»
Hagamos notar que lo expuesto acerca de los berserkir podría conectarse con dos motivos dentro de estas creencias, el de la «caza salvaje«: los muertos acompañan a Odínn, y el de la «batalla contínua«: los einjerjar se matan mutuamente en combate todos los días, para revivir mágicamente y estar dispuestos a la lucha final. También serían los protagonistas de las historias de cambio de forma, bajo la apariencia de hombres-lobo o de hombres-oso (mannbirnir).
Aparte de este aspecto de brutalidad demencial, los berserkir asumen justamente lo que constituye el primer atributo de Odínn, el furor sagrado, ódr, aplicado con fines belico-sos. En cuanto a su licantropía no es más que el resultado del don de la metamorfosis, tan corrientemente achacado a Grímmir -el disfrazado-, uno de los atributos del dios supremo, Odínn. También es posible hallar en ellos, en esta temible guardia de corps, o compañía de élite especialmente ligada a un jefe o rey, el prototipo de las Männenforbund, específicamente germánicas, cuya adversa fortuna es posible trazar a lo largo de la historia.
Debe suponerse que, al igual que los escaldas con la poesía, debía ser precisa una iniciación para entrar en estos cuerpos de élite. Aquí se encuentra sin duda la razón por la cual las sagas, que han sido redactadas dos o tres siglos después del proceso de cristianización, se empeñan en mostrarnos al héroe de turno abatiendo a un muy feroz berserkr: Los tiempos habían cambiado.
Extraído de La Religion des Anciens Escandinaves, de Regis Boyer,
Ed. Payot, París, 1981
Adaptación y traducción: Javier Martín Lalanda
Fanzine Berserkr, 3-4, Málaga, 1986