No puedo dejar de hacerme eco de la nueva edición de Planeta de Agostini de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo, la obra épica (por contenido y en sí misma) del maestro Harold Foster.
Son varias las ediciones que Príncipe Valiente ha tenido en España, desde aquella mítica de BuruLan, de 1972, y volví a disfrutar con la de Tebeos S.A.–Ediciones B en 1988, que, fascículo a fascículo, alcanzó a mostrarnos la época de John Cullen Murphy (sin comparación posible a la de Foster), si bien la intensidad del color maltrataba el genial trazo a pincel de su autor. Desde hace años, en los foros de aficionados se comenta la necesidad de disponer de una edición digna de esta obra (para muchos, la obra maestra de los cómics). Hace años, también, se oye la posibilidad de que Planeta de Agostini realice tal edición, pero no llegaba (en 2006 presentó una colección de tomos reducidos y nuevo color, de calidad, pero demasiado intenso aún para que destacase la tinta). Sin embargo, existe una edición de Manuel Caldas, con traducción de Rafael Marín, (editorial Libros de Papel) que recomiendo a quien de verdad desee disfrutarlo. Casi con toda seguridad, se trata de la mejor reproducción de la obra de Foster realizada hasta el momento; aunque exenta de color, «en glorioso blanco y negro».
¿Ha llegado el momento de una edición digna en color?. Podría ser. Eso, al menos, es lo que nos propone Planeta con esta colección, que califica de «definitiva«, en el 75 aniversario de publicación de la primera plancha de la serie (13 de Febrero de 1937).
La propuesta que se nos hace con esta colección parece atractiva: una edición integral de la obra desde su primera página hasta el presente; 75 tomos (aunque no a tamaño , uno por cada año, incluyendo hasta la plancha del 25-12-2011. Toda la obra de su creador, Harold Foster (hasta 1970, aunque siguió realizando guiones y bocetos hasta 1979), y sus continuadores John Cullen Murphy y Gary Gianni (desde 2004, con guiones de Mark Schutlz, una época más atractiva y fantástica que la de Murphy). Y, sobre todo, un color restaurado viñeta a viñeta a partir del original, mucho más luminoso y transparente, respetuoso con el dibujo base a tinta, y que permite disfrutar del mismo; al menos, eso parece a primera vista. Hay una muestra de varias páginas del primer tomo aquí.
De confirmarse (aún no he podido comprobarlo realmente, papel en mano, y desconozco el origen de su realización -podría ser la edición alemana de Bocola-, pero todo parece indicarlo así), la propuesta es grandiosa -tanto como la obra de Foster-, y altamente recomendable para todo aquel que no disponga de la misma, o desee disfrutarla de nuevo en una edición digna. Hace ya 30 años, en mis inicios, escribí en prensa un artículo (que aún conservo) titulado La Poética del Cómic, donde utilizaba Príncipe Valiente como ejemplo principal de mi exposición. Ya en aquella época, la obra de Foster fue para mí obra maestra, de culto, y no he cambiado de opinión desde entonces. El trazo maestro de su pincel a tinta; sus sombras, como grabados; su recreación de una edad media polifacética; el dominio maestro de la figura humana; la grandiosidad y realismo de escenas, construcciones y paisajes; su exquisita composición de viñetas y encuadres únicos; la profundidad de unos planos extensos, donde introduce numerosos personajes en movimiento, como extras de una gran producción cinematográfica; pero, sobre todo, la humanidad, fantasía e ingenio de sus historias que -junto a unas imágenes hermosas- convierten la narración en poesía a los ojos del lector, hacen de Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo la mejor muestra y exponente del (nunca como aquí) bien llamado noveno arte.
En todo caso, el éxito de la obra no es tanto fruto del virtuosismo (que también) como de su labor artesana. Foster fue, ante todo, un trabajador, un verdadero artesano del dibujo (se cuenta que dedicaba más de 50 horas para realizar una página semanal), basado en una extensa documentación que otorga a su obra un realismo mágico al tiempo que detallismo preciosista; algo que puede apreciarse en el más mínimo detalle que compone cada uno de los aspectos de sus viñetas, verdaderas ilustraciones semejantes a grabados de Durero, mucho más que simples dibujos de historietas; anatomía, vestimentas, armas, paisajes, arquitectura… el más simple detalle de los infinitos que adornan cada una de sus viñetas son fiel reflejo de la época que narra, una Edad Media ecléctica y amplia, a veces demasiado variable en el tiempo.
Fue, además, el precursor del cómic adulto. No sólo a partir de un dibujo naturalista (ya utilizado antes en su adaptación al cómic de la obra de Burroughs, Tarzán de los Monos), que rompía con la tradición caricaturesca de los cartoons, sino introduciendo unos guiones sólidos, basados también en el realismo, que huían del característico estilo satírico habitual por entonces; y protagonistas muy humanos, dotados de vida real dentro de una fantasía medieval, pero también de problemas corrientes, incluso demasiados actualizados para su época. Personajes cercanos, tanto al autor como al lector.
El éxito de la serie fue inmediato; tanto que su estela se mantiene, aún hoy, inalterable en las páginas dominicales de prensa del King Features Sindicate. La influencia de Foster, inmensa; tanto en autores como en personajes (sin ir más lejos, nuestro Capitán Trueno, entre muchos otros). La presencia del personaje, eterna; en diversos medios y adaptaciones, la más conocida de todas esa versión en cine dirigida por Henry Hathaway en 1954, con Robert Vagner dando vida a Val.
Se podría hablar mucho sobre Príncipe Valiente y Hal Foster. Pero sería para repetir de nuevo que para muchos siguen -y seguirán- siendo la obra maestra del cómic, y su inolvidable autor. Así lo pienso. Así lo pensamos muchos; y somos legión.
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