Si alguien piensa todavía que H.G. Wells fue el padre de La Máquina del Tiempo, con la publicación de su obra de mismo título en 1895, ya es hora que salga de su error: en 1887, un español, Enrique Gaspar y Rimbau, publicó El Anacronópete, una novela en la que describe, 8 años antes, una máquina capaz de regresar hacia atrás en el tiempo (del griego: aná -atrás-, crono -tiempo-, pete -el que vuela-: «el que vuela hacia atrás en el tiempo»), justificando además los principios (pseudo) científicos que sustentan tal comportamientos, así como un fluido que impide la descomposición de los tejidos (corporales y materiales) de sus pasajeros. Toda un ejercicio de anticipación, pionero de la ciencia ficción española, homenajeado como tal en la exposición que la propia British Library de Londres realizó en 2011 en conmemoración a H.G.Wells (ver artículos en El País y ABC).
Sólo por eso, el libro ya merece la pena, y se convierte en una pequeña joya de coleccionista, que hasta hace unos meses se encontraba agotada en sus pocas ediciones previas (aunque disponible en la web), y que hace unos meses recuperó en formato físico ediciones Trasantier.
Pero, además, resulta recomendablemente divertida para todo aquel que desee pasar un buen rato con la mente abierta a los criterios con que fue escrita, en los que confluyen la pasión de Gaspar y Rimbau por el teatro, sus intentos por renovar el género con contenido social, y el éxito de las obras de Julio Verne, utilizando para ello un género tan español como la zarzuela (tal fue la primera concepción de El Anacronópete, en 1891, cuya estructura y personajes mantiene en la novela): un
sainete humorístico y burlón en el que predomina la ironía y la crítica social, picaresca y picardía socarrona, unidas a sesudas, pero amenas, explicaciones científicas y datos técnicos basadas tanto en Darwin como Flammarion, o documentadas reglas de comportamiento diplomático (no en vano, su autor perteneció al cuerpo, e incluso fue cónsul español en China). Después, aventuras por diferentes épocas del tiempo, en la que los viajeros asisten como espectadores a célebres acontecimientos; eso sí, siempre en el pasado: desde la muy cercana (para ellos) batalla de Tetuán (1860), la toma de Granada en 1492, Rávena en 696, la China Imperial del 220, la destrucción de Pompeya en el 79, hasta el origen de los tiempos en tierras de La Biblia. Todo ello movido por una búsqueda inútil de la inmortalidad… y algún que otro deseo inconfesable de don Sindulfo García (un nombre propio de zarzuela, o el TBO…), inventor de la máquina Anacronópete.
En resumen, una obra amena y divertida que, aunque fuera de los cánones de nuestro tiempo, merece la pena poseer.