Puede que no se trate del tipo de literatura que comento habitualmente en estas entradas, pero sin duda es una obra de fantasía que merece la pena, por más que se acerque a los géneros de misterio y ciencia ficción (victoriana), y constituya un sentido homenaje a aquellas novelas de principios de siglo pasado con regusto a pulp americano, bajo influencia de Conan Doyle, Julio Verne o un compendio de autores de ficción científica; sólo con ello bastaría para comentarla. Pero, además, por cercanía, y porque no olvido mis orígenes, esos a los que regreso a menudo en sueños y en estas páginas, me gusta apoyar toda iniciativa auto-editorial que me despierta interés, más si es de un amigo (de uno de esos muchos que aún no conozco en persona); y ésta la apoyé desde su inicio en Verkami (vendrán más, no lo dudéis, aunque mi lista de pendientes es larga…)
Ante todo, decir que junto a escritor de lo fantástico, considero a Alberto López Aroca un artesano, un completo «currante» de cuanto hace, pues no sólo trabaja al extremo la documentación de sus obras sino también su promoción; por ese tesón, ya merece que éstas vean la luz y lleguen al público, en esta ocasión mediante crowfunding de éxito.
En Los Náufragos de Venus, el autor parte de un hecho real: la extraña desaparición de la tripulación del Mary Celeste, un bergantín que en 1872 realizaba la travesía de New York a Gibraltar, bajo el mando del capitán Benjamín S. Brigg, y fue encontrado navegando a toda vela en mitad del Atlántico, sin nadie a bordo; desde entonces es considerado uno de los más conocidos casos de buques fantasmas. El hecho fue recogido por el propio Conan Doyle para construir una historia de ficción que despertó gran revuelo en su época. Ahora, López Aroca la retoma para desvelar una explicación de ficción científica adaptada a su tiempo, muy en la onda de aquel gran visionario que fue Julio Verne. Todos los personajes desaparecidos, tripulantes o pasaje del Mary Celeste, que aparecen en la obra son reales y documentados (y uno que no consta en las crónicas ni registros, ni desaparece, es el causante del extraño suceso).
Para desentrañar el misterio del Mary Celeste, junto a su imparable imaginación, el autor utiliza como base un documentado conocimiento de la época victoriana en la que Conan Doyle ubica a su conocido personaje y el entorno que le rodea, en especial ese Club Diógenes fundado por Mycroft Holmes y desarrollado más tarde por muchos otros continuadores de su obra, sin temor a incluir en el entorno otros personajes contemporáneos de ficción como el ilustre y puntual Phileas Fogg, recién abandonado el Reform Club tras su viaje y apuesta; o Card Nichols, otro de sus personajes previos. Y como explicación a unos sucesos inexplicables, nos ofrece una recreación romántica de aquellos mundos de ficción imaginada por un sin fin de autores a inicios del S.XX, como el mismo Stanley G. Weinbaun: un planeta Venus plagado de criaturas imposibles, en una concepción que hoy nos podrá parecer encantadoramente naif, pero acorde a la época que trata, y que Sergio Bleda reconstruye en un mapa increíble, supuestamente creado por el inefable, infalible, Mycroft Holmes.
Citar que, frente a lo que podría parecer, Sherlock no es el protagonista de la obra; ni tan siquiera su nombre se menciona en ella, aunque aparece en ocasiones bajo el alias de Sigerson con el que le conoció Charlie Marlow en la novela anterior. También, que en su interior encontramos efluvios y conceptos lovecraftianos, incluso el propio Necronomicon, utilizado como llave de interés para acceder al dossier del Mary Celeste; pero de pronto desaparecen de escena, sin mayor protagonismo en el desarrollo de los hechos. Ambos datos no deben interpretarse (como puede parecer) parte de ese marketing que utiliza el escritor para promover la obra (que también), sino posibles semillas plantadas para una siguiente creación. Y es que Los Náufragos de Venus, aunque novela independiente, no lo es tanto, como reconoce el propio autor, y deviene en obra intermedia, secuela de Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra, de quien toma personajes y villano principal, y posible precuela o introducción a esa próxima El Ojo en el Laberinto (una aventura de Sherlock Holmes y los Mitos de Cthulhu), que ya anuncia. O quizás no, y aún queden latentes, pendientes de solución el terrible destino de una joven dama lejana y la sombría amenaza a futuro del sinuoso señor Think).
Y hablando de protagonismos (y como algún defecto he de encontrar en la obra, para no resultar demasiado pro), pienso que Los Náufragos de Venus adolece de un protagonis-ta, y resulta una obra tan demasiado coral que el lector no encuentra un personaje con el que identificarse o al que engancharse y centrar su interés; y éste se diluye un tanto a lo largo de la historia. No lo es Sherlock (Sigerson, of course), como hemos dicho, ni el capitán Charlie Marlow, perdido y siempre a la sombra del omnisciente Mycroft; ni siquiera éste, tal vez el más apropiado tras el devenir de los hechos (aunque, ¿puede alguien identificarse con Mycroft, distante y siempre en plano superior de la existencia?, y en este caso, espectador también de unos hechos que no puede controlar). Y el resto de personajes de cada punto de vista relativo de la historia lo son por tan poco tiempo que no hay opción…
En todo caso, Los Naúfragos de Venus es una obra que se disfruta con una sonrisa en los labios por los numerosos guiños pulps que contiene; y que, al tiempo que propone una solución a un misterio largo tiempo sin resolver, abre puertas inquietantes a sus conse-cuencias…
Quizás algún día las lleguemos a conocer.