El principio del fin de la Saga de Geralt de Rivia se hace esperar. Nuestro Último Deseo se mantiene insatisfecho. Pero disfrutamos igual su lectura.
Transcurrido tanto tiempo desde el volumen anterior, la dosis de Sapkowski se hacía inmensa, el deseo de conocer el final de la Saga de Geralt una necesidad. La editorial quiso entonces contentarnos con Narrenturm, su nueva serie. Buena estrategia… que me niego a seguir hasta terminar la pendiente. Todo a su tiempo.
Leer a Sapkowski siempre es un placer, disfrutar de un estilo propio, abierto y culto, modernista, entremezclado en jerga de pueblo llano. Y Jose Mª Faraldo, su traductor y adaptador al castellano, tiene buena culpa de ello (su labor, encomiable, ha sido reconocida por el propio autor). Pero acceder al final de la saga con una agonía pendiente de tres años de espera no parecía recomendable; acogerla con ansiedad, y tanta perspectiva perdida iban a desvirtuar el momento. Decidí volver a releer La Torre de la Golondrina, el volumen previo.
Con todo, cuando accedes a La Dama del Lago descubres que también Sapkowsky se tomó su tiempo (en su caso dos años entre publicaciones, aunque hace ya diez), y que enfocó la historia marcando pausas, estableciendo distancias con la situación anterior. Para hacerlo, utiliza n0 sólo el tiempo (a través de saltos) sino el espacio (en planos de otra existencia), y también los personajes: varios nuevos, como Nimue y Condwiramurs, que interrumpen la continuidad. Lo primero que piensas entonces, movido por ese deseo insaciable de alcanzar el final de la historia (o vislumbrarlo al menos, sabiendo que hay una segunda parte), es que se trata de una táctica dilatoria, un intento de alargar la espera. Después, cuando la técnica del maestro consigue refrenar tu ansiedad, recuerdas que Sapkowsky gusta de narrar sus historias sembrando un ramillete surtido de personajes dispares, que contribuyen, cada uno por separado, a crear una visión caleidoscópica del conjunto de los hechos, enriquecida con puntos de vista muy diferentes; y disfrutas de esa maestría que posee para intercalar figuras inútiles en apariencia, que se revelan más tarde parte imprescindible de la historia que nos está contando. Eso sí, a su estilo y forma; no bajo los cánones que nosotros, lectores inquietos, imaginamos. Y siempre nos sorprende.
Así, junto a la soñadora y la pequeña Dama, Jarre y los pícaros que le acompañan a Wyzima en su alistamiento, los enanos recuperados de Dennis Cranmer, o esos caballeros teutones que se intercalan en el desarrollo de la narración original, esta primera parte del final de la Saga nos muestra también algo de la propia historia de Geralt y su variopinto séquito de compañeros dispares; sus vivencias encantadas en Toussaint, bajo acciones de la nueva logia de hechiceras; la ruina posible de Yennefer, la iniciativa perdida de Vilgefortz; un juego político de espías y reyes del norte para frenar el avance implacable de las fuerzas de Nilfgaard, o la traición que anida entre sus propias fuerzas; la estancia de Ciri en el país de los elfos alisos del rey Auberon, y su huida en espiral por el espacio y el tiempo. Una espiral que, como la serpiente ouroboros, o la propia historia narrada tras estos hechos, vuelve a situarnos en el punto de partida, para retomar la secuencia final -en el próximo volumen ya, la segunda parte de éste- prácticamente en el mismo punto que donde lo iniciábamos…
La secuencia final se dilata de nuevo; aunque, al menos, disfrutando una lectura que entretiene. Sapkowski hasta ahora cubre con maestría un paso adelante… hacia ninguna parte. Y la editorial lo utiliza (con maestría también) para dejarnos las mismas ganas que hace tres años.
Nuestro Último Deseo continua insatisfecho. El misterio sin resolver. Toca esperar de nuevo (pasando por caja, claro, en tiempo de crisis). Así es la vida…
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