DUNE, de Frank Herbert. (La gran novela inicial)

Reseña confeccionada con aportaciones y comentarios realizados en el 14º encuentro del Club de Lectura de Literatura Fantástica en Málaga.

DUNE fue publicada por primera vez como novela en 1965 (1975 en España), como recopilación de los relatos aparecidos por capítulos, entre 1963 y 1964, en la revista Astounding. De inicios, obtuvo un éxito rotundo, tanto en la acogida del público como en el reconocimiento de la crítica, el premio Hugo (1966) y el primero otorgado de los Nebula (1965) a la mejor novela de Ciencia Ficción. Con el tiempo se ha convertido en la novela de CF más vendida de la historia (o eso se dice).

Tal reconocimiento no es gratuito; la originalidad de lo narrado y los temas que trata lo justifican: una ficción de intrigas en un inmenso imperio galáctico, miles de años en el futuro, en el que, frente a otras space-opera de la época y previas, su escenografía no se centra en la acción de batallas estelares o pseudo avances tecnológicos, sino en la política, las intrigas palaciegas entre las Grandes Casas (Atreides, Harkonen y Corrino) que gobiernan sus mundos como feudos, agrupadas en un concejo, el Landsraad bajo el mando de un Emperador; la economía, basada en el comercio estelar de un bien dominante, único en el universo, la melange, una especia geriátrica exclusiva del planeta Arrakis (Dune), que prolonga la vida cientos de años y, por su adicción, resulta necesaria, imprescindible para diversos grupos que la requieren. Su control y posesión garantizan el poder y dominio sobre todo. También la religión, llevada al peligroso extremo del mesianismo, base espiritual de un programa genético de la orden Bene Gesserit. Y por último, la ecología, el ecosistema único de un planeta árido, desértico, de condiciones inhóspitas para la vida, que es fuente del bien más preciado del universo y que se explota sin remisión ni tener en consideración las necesidades de sus nativos, los Fremen.

Navegante, por Devon Cady-Lee

Los grupos de interés y poder están bien determinados (aunque no su comprensión total, definida con mayor claridad en novelas posteriores): la CHOAM, una corporación galáctica para el desarrollo del comercio entre mundos, controlada por el Emperador y el Landsraad, con La Cofradía de Navegantes y La Bene Gesserit como socios sin derecho a voto. La Cofradía detenta el monopolio de los viajes especiales gracias a los Navegantes, humanos mutados por la especia a la que son adictos, de la que obtienen la presciencia para conocer la ruta más rápida y segura entre los caminos inabarcables del espacio plegado y con ello realizan los viajes de forma inmediata. La Bene Gesserit es una orden femenina de estrategas, politólogas e historiadoras, una escuela semi-mística al servicio del imperio como concubinas y «decidoras de la verdad» de las casas, pero leales a su hermandad.(1)

Bene Gesserit, por Vaia on DeviatArt

Tienen la aspiración última de mejorar la humanidad mediante un programa genético de control a través del sexo entre las casas noble, que permita la obtención del Kwissatz-Haderach, un Mesías varón que consiga llegar allí donde la visión presciente de la orden femenina no puede alcanzar. Este Mesías regirá el universo conocido como dirigente único, unificando política y religión (una mezcla peligrosa). Al inicio de la novela, tras eones de cruces genéticos, están a tres generaciones antes de conseguirlo.

La historia comienza cuando la duque Leto Atreides recibe el encargo del emperador de trasladarse de Caladan, su planeta, abundante en agua, a Arrakis, un desierto de arena, seco, desolado, dominado por gusanos gigantes, para gestionar el suministro de melange, hasta entonces controlado por sus enemigos Harkonen. Una trampa urdida por el Emperador Padisha Sadam IV Corrino junto al barón Vladimir Harkonen, para exterminar a los Atreides y su creciente prestigio en el Landsraad con sus temibles tropas Sardaukar. Pero antes, la Reverenda Madre Helen Gaius Mohiam, superior de la orden Bene Gesserit, decidora de verdad y concubina del Emperador se traslada a Caladan para someter a Paul Atreides, hijo del duque, a la prueba del Gom Jabar, pues piensa que podría ser el Mesías esperado. Paul fue concebido por Lady Jessica, concubina Bene Gesserit de Leto, en contra de las instrucciones de la orden de engendrar una niña que, tras unirse a un varón Harkonen, debería ser la madre del Kwissatz-Haderach. El acto de amor de Lady Jessica hacia su duque ha roto la programación milenaria del control genético y ya no saben qué esperar. Cuando el traslado a Arrakis se cumple, los Atreides entran en contacto con los nativos Fremen y la acción, los hechos y sus consecuencias se desencadenan…

Este es sólo una introducción. Si no has leído el libro y te interesa la historia, puedes encontrar un resumen aquí, que te dará una idea del argumento, protagonistas, Casas y grupos de poder o las motivaciones principales de una historia interesante.

La complejidad de la trama y sus componentes no se desvela de inicio sino de forma pausada, paulatina conforme avanzan los capítulos, sustentada en textos introductorios que, sin parecerlo, anticipan sucesos y advierten de sus consecuencias. La acción transcurre serena, detallada pero con saltos que muchas veces recogen diálogos mezclados con pensamientos íntimos de los protagonistas y hacen difícil su adaptación. La descripción del entorno desértico y el pueblo Fremen que esconde en sus entrañas está muy conseguida, así como sus aspiraciones ecológicas en un entorno hostil, un diseño genial de los destiltrajes y el misterio de los gigantescos gusanos, oculto bajo el agua de la vida y la presciencia. No tanto el entorno del universo que nos propone ni la historia previa (que se desarrolla en trilogías posteriores), revelando una grandiosa epopeya de miles de años en un futuro post-apocalíptico de la humanidad (aunque algo se intuye, en la novela y la trilogía, en los flashes de la memoria histórica de las Reverendas Madres, o de Muad’Dib y sus hijos).

Primera edición en Epaña

La obra se sustenta sobre numerosas referencias clásicas y mitológicas (Atreides, literalmente, significa «hijos de Atreo», un guiño a los hermanos Agamenon y Menelao de «La Ilíada» de Homero) o la tradición judía (el mesianismo, la figura de un redentor, un superhombre de origen divino) y, más aún, árabe (la Yihad santa, así como numerosos nombres Fremen, sus costumbres o vestimentas); ambas tradiciones comparten una lucha sagrada por la liberación de su pueblo. La corrupción y decadencia de este imperio galáctico mantiene reminiscencias históricas con la caída del imperio romano ante los bárbaros; y la rebelión de los Fremen, en un entorno desértico, recuerda a las revueltas árabes contra el imperio otomano bajo la guía de un extranjero: Lawrence de Arabia. Pero hay más, el mismo Frank Herbert, más tarde, asimiló la melange al petróleo y la CHOAM a la OPEP, por su monopolio en el mercado de un bien necesario e imprescindible.

Es indudable que DUNE se adscribe al género de la Ciencia Ficción, pero ello no implica que sea una obra de Ficción Científica. Más bien al contrario, dentro de este entorno, la mayor parte de su desarrollo entraría en un terreno híbrido con la Fantasía: una sociedad universal en la que las máquinas inteligentes han sido destruidas y proscritas, sustituidas por Mentats (humanos con mentes desarrolladas hasta la computación extrema); existen armas atómicas, pero el arma secreta es un dominio de La Voz que potencia el efecto de los disparos; el viaje estelar, sobre naves galácticas, se produce gracias a la presciencia de navegantes adictos a la especia, que sugiere una sobredosis de LSD, tan popular en la época en que fue escrita. Por otro lado, la historia de Paul Muad’Dib se ajusta a muchos de los 17 pasos del esquema del Monomito o Periplo del Héroe propuesto por Joseph Campbell como elemento común a todos los mitos del mundo y las historias de héroes en la literatura de Fantasía.

Con todo, DUNE es en sí misma una novela magnífica, excepcional, donde el camino del héroe, el clásico relato iniciático de superación personal que realiza un joven protagonista, se transforma en colectivo, el de todo un pueblo, que lo adopta como referente, el Mesías de sus profecías y, con él, evoluciona y avanza. Sin ser ninguna maravilla literaria, tiene a su favor un planteamiento novedoso, original en el campo de la ciencia ficción (recordemos que data de 1965), mezcla de ecología, filosofía y política, el arte del buen gobierno y su coste, el peligro de unir el poder a la religión, la evolución moral y la trascendencia al futuro. También, el haber dado origen a una epopeya singular, que ocupa un lugar predominante entre las obras destacables de la literatura fantástica.

Si algún defecto hemos de achacarle es cierta propensión hacia el mesianismo y la tiranía político-religiosa de la Yihad santa (sí, Usul se pasa la obra negándola, pero la novela termina aceptando su destino de Mesías y el puesto que le corresponde en el universo conocido; no será hasta su continuación, años después, que la situación se revierta). También, una escasa definición de personajes, más allá de Paul Muad’Dib, Lady Jessica y, en parte Stilgar. Los otros quedan diluidos en una sucesión de estereotipos prefijados, ya sean como Mentat, maestro de armas o Fremen. Siento que muchos de los actores de su reparto quedan desaprovechados, que podrían proporcionar mucho juego con un poco más de dedicación; son los casos de Lyet-Kynes el ecólogo imperial y juez del cambio, o la propia Chani, un personaje salvaje y encantador, restringida poco más que a ser la compañera del protagonista y descanso del guerrero; por no hablar de su gran amigo Duncan Idaho (aunque éste, como Alia, queda reservado para entregas posteriores).

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NOTAS:

(1) Bene Gesserit. Hay quien, con la sola lectura de la primera novela de DUNE no comprende el inmenso poder en la sombra que constituye la orden de la Bene Gesserit, ampliado en aclaraciones posteriores. He aquí algunas:

Estrategia para alcanzar objetivos:

  • Programación genética para la obtención del Kwissatz Aderach.
  • Evitar el poder máximo (permanecer siempre cerca pero en la sombra, como concubinas de los nobles),
  • Misionaria Prospectiva. Programa de control social para manipular los impulsos religiosos de toda sociedad, a través de profecías que mezclan sus propias ideas con la de cada cultura.

Condicionamiento y poderes.

  • Condicionamiento Prana-Bindu (músculo-nervio). Habilidades de combate que permiten el control de cada músculo y nervio del cuerpo.
  • Simflujo (sólo las Reverendas Madres). Desarrollo de la inteligencia por acceso a las memorias y conocimientos de todas sus predecesoras.
  • Pequeñas percepciones. Detección de detalles ínfimos (cambios mínimos en las reacciones y condiciones ambientales)
  • Decidoras de Verdad. Detección de cambios en la respiración, músculos, tics o ritmo cardíaco de las personas, determinantes en interrogatorios y torturas.
  • Control de la Voz. Técnicas de pronunciación que convierten una orden en irresistible.
  • Entrenamiento sexual hasta el límite de convertir a un hombre en esclavo por Imprimación. A este respecto, se conocen:
    • 51 puntos de excitación sexual (que, combinados, alcanzan los 2008)
    • 205 posturas sexuales
    • 300 formas de amplificar el orgasmo hasta la imprimación.
  • Control de la química interna (permite anular y cambiar el efecto de cualquier veneno).
  • Agonía del agua (Reverendas madres Fremen)

Debilidades.

  • Adicción a la especia.
  • Abominación. Posesión por parte de un ser de su memoria histórica.

SOMBRAS DE HIERRO A LA LUZ DE LA LUNA en BD (Conan le cimmérien, vol. 6)

Se trata de uno de los relatos menores de Conan (y, aún así, mejor que la mayoría de muchos autores), que sigue el conocido cliché de chica hermosa, desvalida y ligera de ropa, ciudad de entorno asfixiante y peligroso, y amenaza terrorífica sobrenatural, que tanto le sirvió a Howard para llegar al público. Sin embargo, es pura aventura y acción bien construida. También una de las sorpresas agradables de esta colección de Glénat, una adaptación excelente de Virginie Agustín, desconocida por mí hasta ahora, que encara el relato como autora completa, a cargo del guion, ilustraciones y color.

A finales de 1932, tras publicar El Coloso Negro (que, además de insinuaciones veladas o desnudos, finaliza con una escena de sexo sobre el altar de Thugra Khotan) y haber obtenido su primera portada en Weird Tales, Howard confirma que la introducción de elementos sexuales en sus relatos no perjudica sino ayuda a su publicación, y decide explotar este tema en los tres siguientes. El primero será Sombras de Hierro en la Luna, una historia de transición entre sus correrías como pícaro y ladrón en diversos reinos hiborios y su primera estancia en los reinos orientales de Turán e Hyrkania, como capitán de piratas del Vilayet (aunque, tradicionalmente, haya sido situado en una época posterior de su vida [1]).

Sea cual sea la cronología elegida, Conan se enrola como mercenario en las Compañías Libres durante una campaña en Koth, que, tras firmarse la paz y quedar sin trabajo, se dedican al pillaje y saqueo de caravanas en la frontera de Turán. Los hyrcanios los llaman kozaki. El reyYildiz envía un ejército de 15.000 hombres al mando del Sha Amurath, gobernador de Akif, que los detruye y sólo el cimmerio consigue escapar, escondido en el río Ilbars. Allí, por una feliz coincidencia, encuentra y masacra al gobernador en presencia de Olivia, una esclava que ha escapado de su harén. El relato contempla este encuentro, la huida de Conan y Olivia a una isla deshabitada en el mar Vilayet donde les aguardan todo tipo de peligros: el sobrenatural de unas extrañas estatuas de hierro, el animal de un gigantesco hombre-mono gris devorador de hombres y el de unos piratas de la Hermandad Roja, a los que finalmente se une y convierte en su capitán.

Pero, más que Conan, la verdadera protagonista del relato es Olivia, noble hija del rey de Ofir, vendida como esclava por negarse a ser la esposa de un príncipe de Koth («y os llaman bárbaros a vosotros, Conan de Cimmeria»). Howard decide adoptar un punto de vista femenino (no tanto feminista) para narrar la historia y mostrarnos los hechos, sus sensaciones y sentimientos ante la aventura y peligros que afronta. Y su evolución personal.

Porque si el cimmerio cambia de actitud durante el relato, y pasa de un perfil salvaje, furioso y acorralado, que obtiene justa venganza en la carnicería sangrienta que practica sobre el sádico Sha que orquestó la masacre de sus compañeros y, al terminar regresa a su estado habitual de bárbaro decidido, ingenioso y autosuficiente, Olivia, más que cambio experimenta una evolución completa de personalidad y carácter, desde la resignación y sumisión inicial a la aceptación, madurez, y reafirmación final de sí misma y sus circunstancias.

Ella es -sí- la típica princesita del cuento, desvalida y en peligro, que teme al kozaki por su salvajismo, pero menos que a Sha Amurath, el látigo o las vejaciones, por lo que supera el miedo que le produce y le pide huir con él, un proscrito, un paria… Ahí demuestra una personalidad que ya mostró en su negativa a aceptar la vida de sumisión que otros habían decidido por ella (y que, en parte, recuerda a Agnés de Chastillon, personaje que Howard concibió meses antes); una personalidad que se refuerza en la soledad de la isla, cuando encara el terror que la abruma, abandona la pasividad y libera a Conan de los piratas, un bárbaro, un salvaje, pero que la ha tratado mejor que ningún hombre antes. Al final, elige quedarse a su lado, por más que suponga aceptar una vida incierta como reina del mar azul, ensangrentado por el saqueo y el pillaje.

Una percepción que Virgine Agustin [2] -mujer- recoge en este cómic con maestría. Al igual que reproduce, con silencios, el ambiente opresivo y la malignidad del templo o las estatuas de hierro, la belleza de los paisajes en grandes planchas de vegetación y colores lujuriosos, o el detalle de miradas cómplices que intercambian los personajes. Pocas veces he encontrado tanta descripción mediante viñetas mudas, sin texto, o intercalando planos cambiantes.

El suyo no es un dibujo perfecto, sino efectivo; sus rostros -a veces caricaturas- transmiten emociones, sentimientos; sus cuerpos no sigue el canon pero no desentonan, impactan. Su Conan, de rasgos brutos y fieros, es un bárbaro real, salvaje y poco civilizado; Olivia una cortesana delicada, indefensa, temerosa o decidida cuando encarta; su Sergius de Krosha un ser gigantesco, deforme y, sin embargo, cuadra; las estatuas de hierro son gárgolas infernales que incitan pavor… Y su adaptación, muy digna, fiel al texto original, que respeta e interpreta pero no reescribe (como Howard merece).

¿Y qué es todo eso, en definitiva, sino buen cómic…?

NOTAS

[1] — De forma tradicional, esta historia ha sido situada más adelante en la cronología del cimmerio, cuando tiene sobre 30 años y tras los sucesos de La Reina de la Costa Negra. Así lo hicieron tanto Miller y Clark, como Sprague de Camp, Robert Jordan o Joe Marek. Sin embargo, en 2003, un detallado estudio de Dale Rippke en las páginas de «Rehupa» lo resitúa tiempo atrás, sobre los 21-22 años del personaje, antes de sus aventuras con Bêlit. El motivo lo justifica y razona con hechos entresacados de los textos del autor tejano, sin la influencia o modificación posterior de otros: De un lado, la destreza con el arco que el cimmerio demuestra en alta mar, entre vaivenes de las olas, durante el primer ataque de los corsarios negros, que él mismo explica aprendió durante su estancia en Hyrkania. De otro, sus pertrechos de guerra y capa roja de mercenario en esa y otras aventuras, de los que carece aquí. Pero, sobre todo, porque si ocurre poco después de los tres años que pasa en el mar junto a Bêlit, con la marcada huella que debió dejarle, ¿por qué no se encuentra ésta entre sus recuerdos?. Y, en especial, porque los hechos de «Sombras de hierro…» transcurren durante el reinado de Yildiz en Turán, cuyo relevo debió suceder en algún momento entre «La Reina…» y El Diablo de Hierro, donde ya gobierna Yezdigerdz. En fin, matices e interpretaciones varias. Pero yo, tras las manipulaciones interesadas de Sprague de Camp, me quedo con la cronología más moderna, justificada y aceptada hoy, de Dale Rippke (que es también la que siguieron Kurt Busiek y Timothy Truman en la serie de Dark Horse).

[2] — Virgine Agustin proviene del mundo de la animación, habiendo colaborado con los estudios Disney Tarzán» y «Hércules») o televisión France3 y en la película «Corto Maltes, la corte secreta de los arcanos«. Después pasó al cómic (bande dessinée). En España, según Tebeosfera, tiene publicadas la serie «Alim, el curtidor» (Norma, 2005), «Whaligoë» (Yermo, 2014) y «Las cuarenta elefantas» (Yermo, integral, 2019). Y yo sin disfrutarla…

LA CIUDADELA ESCARLATA en BD (Conan le cimmérien, vol. 5)

Es, posiblemente (a mi entender), el más flojo de los 10 primeros volúmenes de la nueva adaptación al cómic (bande desinée) que está realizando Glénat sobre el personaje creado por Robert E. Howard. Debajo justifico el por qué lo digo.

Se trata del cuarto relato del personaje que escribió Robert E. Howard, si bien sería el segundo publicado (Weird tales, enero de 1933) tras El Fénix en la Espada, su primera historia (La hija del Gigante Helado y El Dios en el Cuenco fueron rechazados por Farnsworth Wright). Y, cómo el anterior, transcurre durante el periodo de madurez de Conan, cuando ya es rey de Aquilonia.

Ambas historias contienen puntos en común más allá de la amenaza/conspiración hacia el reino o su persona, que si en el primer relato proviene de un acto interno, ejecutado por súbditos disconformes que procuran derrocarlo, en el presente llega del exterior, por las pretensiones expansionistas de sus vecinos, los reyes Almarus de Ofir y Strabonus de Koth y el malvado brujo Tsotha Lanti, que lo capturan con una celada y preparan su abdicación a favor de un sátrapa de sangre real, Arpello de Pellia, por supuesto a su servicio.

La trama muestra la traición y captura de Conan, su huida accidentada de las oscuras mazmorras de la Ciudadela Escarlata, su encuentro con Pelias, hechicero prisionero y enemigo del anterior, que le facilita un regreso rápido a Aquilonia, a tiempo de detener las tropelías del usurpador, recuperar el trono, reunir al pueblo y los barones hasta conseguir la derrota del ejército invasor. Se ve claro que Howard, tras el rechazo previo de dos relatos de juventud del cimmerio (alguno muy bueno, aunque delicado en su motivación), decide regresar a un entorno de confort como el ya obtenido, aunque más elaborado:

En ambos relatos aparecen brujos que conspiran contra el rey, seres monstruosos invocados desde otro plano dimensional y fuerzas sobrenaturales -más hechicería- que apoyan la causa del rey bárbaro. Sin embargo, mientras en el primero utiliza para configurar Aquilonia un entorno medieval incipiente, poco diferenciado de una Antiguedad tardía y casi tribal, en el segundo incorpora de pleno un sistema de Medievo avanzado, con un feudalismo fuerte, barones enfrentados y gremios de comerciantes; y un pueblo veleta, ciudadanos y campesinos, que aspira a un líder natural, fuerte y consistente, sea éste cual sea. Por otro lado, en La Ciudadela Escarlata, además incorporar descripciones épicas de batallas grandiosas, tan propias del autor, Conan recuerda diversos roles de su pasado antes de ser rey que presagian historias futuras; también, un carcelero lo reconoce como «Amra«, el león, un pirata que asolaba tiempo atrás las costas de Kush (aún no se menciona a Bêlit, La reina de la Costa Negra y principal atractivo del que será su siguiente relato).

El problema de esta adaptación al cómic es que ignora el recurso infalible de Howard para entremezclar diferentes culturas y periodos de la historia, para infundir en el lector visiones claras del entorno sin recurrir a mayores explicaciones; y Le Roux lo interpreta de forma demasiado literal. Gráficamente, con un dibujo muy correcto y sin alaracas, su interpretación de Aquilonia (calles, adornos, armaduras, murallas, uniformes o vestimentas) nos sitúa en un entorno en exceso adelantado, cercano a la Guerra de los Cien Años, que desentona y a mí, personalmente, me saca de situación. Sin embargo, sus páginas de batallas, sin llegar a brillantes, están bien construidas y dotadas de cierta épica efectista. Étienne Le Roux («La memoria en los bolsillos», «14-18», ambas en Norma Editorial) es un buen dibujante que igual admira a los maestros franco-belgas que ilustra como Bernie Wrigtson; aquí utiliza un estilo realista intermedio que no está nada mal, aunque hubiese preferido un homenaje a Wrightson… En todo caso, me gusta su Conan de barba regia y constitución natural, diferente al que estamos acostumbrados.

Es en el guion adaptado de Luc Brunschwig donde encuentro más problemas. La historia comienza en Tamar, con la noticia de la derrota de Conan, comunicada por Flavio, el juglar del rey (¿?) (que cabalga a lomos de un oso…¿?), y desencadena los acontecimientos que suceden en Aquilonia en paralelo a los hechos que vive el cimmerio en la planicie de Shamu y la frontera de Ofir. No está mal como recurso (por más que Howard los trate con rapidez, al final, y aquí cobran relevancia y destacan en exceso la figura del títere Arpello, figura gris en el original). Pero excluye y obvia otros personajes de vital importancia como el Conde Trocero de Poitain o el canciller Publio, a quienes ni nombra o los cita con nombres cambiados, como los barones Pomero de Shamar o Enaro de Sica (¿?) y deja como principal valedor de Conan en la ciudad al juglar Flavio…

No contento con ello, sustituye la enorme serpiente Satha, «la vieja» (imagen icónica donde las haya, tras la genial ilustración de Frazetta) por un gran sapo repugnante, que debió entender más terrorífico… Todo ello me lleva a pensar que Brunschwig desconoce al autor, el personaje y su entorno, o –lo que es peor, teniendo tan cerca a Patrice Louinet-, decide pasar de él y reescribir la historia a su criterio, creyendo ser más interesante que el propio autor (el gran pecado de más de un guionista y director «genial»…).

Y es una lástima, porque el resto de la historia, la principal, no está mal adaptada.

Para colmo, el ensayo de Patrice Louinet, co-director de la colección y uno de los mayores entendidos del mundo en R.E. Howard, dentro de su maestría habitual, no me ha parecido de las mejores, lo que contribuye a una menor puntuación general.

Por todo ello, esta adaptación de La Ciudadela Escarlata al cómic se convierte en la más floja de cuantas realiza Glénat y, posiblemente, de cuantas se hicieron antes (por Marvel y Dark Horse), lejos del respecto y fidelidad al original que demostraron Roy Thomas y Timothy Truman en su día. Puestos a comparar, de ellas, y aunque venero la interpretación realizada por Frank Brunner, que me impactó en su día (aunque, vista hoy, quede algo constreñida y confusa en 40 páginas), prefiero sin duda la de Dark Horse y el dibujo impresionante de Tomás Giorello (mucho más libre y grandioso, en una auténtica novela gráfica de casi 100 páginas).

Como digo, una verdadera lástima, pues si hasta ahora la edición de Glénat (escribo tras leer sus 10 primeros títulos) alcanza un notable alto, incluso el sobresaliente, este volumen se queda sólo en suficiente; el único por el momento.

Para otros comentarios sobre La Ciudadela Escarlata (Dark Horse) en este blog,

clica aquí, o sobre la imagen

Dibujo de Tomás Giorello, para la versión de Dark Horse

VILLANOS EN LA CASA, en BD (Conan le cimmérien, vol.10)

Nos encontramos ante una excelente adaptación al cómic de «Villanos en la casa», de Robert E. Howard, realizada por Patrice Louinet con dibujos de Paolo Martinello, como nº 10 de la colección «Conan le Cimmérien» de Ediciones Glénat.

(Todas las imágenes se amplían al hacer clik sobre ellas. Recomiendo hacerlo, para contemplar la espectacularidad de algunas escenas.)

La historia (curiosamente titulada en francés «La casa de los tres bandidos» [Conan, Murillo y Nabónidus]), una de las últimas del primer ciclo del personaje (publicada en enero de 1934), contiene interesantes peculiaridades o cambios respecto a las precedentes:

De un lado, la casi nula presencia femenina entre sus páginas (el ajuste de cuentas con la novieta de turno es testimonial) lo que le priva -de nuevo- de la portada en Weird Tales, pese a ser uno de los personajes mejor valorados por los lectores. De otro, y sobre todo, destaca la introducción de la tecnología y la ciencia para justificar lo sobrenatural: el Sacerdote Rojo, un poderoso villano que despierta el terror de sus conciudadanos como hechicero, resulta ser un científico avanzado a su tiempo que, frente a la magia, utiliza elementos tecnológicos y ardides psicológicos para obtener sus fines corruptos, y habla sin tapujos de «evolución natural». Howard recoge, sin duda, el enfrentamiento candente en la época (y que aún mantienen algunos) entre evolucionistas y creacionistas y toma partido, mostrando claras sus preferencias.

Pero revela también su desprecio por la política (en este caso local), en la que sitúa por igual a sacerdotes y aristócratas, ambos ávidos de poder, y la concibe como un defecto inherente a la civilización. Aún no utiliza el conocido discurso de enfrentamiento con la barbarie (entendida como elemento natural, no sujeta a leyes opresoras) que expondrá un año después en Más allá del río Negro. Pero Patrice Louinet sí lo hace, poniendo en sus labio la frase «Por lo que se ve, es ilegal matar a un jodido sacerdote, aunque sea el peor de los bandidos», anticipo quizás del desconcierto que siente ante el juez unos meses más tarde, en La Reina de la Costa Negra, para justificar sus actos transgresores como ladrón o asesino («el más honesto de los tres villanos» en palabras de Murillo).

El relato (Howard confiesa por carta a Clark Ashton Smith que se escribió solo, de un tirón y apenas sin corregir) transcurre intramuros, dentro de la ciudad, la cárcel o la mansión del sacerdote rojo, lejos de los espacios abiertos que contemplan grandes batallas. Howard nos introduce en el ambiente ominoso de las cloacas (incluidas las políticas), pasillos amenazadores y habitaciones llenas de trampas; un interiorismo que propicia la reflexión y que prevalezcan los personajes. El autor prefiere la narrativa a los diálogos, y ello propicia una adaptación al cómic en grandes grandes planchas que enlazan viñetas sin texto, ilustraciones plenas de pequeños detalles y un sin fin de personajes de adorno, planos que cambian de enfoque y secuencias bien dirigidas, que consiguen el equilibrio perfecto en una narración secuencial de lujo.

Howard inicia el relato con la historia ya planteada, el cimmerio en la cárcel y, después, con una concisión precisa, propia de un maestro, traza y nos explica en sólo unos párrafos lo sucedido (la ejecución del compañero y su venganza sobre el sacerdote de Anu que los traicionó). En el cómic, la historia se comprende mejor si se cuenta en secuencia, desde su inicio (1). Los autores se permiten utilizar 16 páginas (europeas, grandes planchas) para narrarla; y funciona muy bien. Nos encontramos ante una gran versión, una adaptación que respeta el original y demuestra que se puede ser creativo sin cambiar ni reescribir lo que ha contado el autor.

Me gusta que Patrice Luinet opte por la opción propuesta por Dale Ripke en su cronología «Tormenta Oscura»(2) y que el amigo ajusticiado sea el mismo Néstor de Gunderland que Conan conoce en la sinopsis de El aposento de los muertos (3). Como me ha parecido magnífica la recreación gráfica de Thak por Paolo Martinelli, mucho más humana en su bestialidad que otras (incluida la de Frazetta) y acorde a lo que el escritor tejano quiso reflejar en las palabras de Conan:

«Esta noche he matado a un hombre y no a una bestia».

El aspecto gráfico resulta impactante, como podéis comprobar. El cimmerio se nos presenta como un joven bárbaro (de 19 años) que impresiona por su corpulencia pero a la vez es ágil, de reacciones felinas y mirada viva, salvaje e inteligente. También acierta Martinelli con el resto de personajes, la ambientación y los fondos, incluso el color o intercalando planos y contrapicados, obteniendo en conjunto una narrativa muy ágil. Incluso añade un guiño de humor en la taberna, cuando representa a la veterana prostituta pelirroja, inflada y deforme, de nombre Sonia, que viste un conjunto bikini de mallas plateadas.

Sólo le encuentro una pega (ínfima): los escenarios; ese eclecticismo arquitectónico que mezcla indiscri-minadamente construcciones antiguas, torres estilizadas, muros medievales, templos de corte oriental o arcos de todo tipo, junto a elementos decorativos de diversas épocas y enormes adornos renacentistas o neoclásicos; incluso en un barrio bajo como El Laberinto. A mi entender, otorgan espectacularidad al ambiente, pero despojan de personalidad a la ciudad de Corinthia. Por lo demás, grandioso.

El ensayo final de Louinet que acompaña a cada álbum de la serie, aunque magnífico como siempre, me resulta menos brillante que otros; pero sus comentarios añaden un plus de calidad al álbum. No en vano lo firma uno de los mayores entendidos en Robert E. Howard o su obra; en este caso, también el guionista.

En suma, un nuevo ejemplo del buen hacer de esta colección de Glénat, que demuestra que es posible realizar una gran historia personal respetando las fuentes, adaptar sin inventar ni reescribir a su autor.

NOTAS:

(1) – Todas las adaptaciones previas lo han hecho así: en Marvel, Roy Thomas, en un número anterior, mientras utiliza dos cuadernillos para completar la historia; en Dark Horse, Timothy Truman usa cuatro para narrarla (88 páginas), más una extensa precuela.

(2) –The Dark Storm Conan Cronologie, publicada en los números 180, 181 y 182 de REHUPA (2003). Timothy Truman sigue ya esta cronología, adoptada en su mayor parte por la colección de Dark Horse. La versión de Roy Thomas es bastante anterior, y se encuentra contaminada por las acciones de L. Sprague deCamp.

(3) -Sinopsis de una historia de Conan no narrada por Howard. Diversos autores la han continuado y reescrito después, como relato y en diferentes cómics.

Deconstruyendo SARINARDZ. Crónica de un club de lectura sobre un sueño.

Es difícil escribir sobre algo cercano de forma objetiva. Pero, para continuar la norma de recoger los encuentros de los Club’s de Lectura en los que participo (en este caso Q pro Quo), procuraré hacerlo de forma imparcial, sin autobombo ni flagelamiento, y desvelar alguna curiosidad intrínseca a la novela (sin spoilers):

Escribir puede representar, a veces, el intento de transmitir una inquietud, trasladar al lector algo interno que deseas exteriorizar. Otras, el simple ejercicio de contar una historia, dar forma a una idea que te inspira y quieres construir, aunque sea para ti mismo, no para compartir con otros. Por último, en ocasiones, el deseo de realizar un homenaje privado a alguien que admiras. Sarinard fue una mezcla de estos dos últimos casos: un homenaje particular a cierto autor muy querido. Por cierto, que inicialmente se tituló «Una ciudad lejana, perdida en la niebla del tiempo» (sí, era una época en la que me atraían los nombres largos…).

La historia original fue escrita hace más de treinta años. Desde entonces ha permanecido sin ver la luz (sólo para mí…). Por aquel tiempo, era un admirador absoluto del trabajo creativo de Héctor Germán Oesterheld, autor entre otras maravillas de «Ernie Pike» o «El Eternauta», y una infinidad de cómics geniales para la Editorial Columba argentina. Su compromiso social, la humanidad de sus personajes, el tratamiento de la muerte, presente en cada historia y la particular belleza de su estilo narrativo cargado de poesía, me cautivaron (también, el que hubiese sido una víctima de la represión militar argentina lo elevaba en mi pedestal). Y decidí escribir algo en su homenaje.

Era una época en la que me sentía muy influenciado (e implicado) por la Fantasía Heroica (con el fanzine Berserkr, premio europeo de SF en 1989); no sólo por Robert E. Howard, padre del género, sino por otros coetáneos y precursores, como Clark Ashton Smith o Lord Dunsany (muy presente y de gran influencia en la obra, como se verá); por ello, el homenaje que quería hacer se enmarcó en este género.

Entre los numerosos personajes de Oesterheld, había dos series «de espada» que me cautivaban entonces: «Roland el Corsario» (con dibujos de José Luis García López) y «Kabul de Bengala» (con un joven y todavía inexperto Horacio Altuna). Ya había escrito el relato inicial de mi personaje Noráx de Tartessos, y decidí que también él fuera el protagonista de este cuento (queda reflejado en la introducción). Por lo que tenía de ensoñación y misterio, y porque se trataba de un personaje más cercano al tartesio, elegí la historia «Tu despertar es mi morir» y Kabul se transformó en Nórax (aunque también el corsario influyó en las aventuras iniciales del tartesio: su concepción como compañero de Heracles en su noveno trabajo -que ya tenía en mente- está basado en el rol que ejerce su primo Gaspar, como colega y cronista de las aventuras de Roland).

La historia de Sarinardz es distinta a la que escribió Oesterheld, pero ambas comparten elementos comunes, como la obsesión, o la presencia continuada de la mujer que se le aparece (en mi caso en el sueño, como personificación de la ciudad) o el viaje del héroe (sin destino cierto aquí) hasta encontrarla; incluso alguna frase (casi literal) que me gustó; y ciertos personajes como Sylma, cuyo nombre decidí mantener como evidencia del homenaje, Dwil (Gruk en el cómic, de rasgos muy similares) y las sibilas. También difiere en su concepto base, una ciudad misteriosa, y en el planteamiento inicial, inspirado, para su regresión al pasado, en la serie de «memoria racial» de Robert E Howard (protagonizada por un moribundo James Allison que recuerda sus vidas pasadas). En este sentido, he de indicar que prefiero mil veces el nombre de «memoria ancestral» para definir el concepto, pues la raza no tiene sentido hoy, menos en un país como España, crisol de múltiples pueblos, culturas y razas.

En el club de lectura se comentaron tanto estilo como momentos concretos del relato, convertido finalmente en novela corta. A algunos sorprendió que no fuese tan howardiana como esperaban (me alegra: cuando creé el personaje de Nórax decidí que no sería un trasunto de Conan, tan en boga por entonces), o de contenido menos mitológico (eso queda para el segundo libro de Sueños y Reminiscencias, con los Mitos Vascos; y, por supuesto, la saga inicial, donde los mitos griegos y tartesios abundan y conforman la trama principal de la historia). Algunos comentaron que ciertos episodios del libro parecían romper la continuidad; y tienen razón: «El valle de la Extinción» no estaba en el relato inicial; es un cuento corto que escribí años después para el fanzine «Weird Tales de Lhork» e incluí como parte del vagabundeo en la búsqueda. Tampoco los capítulos de «La Cierva Blanca», añadido recientemente a fin de profundizar en la figura de Dwil, algo difuminada sin su presencia en La Dama de la montaña, y eso provoca la repetición de alguna metáfora descriptiva. A mí, particularmente, tras una nueva lectura, me chocó el cambio brusco de estilo entre los tres primeros capítulos (de presentación, demasiado dunsanianos, como he comprobado al contraste con «El País del Tiempo«) y el resto de la obra.

Pero, aparte de lo indicado, las opiniones fueron positivas. La novela gustó, como historia de aventuras fantásticas, un canto a la amistad y la entrega, bien escrito, con momentos inspirados y emotivos (incluso alguien afirmó haber derramado alguna que otra lágrima…). También se comentó el acierto de su publicación por La Biblioteca del Laberinto (en su sección dedicada a autores españoles), una editorial especializada en historias de contenido clásico, Pulp o incluso más antiguos, que tan bien se ajusta a la novela, con unas magníficas ilustraciones de Sidney Sime.

Quienes habían leído La Dama de la Montaña, volumen 2 de Sueños y Reminiscencias, con los Mitos Vascos como protagonistas, coincidieron en que se trata de una historia mejor y más completa que esta primera. Tiempo habrá para tratar sobre ella…

Como curiosidad, para los interesados, dejo imágenes de la historia de Kabul de Bengala «Tu despertar es mi morir», de H.G.Oesteheld y Horacio Altuna, que inspiró Sarinardz (imágenes ampliables. Recomendable leer después de la novela):